Desde que estudió por primera vez "Ocho pasos hacia la felicidad" (el modo budista de amar), de Gueshe Kelsang Gyatso, decía que ése era "el libro más revolucionario que había leído nunca".
Pasó por la lectura, contemplación, meditación y la práctica de cada una de las ocho estrofas de Langri Tangpa hasta que se había sentido integrarlas, a un nivel u otro.
Desde el primer momento, había visto cómo se transformaba su vida externamente, sus relaciones, las situaciones, su mundo. Y era porque había cambiado algo internamente. De hecho, sentía que era otra persona, como acabada de nacer. Otra. La prueba de la impermanencia, de la resurrección continua, permanente, y de que la muerte existe en la misma medida en que no existe.
Pasado el tiempo, cada vez que sentía desfallecer la intensidad y la calidad de su amor (lo sabía cuando aparecían las señales de la preocupación y el miedo, y la alegría se debilitaba) volvía a la lectura de "el modo budista de amar", como la fuente mágica donde saciar su sed y recuperar la energía.
No se cansaba de repetirlo, aun cuando ya no formaba parte de esa tradición, de esa estructura física.
(En realidad, nunca podría abandonarla, por más que se lo pidieran, porque ya estaba mezclada con su propio ser, físico, mental y espiritual, junto con otras tradiciones, con otras experiencias, unificadas, formando parte de su adn más profundo).
Pasados los años, seguía pensando que las ocho estrofas de Langri Tangpa era la creación más revolucionaria que había conocido nunca. Y lo hacía saber cada vez que tenía la ocasión de compartirlo.
Entonces apareció en sus manos ese libro de entrevistas a religiosas cristianas ("Monjas", de Laia de Ahumada). Esbozos de biografías, vidas de auténticas heroínas anónimas, la ilustración viva de "La guía de las obras del bodisatva", de Santideva, y de las ocho estrofas de Langri Tangpa.
Dónde habían aprendido estas mujeres a igualarse, cambiarse, la gran compasión, aceptar la derrota y ofrecer la victoria, tomar y dar, y hasta liberarse de las apariencias y concepciones erróneas?
Cómo habían conseguido, no sólo entregarse a los demás, y a la vida misma, sino incluso mantener su "enamoramiento" vivo con el paso de los años, y dejar que se fundiera con su vida y con su muerte, con su rendición, como si todo fuera una misma cosa?
Cómo era posible que supiera tan poco de su propia tradición
y nada de la realidad de las monjas cristianas,
sus vidas y sus obras, externas e internas?
"Quien ha hecho el esfuerzo de ir hasta el fondo de la propia tradición religiosa, no tiene miedo de entrar en otra", decía Berta Meneses, monja filipense, licenciada en químicas y teología, profesora de matemáticas e informática, conferenciante y maestra zen.
Tal como Thich Nhat Hanh invocaba la interespiritualidad y el interser,
y Siddharta (de Hesse) reconocía que "quien ha encontrado, ya puede aceptar cualquier doctrina, cualquier camino u objetivo; a esta persona ya no le separa nada de los miles de seres que ya viven en lo eterno, que respiran lo divino".
"Antes que cristianas, sed humanas", había dicho Magdeleine, fundadora de las Hermanas de Jesús de Carlos de Foucauld.
Y así lo recordaba la monja Pilar Sauquet i Muntal, temporera del campo y antigua activista social en el desierto argelino, el pueblo palestino de Gaza, la Guerra del Golfo y la Intifada, entre otras batallas.
"En medio de un crimen de la humanidad se pueden vivir cosas eternas", decía la monja, actualmente trabajadora del campo en campañas agrícolas de temporada, nómada en su propio país, junto a las mujeres musulmanas y otras inmigrantes.
Así era la vida de la monja que aspiraba a "vivir a fondo hasta el final".
Como la carmelita Mariàngels Segalés, enfermera de profesión, que había optado por vivir y dormir en la calle, junto a las personas sin hogar, porque en el denominado cuarto mundo también hay necesidad de acompañamiento y amor.
"No quiero nada, mi camino es el abandono", decía la ermitaña Maria Lluïsa Cortés, música de formación y profesión.
"Con total abandono, sí, sin querer imponer nada; así siempre tienes paz".
Cuánta energía volcada en el tener, cuando la vida provee de todo lo que necesitas, y enormemente más.
No te disperses en distracciones.
Y del vestido, por qué os preocupáis? Fijaos cómo crecen los lirios en el campo, no se afanan ni hilan (Mt 6, 28) Así que no os inquietéis diciendo: Qué comeremos? Con qué nos vestiremos?
La ermitaña Montserrat Domingo buceaba por las entrañas divinas "donde el grito del búho real que resuena por la sierra tiene tanto valor como la oración, porque todo está lleno de Dios". Décadas de retiro en soledad. "No tengo miedo de Dios, que sabe como soy; ni de las personas, que matan el cuerpo pero no pueden quitar la vida (Mat. 10,28), ni de los animales, porque si no les haces daño, ellos tampoco te lo hacen".
"No he venido aquí para encontrar mejor a Dios, no he venido porque esté más cerca de él; lo puedo encontrar en cualquier lugar, entre las personas... La ermita eres tú y, allí donde estás tú, está la ermita".
Todas estas monjas, heroínas anónimas, bodisatvas en acción, tenían tanto que enseñarle, tanto que inspirarle.
Cada una de estas mujeres, cada historia, cada vida,
un profundo ejemplo de entrega, cambiarse, gran compasión, tomar y dar, ofrecer la victoria en cualquier situación y aceptar la derrota siempre.
Confianza en la vida, entrega, rendición.
Rendición a la vida amada.
Rendición al Amado.
Enamoramiento infinito.
"El resultado es la paz y el gozo interior, y una conciencia de unidad con toda la humanidad que no permite excluir a nadie de la mente ni del corazón; es como un océano profundo donde puedes sumergirte y sentir que todos estamos en todos. Es una maravilla!".
Lo decía la monja cisterciense Carme Sardà i Tort, iniciada en la meditación con el psicólogo catalán Antoni Blay, considerado el precursor de la Psicología Transpersonal.
Qué poco sabía de las monjas de su propia tradición!
Comprendió que "el modo budista de amar" no era exclusivo de ninguna tradición.
El modo budista de amar era el modo de amar de todas las tradiciones, de todas las experiencias, humanas y no humanas.
Porque el amor es lo que es.
Miró su libro de cabecera a lo largo de las últimas décadas, "Ocho pasos hacia la felicidad".
"Monjas", "Espirituals sense religió", de Laia de Ahumada.
Los haikus japoneses, los poemas sufis de Rumi.
Los cómics zen, las sadhanas tántricas.
Tenía tanta suerte de que su vida estuviera llena de tantas lecturas inspiradoras
y vidas inspiradoras!
En las religiones y fuera de ellas.
Porque la vida es un libro de dharma. (el budista Milarepa)
Porque la oración es todo el día y toda la noche, y todo lo que aparece ante tus ojos (la cristiana Montserrat Domingo).
"Todo es oración".
Muy interesante...es curioso porque el otro día volví a ver unos capítulos de la serie española de Sta Teresa de Jesús y en dos años ha cambiado totalmente mi visión sobre su vida, ya no la idealizo, es más, sentía su lucha interna contra una posible estructura narcisista, un ir hacia delante...(con todas esas noches oscuras, que son tan terribles)...no sé, creo que antes la idealizaba porque había una parte dentro de mí que quería ser santa y especial y ahora la veo como el ser humano que era, con sus luces y sus sombras, como todos. Lo hablé con mi terapeuta porque para mí era una mito y encontró este hecho favorable en mi integración, en el propio reconocimiento de mi estructura narcisista. Luego lo pude abrazar.
ResponderEliminarpor cierto, ¿Cómics Zen? cuenta, cuenta...me interesa.
Yo también la veo como al ser humano que era. Jesús también. Y Sidharta Gautama, el buda histórico.
ResponderEliminarSeres humanos y seres sagrados. No hay separación.
Te sorprende lo de los cómics zen? El zen en sí mismo es ya un cómic, un despropósito. Las situaciones que generaban las maestras y maestros zen originales eran rompedoras (no duales), incluso los propios koans.
Así que no es de exrtrañar que esas situaciones queden tan bien reflejadas en el género del cómic.
Cuando yo andaba descubriendo el zen (a través de las artes marciales), hace unos 25 años, por California, descubrí una librería japonesa donde encontré algunos libritos de cómics zen, dibujos sencillos como esbozos y pocas palabras.
Pero a veces una viñeta me ayudaba a comprender más que los largos textos.
Aún tengo por aquí algún ejemplar de una autora llamada Ioanna Salayan.
Explora por ahí, te divertirás.
Y tiene algo que ver con tu estilo de escritura. :)
Indagaré...gracias!
EliminarMe siento tan cansado y aburrido de la vida.
ResponderEliminar¿Sera que estoy haciendo algo mal?
¿El budismo da alguna solucion a la depresion?
Me siento atrapado como en una carcel,me siento un esclavo.
Siento como si este mundo fuera una inmensa prision,que no tengo ninguna libertad.Me siento debil y desamparado y la muerte se me hace dulce y tentadora.
Desde el punto de vista budista, el sufrimiento casi siempre se alimenta de una excesiva atención y obsesión por uno mismo.
ResponderEliminarTambién, por la falta de aceptación (baja tolerancia a la frustración, según la TREC), la incapacidad para apreciar todo lo que tenemos.
Y por simples motivos kármicos: a veces "madura" la semilla del malestar, que ya hemos experimentado y alimentado muchas veces antes.
Qué hacer?
Aceptarlo (es lo que hay); pensar en los millones de seres que viven esa misma situación (empatía, gran compasión) y solidarizarnos con ellos, como un abrazo de comprensión, receptividad y entrega. Y empezar a poner el foco y funcionar para otros seres a los que podemos aportar algo en estos momentos. (La práctica de quitarse de en medio y cambiarse por los demás).
Al mismo tiempo, valorar cada cosa que tenemos como si la acabáramos de recuperar: la vista, si podemos ver; el oído, la voz; respirar; quizás disponemos de una casa; quizás tenemos comida para alimentarnos cuando tenemos hambre y agua para beber; el sol, la lluvia, el aire; quizás contamos con alguna amistad o familia...
(No está mal pensar de vez en cuando cómo sería nuestra vida si nos faltara algo que tenemos y damos por sentado, cuando no lo es).
Apreciar cada cosa y ofrecerla, si se diera el caso.
Según el budismo, esta forma de pensar y vivir es un antídoto contra la depresión. Y hay otras tradiciones que coinciden en ello.
Dicho esto, si lo pones en práctica (de corazón, sinceramente) y aun así crees que necesitas ayuda profesional, busca alguien de confianza.
Un abrazo muy fuerte y mis mejores deseos.
PD: Tu presencia es muy grata en esta casa.
Gracias por su atencion,creo que ya me siento un poco mejor.
EliminarHola Marie,
ResponderEliminarMe ha gustado toda tu entrada y singularmente el cómo has integrado tu experiencia en aquella tradición con la que tuviste tan fuertes lazos, no hay duda que has aprendido a AMAR, con mayúsculas.
En cuanto a los resultados de otras tradiciones siempre he pensado que es mejor ser un buen cristiano, musulmán, animista o ateo, etc. que un mal budista.
Un abrazo fuerte.
Y un buen budista tampoco está mal. :)
ResponderEliminarGracias por estar aquí, Juan.
Un abrazo fuertote.