jueves, 27 de marzo de 2014

Los maras.








Soñó que bajaba de un piso, por las escaleras, y se cruzó con un chico que subía con un cuchillo en la mano.
Le preguntó por alguien del piso de arriba y ella le dijo que estaba en casa y él siguió su camino. Pero el chico estaba como ido y con el cuchillo en la mano, así que ella le siguió escaleras arriba. Una vez en el piso, el joven empezó a sembrar el pánico. Ella oyó cómo torturaba a una de las chicas en otra habitación, y luego la chica salía llorando. Y entonces ella empezó a temer. Y se despertó.

Hacía muchísimo tiempo que no tenía pesadillas.
Pero no le sorprendió.

Se reconoció en el sueño en la persona que vio subir al hombre con el cuchillo en la mano y no temió nada, sólo le siguió para ayudar, llegado el caso. Sin miedo. Luego sí, luego tuvo miedo y ya era difícil escapar o ayudar.
Pero también comprendió que ella era el hombre del cuchillo en la mano.
En un principio, ella no imaginaba que pudiera hacerle daño a nadie, así que no hizo nada por detenerle ni por escapar. Le dejó seguir su camino, y ella observaba.
Y luego le vio hacer mucho daño. Y entonces sí, tuvo miedo, del daño que podía hacerle a ella misma y a l@s demás.




Hacía mucho tiempo que no tenía pesadillas. Que no tenía miedo, ni en el sueño onírico ni en la vigilia. Que confiaba en que nada malo podía pasar, que nadie iba a agredir a nadie, ni aun teniendo un cuchillo en la mano.
Pero últimamente ella se había observado irritable e impaciente (con el cuchillo en la mano). Con confianza en que podía observar sus emociones sin usarlas contra nadie. Pero no era así. Lo vio en el sueño, que podía hacer daño. Cuidado. Y tuvo miedo.
Y ese miedo del sueño disolvió la irritabilidad de la vigilia.





Una amiga le habló de los maras, los malos espíritus.
Ella nunca había creído en el poder de los maras, ni siquiera en los maras mismos.
A veces los maras aparecen para despertarte, como el hombre del cuchillo en el sueño.





A ella le gustaba esa historia del bodisatva, un practicante de loyong, que iba caminando por el bosque y se le apareció un ejército de bandidos (de maras) con el peor de todos a la cabeza, un diablo. Vamos a matarte, le anunció. Pero el bodisatva, en vez de asustarse y temer por su vida, permaneció impasible, excepto que empezaron a caer lágrimas por sus mejillas, de compasión, pensando en el sufrimiento de los espíritus, que les hacía actuar de esa manera, generando más y más sufrimiento para el futuro.
El jefe de los bandidos lo entendió y se quedó inmovilizado por un momento, luego dijo a sus seguidores: vámonos,
no podemos hacerle daño a este hombre,
nos ama demasiado.




A ella le gustaba esa historia.
Le resonó mucho la primera vez que la oyó. Ella sabía que el amor destruye todos los miedos, el amor debilita a tus enemigos, porque los enemigos que aparecen son una proyección de tu mente; la violencia se fundamenta en el miedo, y como el amor debilita el miedo, así también se desarma la violencia.

Los maras se alimentan de tu miedo y de tu falta de amor. Desde la experiencia de amor, los maras se disuelven. De hecho, desde la experiencia de amor, los maras no aparecen. Aparecen cuando falla el amor, y si vuelves a amar desaparecen. Son opuestos, incompatibles. No pueden convivir.




Hace falta el amor -pensó-. Al menos, mientras estés secuestrada  por este yo. Por esta creencia. El amor te protege. Te protege de hacerle daño a los demás y de hacértelo a ti misma. Hace falta el amor. Y hace falta desarmar al yo dolido que va con el cuchillo en la mano, o dando palos de ciego. Tan cruel.
Mientras exista el yo herido hará falta el amor. Y cuando no hay nadie a quien proteger
(y de quien protegerse), entonces y sólo entonces, no hace falta el amor. Porque nadie corre peligro. Todo está en orden.
Cuando no hay yo.
Mientras siga existiendo el yo, habrá que seguir protegiendo a los demás, y protegiéndose a un@ mism@, con el amor.





Una vez más, hay que aprender a navegar  en la unión de las dos verdades.

Cuando toma fuerza la experiencia de segregación, la creencia en el yo y en el mundo que acontece, entonces hay que refugiarse en el amor, porque el mundo funciona y el yo también, aunque sea como hipnosis.



Cuando lo transciendes, el amor y el miedo se disuelven por igual. Y sólo queda la experiencia apacible y gozosa de Ser, del Uno manifestado en un abanico de formas.





2 comentarios:

  1. En mi opinión no hay que interpretar literalmente los sueños, es muy probable que este sueño sea premonitorio pero el acontecer tendrá muy poca relación con la primera y literal interpretación. Un cuchillo en la mano puede representar sabiduría, tu aspecto masculino la determinación, el ataque a una amiga puede ser hacerle ver su error, el desdoblamiento de personalidad pueden ser la persona y la bloguera, etc... el tiempo te lo desvelará. Hay que recordar que la mente que sueña no es la misma que la que piensa. En el sueño "despertamos" mentes sutiles que representan con arquetipos situaciones que se pueden dar, se han dado, se dan o simplemente interpretan el apartado basura de nuestra mente burda a su manera. Vajrayoguini porta un cuchillo curvado y porta cabezas cortadas que cuelgan de su cuello o coronan su frente, ya sabes que eso no significa que va matando y recortando cabezas ajenas, tú conoces su significado. J.

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  2. Interesante interpretación, J.
    En cualquier caso, yo creo que más que las imágenes o lo que acontece, hay que tirar del hilo y seguirle la pista a las emociones que surgen en el sueño -onírico o de la vigilia. El miedo, la tristeza, la compasión, el amor... Y ver con qué yo te conectan.
    Casi siempre encuentras un yo muy crecido (lo que llaman el "aferramiento propio") y fuertemente hipnotizado (secuestrado por la influencia de lo que pasa fuera).
    Si no hay aferramiento propio (la ignorancia que cree en un yo inherente y separado), no es posible que surjan experiencias de miedo, vergüenza, culpa, etc.

    abrazo.

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