lunes, 24 de febrero de 2014

Las guerras que se hacen en nombre de Dios son las más diabólicas.








Los perros no tienen dioses ni budas ni santas. Ni los gatos. Ni las gaviotas. Ni los caballos.
Ni los cerdos ni las gallinas ni las vacas ni las terneras ni los conejos.
(O quizás sí, si hemos de creer el mundo literario de David Safier, donde las vacas se encomiendan a la diosa Naia y los toros y los gatos a sus respectiv@s).
En cualquier caso, ella no tiene constancia de que los pollos o las cucarachas veneren a algún dios.
Los seres humanos sí. No todos, pero algunos han vivido o viven o vivirán bajo la protección de Atenea, Apolo, Yavhé, la Pachamama, Buda, la virgen María, Cristo, Alá...


Los crean (crean a los dioses) para su propia protección; cuando admiten que no pueden tener el control de lo que pasa fuera (las lluvias, sequías, hambrunas, etc.) y de lo que pasa dentro, se encomiendan a un dios todopoderoso y se ponen en sus manos.
Y por lo visto resulta un alivio.





En cierta ocasión, cuando estudiaba historia de las religiones, le contaron cómo las sociedades nómadas patriarcales miraban al cielo (a las estrellas, para ubicarse en el camino) y generaron un Dios único, masculino y todopoderoso, que habita en los cielos. Un Dios a imagen y semejanza de su creador. Las sociedades sedentarias que dependen de la productividad de la tierra tienden a venerar la fertilidad, las fuerzas femeninas, a la naturaleza. Y las sociedades cazadoras se inspiraban en los animales para crear a sus dioses (a menudo a través de imágenes en parte animales y en parte humanas). Nada es casual ni aleatorio, ninguna creencia, ninguna devoción.




Los seres humanos crean a sus dioses, los veneran, les hacen ofrendas (a veces, incluso sacrificios animales o humanos), se postran ante ellos y convierten la blasfemia (ofender a Dios, aunque sea en broma -y ella se preguntaba si era posible que Dios pudiera "ofenderse") en el peor de los pecados mortales. Ofender a un dios (o a un buda) puede conducirte al infierno o generar más karma negativo que acabar con la vida (o la libertad, o la dignidad) de innumerables seres sintientes.






Crean a sus dioses y tiene su función, a veces, y a veces sus problemas.

Los crean y creen tanto en lo que crean que hasta pueden matar por ellos, y les llaman "guerras santas".

Crean dioses que,
a menudo, separan a las personas.

Son muchas las religiones (incluida el budismo)
donde las personas pueden llegar a enfrentarse, insultarse, luchar, agredirse, perseguirse, invertir toneladas de energía negativa, sufrimiento, odio, resentimiento, culpa y condena, en defensa (u ofensa) de un dios u otro. De un ídolo u otro.



Incluso aquellas tradiciones que ven la vida como un sueño (la vacuidad de los objetos, de los sujetos, de las percepciones, de la mente, del cuerpo, del yo) demandan a menudo la veneración a sus construcciones divinas como si existieran "inherentemente"
y son capaces de movilizar
a millones de personas en pie de guerra, en el mundo entero, y las peores mentes (experiencias de odio, resentimiento, venganza)
en defensa (o en ofensa)
de imágenes de barro y humo.
En pro o en contra, da igual, pueden movilizar guerras, dramas y tragedias. Infiernos interiores y exteriores. Y mucho dolor.



Ella sentía la tristeza mientras contemplaba en las ventanas del facebook que se abrían en su casa (se abrían solas, como si el dios de FB supiera lo que tenía que aparecer en su vida), contemplaba las luchas de religiones, o las segregaciones sectarias en la misma religión, también en el budismo.
Entonces apareció en la ventana virtual la última actualización de Antoni Bolinches:
Las guerras que se hacen en nombre de Dios son las más diabólicas.




Y ella dibujó una sonrisa en su rostro.
Pero no un emoticono.
Ni un "me gusta".

Le gustaba mirar por la ventana sin intervenir, sin dejar constancia.

A veces divertida: Samsara me hace reír.
A veces triste:
Samsara me hace
...

3 comentarios:

  1. Es cierto. Cuando el poder y un ser depravado, un libertino se unen el mal causado tiene un límite, físico, el de mujeres/hombres de los que físicamente se puede sexualmente abusar, el de los palacios que se pueden construir para el propio disfrute, el de drogas y alcohol que el cuerpo puede tolerar. Pero si el poder se une a un ideal, este ideal, desprendido de las limitaciones de la materia, puede no tener límites... y entonces empienzan las guerras santas.

    Aprovecho este comentario para decir que, normalmente, los blog "budistas" que se centran en experiencias personales no me suelen gustar, me aburren por demasiado narcisistas, por demostrar demasiada pobreza "espiritual" al intentar precisamente todo lo contrario, por soler mostrar analfabetismo en relación a aquello que pretendidamente se proponen ejemplificar; pero en cambio este me gusta, me gusta, me gusta.

    ResponderEliminar
  2. :)

    Esta casa también la haces tú, Roberto, si quieres.
    Yo no veo este rincón tanto para ejemplificar como para compartir el (imaginario) viaje. Aunque quizás sí, cualquier situación (cualquier apariencia) es ejemplificadora de algo.
    Casi todos somos "estudiantes" divertidos ante lo que vamos descubriendo en el camino.
    A veces duele y lloramos y a veces estallamos en carcajadas -también en mitad del llanto. Y lo compartimos también.
    Gracias por tu feedback y un abrazo fuerte.

    ResponderEliminar
  3. Gracias Marie por tu blog, es buenisimo, me encanta.
    Es increíble como nos empecinamos en ser diferentes cuando en el fondo todos pensamos igual

    ResponderEliminar