miércoles, 18 de abril de 2018

Todo está aquí.






Nada que hacer,
ningún lugar
a donde ir.
El mejor lugar del mundo es aquí mismo.
Suenan variantes del canto de la tórtola, desde la antena en el terrado,
calla, y echa a volar.
Las gaviotas planean.
Un coro de gorriones anidan en los árboles del Montjuic.
La ropa blanca tendida al sol,
el karategui desprende un olor limpio, después de la práctica de anoche,
blanqueado al sol.
Las toallas que la envolvieron al salir de la piscina, bajo las estrellas y una línea de luna creciente.
Las fundas de las almohadas acompañarán su sueño esta noche con olor a montaña y sol radiante.




Podría haber sido un gran día de mar y brisa de primavera, tal como había planeado,
pero subió a tender la ropa y evocó el lema de su taza favorita:
El mejor lugar del mundo es aquí mismo.

Acercó la hamaca a la sombra, entre macetas, y se sentó a contemplar las nubes
y a escuchar la orquesta del silencio.
El silencio atronador, también en la realidad histórica, o relativa, el sueño kármico.

Se llevó la copa de cerveza a los labios. Un perro ladra.
A su lado, en el suelo, encontró unas líneas de la contraportada del libro de Consuelo Martín, encerrado en la bolsa:
"¿Estamos dormidos o despiertos?
La vida lúcida, ¿es posible?"

Como marcalibros, sobresale la imagen de Prajnaparamita:
"Abre los ojos de la Sabiduría".

Ella cierra los ojos un instante y contempla
hacia dentro.
El mejor lugar del mundo es aquí mismo.
Todo está aquí.






Evoca aquella revelación mientras tomaba un helado después de la cena.
Subió a este mismo terrado a degustar el postre bajo las estrellas
y de repente vio todos los fotogramas en este mismo lugar:
ella y su helado,
aquel bebé naciendo a este mundo,
su propio cuerpo gastado y soltado,
la muerte de su madre,
la madre niña,
la abuela dando a luz a la madre...
Todo está aquí -reconoció.
Y desde entonces, su vida pasó a ser otra cosa.

Todo está aquí.
Lo que pareció ocurrir
y también lo que pareció no ocurrir.

Todo está aquí.

Y dejó de correr de un lado a otro.





2 comentarios:

  1. "Y dejó de correr de un lado a otro", ¡qué magnífica frase! Últimamente siento pocas ganas de correr, y eso me preocupa. Nos han enseñado tanto a proyectar, a tener objetivos, a perseguir metas, a no conformarnos con nuestra "zona de confort" que no entrar en ese juego de enmendarle la plana a la vida nos parece casi un pecado. ¿No estaré siendo demasiado pasiva?, ¿demasiado desinteresada? ¿No será esto desánimo, apatía o la antesala de algo peor, de un estado depresivo? No sabemos paladear la quietud y la simple aceptación de lo que es; esos estados los percibimos como extraños, nos inquietan, nos vienen grandes. Estamos peor corriendo, pero al mismo tiempo estamos tan acostumbrados que nos parece una locura vivir de otra manera.
    Ahora estoy en una época en que se avecinan cambios en mi vida (laborales y tal vez de residencia) y eso me exige planificar, y me resulta tan agotador proyectar, imaginar y estudiar variables para el futuro... Llevo menos de una semana haciéndolo y me siento muy baja de energía, desconcertada y con la mente a mil por hora.
    Quiero dejar de correr, quiero dejar de rumiar futuros que tal vez nunca se conviertan en mi presente. Tu blog es, en estas condiciones, un remanso de serenidad. Gracias por tus artículos.

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  2. Y gracias a ti por compartir esto.
    En mi experiencia, la entrega me llena de energia. Si te sientes muy baja de energia, quizas te esta dando alguna informacion.
    En cualquier caso, como dice Juliana de Norwich, todo saldrá bien.
    Todo, siempre, sale bien.
    Un abrazo y seguimos en contacto.
    Si quieres.

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