domingo, 3 de mayo de 2015

Dile que le quiero.




Se siente feliz.

Desconoce el nombre de esos tres árboles altos, juntos, de tronco blanco y hojas ligeras, flexibles y resistentes. Vapuleadas por el viento, crean una sinfonía en su danza. Pero ninguna hoja es arrancada de su lugar.
Se sienta bajo un pino (lo sabe por las piñas redondas en sus ramas), frente a los tres álamos, a presenciar su coreografía, su canto. La voz de Dios.

Allá donde va, en medio de la soledad del convento de clausura, se encuentra un hábito con la hermana Estrella dentro. La hermana Estrella fue la persona designada para recibirlas, acompañarlas a sus habitaciones, explicarles el funcionamiento y ponerse a su servicio.
Allá donde va se la encuentra (como una aparición entre los muros, los patios y claustros desiertos), con el rostro iluminado por una sonrisa que transciende sus labios y sus ojos achinados.

Ella le pregunta a la monja por su alegría; por cómo siente la presencia de Dios; si habla con Dios y qué le dice.
Finalmente se despide de la hermana para adentrarse en el patio lleno de árboles y cantos de pájaros y nidos de cigüeñas.
Le dice: Voy a ver si escucho la voz de Dios.
La monja se ríe. En realidad no para de sonreír.
Dile que le quiero, dice la monja.
Se lo diré, responde ella.




2 comentarios:

  1. "Dile que le quiero"..hay que ver...piel de gallina.:)

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  2. :)

    Piel de gallina.
    Bonito título. :)

    Echando de menos por aquí tu compartir. :)

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