A veces, cuando abre los ojos por la mañana, encuentra la tristeza. O el cansancio.
La preocupación. O el miedo.
Entonces recita su viejo mantra:
Tengo por delante 24 horas para ser feliz y hacer felices a los demás.
Generalmente es suficiente.
Pero hay algo que no funciona, a veces, no resulta convincente.
Tan triste, o tan cansada.
Así que prueba otra vez:
Tengo por delante 24 horas para hacer felices a los demás.
No cree que lo vaya a conseguir, pero sí
que puede realizar su parte, el intento.
El cuidado.
Te trataré bien.
Eso sí puede hacerlo.
Y esa convicción le da fuerzas para sacar los pies de la cama.
El ritual del desayuno es como un regalo, como abrir la ventana al aire fresco de la vida.
Te trataré bien.
Eso sí está en mi mano.
Eso sí puedo hacerlo.
Baja las escaleras y se cruza con la vecina que vuelve de pasear a sus perros.
Cómo estás? Bien. Y tus hijas? Bien...
Ella sabe que no sabe nada de sus hijas desde que alcanzaron la mayoría de edad y abandonaron la casa y la tiranía del padre, pero aun así le pregunta siempre y ella dice bien, todo bien...
Ella sabe que el mejor tratamiento antidepresivo para la vecina es sentirse visible, sentir la atención de alguien.
"Trátame bien. Te trataré bien.
Quizás nos salvará
la delicadeza.",
canta Marina Rossell.
Sigue bajando las escaleras y se encuentra con el viudo que aún vive solo, por poco tiempo.
Sus problemas de alzheimer se van complicando con el tiempo.
Pero ella aprovecha que aún la reconoce y se intercambian unas bromas.
Prefiere bajar las escaleras que usar el ascensor.
Está más llena de historias, de fuegos que avivar.
Tengo por delante 24 horas para hacer felices a los demás y el barrio está lleno de oportunidades.
Cada sonrisa, cada abrazo virtual es como un lazo de amor, como una tabla de salvación en este naufragio,
en este océano lleno de naufragios.
Cuánta soledad.
Cuánto dolor físico
y emocional,
en los cuerpos y en las almas.
Te trataré bien.
Quizás nos salvará la delicadeza.
Evidentemente, en el guión de su vida, ella no es Buda,
no vive la liberación del sufrimiento,
no en este preciso momento del guión,
en este sueño que aparece,
y a veces abre los ojos por la mañana y encuentra como un nudo en el pecho
y cierta tristeza y cansancio.
Hoy no va a ser tan fácil ser feliz.
Pero aún tengo por delante
24 horas
para hacer felices a los demás.
Y en cada palabra de atención, de interés profundo por los demás,
en cada sonrisa, en cada abrazo
invisible,
el nudo se deshace
hasta que parece que nunca ha existido.
Te trataré bien.
Quizás nos salvará
la delicadeza.
Canta Marina Rosell.
Conseguir que alguien sonría por efecto de serle amable es una gran cosa, o quizás pequeña no sé; más tienes razón: dar un poquito de felicidad hace espejo y te devuelve. Ramón
ResponderEliminarTodos somos compañeros de viaje.
EliminarParticipamos de experiencias similares.
Como dicen que dijo Platón:
Sé amable con quienquiera que te cruces, porque está librando una gran batalla.
:)
Me ha llegado al alma. Aprendo!
ResponderEliminarUn fuerte y cariñoso abrazo
Abrazo fuerte, Sonia.
EliminarTe sigo en tu mundo de poesía, otro mandala. :)
Otra inspiradora práctica espiritual.