La amiga dijo:
- Hay largas temporadas de paz, en las que ya crees sentirte a salvo.
Da igual lo que ocurra, no le afecta a tu serenidad,
una sensación de contentamiento que parece definitiva.
Y de repente se esfuma, y te sumes en la miseria.
Y sientes que todo lo que creías haber aprendido no sirve para nada.
- ¿Seguro? ¿No sirve para nada?
- Para nada. El dolor es demasiado profundo.
- En primer lugar, es un toque de humildad, ¿no?
La amiga la miró desconcertada, por un momento.
- Creías estar iluminada y ahora ves que simplemente estabas en una estancia de luz,
pero aún quedan cuartos oscuros.
No estás tan iluminada como creías, ahora estás en un cuarto oscuro.
- Pero duele demasiado.
- Sí. Sé de maestras y maestros que se creían iluminadas. Las personas que les seguían también.
Y de repente, tal como lo explican, "la gracia desaparece".
Duele tanto, después de haberse sentido en el nirvana, que no soportan sentirse en un infierno.
Pero al fin y al cabo, antes y ahora era mera existencia humana.
Sin embargo, después de haber conocido la "gracia",
la vida sin ella resulta demasiado mediocre, insustancial.
Y duele, sí.
Conozco una maestra que se refugió en el alcohol, buscando estimulantes que le permitieran tocar el estado anterior.
Pero fue solo una etapa, también.
Creo que salió de ésa cuando abandonó su obsesión personal, por su bienestar personal,
y empezó a dedicar su energía a acompañar a otras personas a quienes sí podía ser útil.
- ¿Pero cómo vas a ayudar a otras personas cuando tú estás tan mal? ¡No tienes nada para dar!
-Tienes.
Pero ésa es otra historia que podemos retomar en otro momento.
Sigamos con el dolor y la oscuridad, que "duelen demasiado".
Cuando pasas de la luz del sol a un cuarto oscuro al principio parece que no se ve nada,
tan completa la oscuridad,
pero con el tiempo empiezas a percibir formas en medio de la negrura.
Empiezas a ver un poco.
- En ese ejemplo sí, pero con el dolor...
- Es igual. Al principio no entiendes por qué estás en esas tinieblas tan dolorosas,
si hace nada estabas en la luz de la plenitud.
Ahora sabes que aún hay "cuartos oscuros" en tu mente
y ahora tienes la oportunidad de comprenderlos, de iluminarlos.
Primero, la humildad (no estoy tan iluminada como creía);
luego, la comprensión (aún hay cuartos oscuros en mi experiencia);
y seguidamente ves la oportunidad (ahora puedo navegarlos, comprenderlos, iluminarlos).
- Ya, pero duele demasiado -insistía la amiga- Y te preguntas
por qué me pasa esto a mí?
-Por qué a ti? ¿A ti sola?
Antes que tú, durante siglos y milenios, millones de personas han pasado por ahí
(este dolor que estás sintiendo, del miedo, la soledad, la frustración,
los celos, el abandono, el rechazo, la pérdida, la enfermedad, la muerte, lo que sea).
En el futuro, millones de personas vivirán la misma experiencia
y en el presente millones de personas están sufriendo este mismo dolor
(no hablemos ya de dolores peores, las bombas, las guerras e invasiones,
las profundas sequías, las hambrunas...)
Por qué a ti?
Por qué no a ti, o a mí?
Si también somos seres humanos, compartiendo la misma experiencia humana.
La compresión de que estás compartiendo un mismo sufrimiento
te hermana con la especie humana.
Aflora la compasión.
Miras a las personas con las que te cruzas y las ves con ojos nuevos.
Ellas también han pasado o pasarán por tu situación emocional actual, tan dolorosa.
Y este dolor egocéntrico se transforma en un dolor más dulce
que requiere otro nombre: compasión, amor.
En realidad no es tan terrible lo que me está pasando, piensas. Este dolor de resistencia.
Es una oportunidad para conectar con la comprensión
que rompe las barreras de separación.
Para conectar con el interser. Y con el amor
- Visto así...
- Probemos a verlo así, la próxima vez que ocurra.
Y a ver qué pasa.
Maravillosa esta entrada. Qué hermoso es leer tu experiencia, que a fin de cuentas es la de todos. Gracias desde el corazón.
ResponderEliminarA ti también, por estar ahí y compartir. /\
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