lunes, 28 de agosto de 2023

Día de lluvia.

 


A veces la lluvia es como una jaula invisible,
como unos barrotes imaginados,
como una cárcel soñada. Cárcel al fin.
Buscas el vuelo de las gaviotas, las golondrinas de visita,
pero ellas tampoco están.
Cierras las ventanas y el calor de agosto es como un carcelero que se ha metido dentro.
Así que abres una ventana
y un abrazo fresco te reconforta.

Y a veces la cárcel  no es una cárcel sino un refugio,
un santuario, un templo.
De qué depende?
Sólo depende de si has visto a Dios o no,
si le has reconocido.
Donde está Dios es el refugio,
no hay que buscar más,
no hay que irse a otro lugar.
Si reconoces a Dios en ti, cualquier sitio es bueno,
cualquier instante, cualquier situación.
No hacen falta distracciones.
Si acaso, mueves el cuerpo, lo cuidas, como una ofrenda.
Como cuando limpias la gompa y la preparas en los preliminares
para la sesión de meditación.
Para recibir la preciada visita.
Cuidas esta casa de huesos y músculos, este refugio,
este vehículo temporal,
el santuario que habitas.
Y respiras el aire fresco que entra por la ventana.
Los quarks que conforman este cuerpo de paso celebran el aire fresco y limpio
que nutre el sueño de Dios.




No hay comentarios:

Publicar un comentario