Ella dice que no, que prefiere no poner música por la mañana, cuando se levanta
(a veces aún en la oscuridad de la noche, previa al alumbramiento del nuevo día,
para estar presente como la más entregada espectadora).
Que prefiere no escuchar música, ni conectar la radio
para oír las noticias, ni poner la tele para la clase de inglés
que a él tanto le gusta.
Ni reírse con los vídeos y chascarrillos de tiktok, mientras desayuna.
En ese momento, cuando se levanta, abriendo la puerta a un día más por delante,
no necesita más información que lo que acontece ante sus ojos, y sus oídos,
y su respiración, y su piel:
los colores del amanecer y el vuelo de los pájaros, y su canto,
y el olor de la primavera en el aire y el del café,
y la brisa de la montaña en la piel.
Y, sobre todo, contemplar lo que acontece dentro.
La experiencia emocional que toca esta mañana,
quizás el miedo, la preocupación, la amenaza,
o bien la apreciación, la inspiración, la inmersión,
lo que a veces llama "hacer el amor con Dios".
Contemplar lo que acontece dentro
y lo que acontece fuera,
qué otras noticias
o aprendizaje
puede captar más su interés?
Prefiere ese silencio
tan lleno.
Cerrar las puertas a las crónicas del mundo.
Aún tiene ojos para ver lo que aparece en su escenario personal,
con eso le basta.
Y capacidad de contemplación,
para dar la bienvenida a lo que se manifiesta fuera
y a lo que se manifiesta dentro. Si hubiera separación.
Si el microcosmos es un reflejo del macrocosmos, aquí está todo.
Al menos cuando abre los ojos al nuevo día, tan fresco,
esa oportunidad
de presencia,
de contemplación y entrega,
no va a perderla.
Aquí estoy, Vida.
Aquí sigo.
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