El
sonido del mar sin olas
al acariciar la arena de la orilla, o las
piedras de la orilla.
La voz apacible del mar en la orilla, esa
caricia para el alma.
El
sol suave en la piel,
filtrado por una fina cortina de nubes.
La
caricia suave del sol.
El calor reconfortante del sol, como un
abrazo.
La
brisa ligera del mar, o de la montaña.
El baile de la hojas de
las palmeras, como abanicos.
La caricia de la brisa en la piel, el
aire ligero y sutil.
Hoy todos
los elementos se manifiestan en su forma más suave,
como una
caricia.
Cuando la vida es una madre amable que te acuna en sus brazos protectores.
Los gorriones descienden al césped, abundante en alimento.
Sin miedo.
Tan abundante la vida.
"Dios provee", dijo la hermana Estrella
cuando le preguntaba qué llevar a la celda del retiro.
"Sólo tus ganas de estar con Dios", dijo.
"No hace falta nada más. Dios provee".
Y el resultado fue un canto a la abundancia.
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