Con la casa también se establece una relación,
con el templo que te acoge,
el santuario para los encuentros con Dios.
La isla interior desplegada fuera, el refugio.
Así que con la casa también mantienes una relación,
con el cuerpo manifestado,
la madera vieja en los marcos, las puertas y ventanas;
las baldosas del suelo, inspiradoras, evocadoras
en cada paso a lo largo del pasillo,
quizás alguna temblorosa bajo tus pies.
El aroma en el aire, los aromas en los diferentes espacios,
ya tan familiares.
Las luces y colores, cambiantes a lo largo del día
y de la noche,
en las estaciones.
Los sonidos, la banda sonora de tus momentos de intimidad,
cuando se hacen más notorios.
Tal vez el sonido del tren de paso, el concierto de pájaros
o la voz del viento,
las conversaciones de las criaturas de camino a la escuela,
la máquina del taller del barrio, o la que corta el césped
o poda las ramas de los árboles en la montaña vecina.
O los cambios de humor del oleaje, al romper en la orilla.
Con la casa también se establece una relación.
Por momentos de amor inclusivo (cuando todo es acogido,
da igual lo que aparezca)
y ecuánime;
a veces amenazadora y hostil,
reflejando como un espejo
el profundo estado interior.
La casa es también el cuerpo.
Hay un cuerpo cercano que es un saco de piel lleno de vísceras,
huesos, sangre y heces,
y otro cuerpo más allá, de piedra y barro, madera y cristales,
olores, luces y sombras.
Y otro cuerpo extensivo, que son los paisajes cercanos
accesibles, para contemplar, caminar, respirar,
inspirar, integrar, interser
en una relación de interdependencia,
de amor, tomar y dar.
Como el cuerpo de carne, el cuerpo de barro
y el cuerpo extensivo
cuentan con diferentes puertas y ventanas como sentidos
abiertos a la experiencia.
La casa es también Dios manifestado, la Diosa Madre
vestida quizás con harapos,
con la ropa cómoda e informal, gastada por el uso,
sin joyas decorativas ni polvo de oro
(como en los altares y procesiones).
La casa también es el abrazo que te acoge,
la Madre que te acuna,
la ira y los cuidados,
la protección y la hostilidad.
Todo lo que está dentro está aquí también,
en casa.
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