"Qué manía con estar sola!", le dijo una vez su hija adolescente.
Eso la hizo pensar.
Desde que tiene uso de razón, reconoce su tendencia a proteger un espacio propio, un tiempo,
para la introspección, para el silencio.
Para contemplar las cosas.
Para la paz.
Para respirar.
Para la desconexión del hacer para la conexión
con simplemente ser.
Pero era una soledad llena.
Siempre la encontraba llena.
Los sonidos del silencio siempre están ahí, evocando presencias.
El vuelo de las gaviotas formaba parte ineludible de su escenario.
La tórtola, la paloma, el vencejo
en su balcón o en el terrado, acompañando su desayuno.
El movimiento de las personas en las casas vecinas, el ascensor que sube o baja.
El llanto del perro en la terraza de enfrente.
El tictac del reloj.
No podía sentirse sola o aislada de ninguna manera,
tan llena de presencias,
tantas vidas que contemplar, tantos mundos.
"To be is to interbe", decía Thich Nhat Hanh.
No puede ser de otra manera.
Entonces le llegaron esos abrazos virtuales
a su templo virtual.
Y la perspectiva se hizo aún más amplia, el enfoque más claro,
la visión un poco más precisa.
Más tupida todavía la red de afectos que nos sostienen.
Ser es interser.
Yo soy (este fenómeno manifestado)
porque tú eres (ese fenómeno manifestado).
Y viceversa.
La soledad no existe,
es una mera ilusión.
Ser es interser.
No puede ser de otra manera.
Tienes muchísima razón! es imposible sentirse sola ( estar/ ser sola) en un mundo en el que estamos rodeados de tanta belleza, de tantos seres que desean sentir con nosotros y que les sintamos, pero vivimos como los caracoles enroscados en nosotros mismos, sin ser capaces de disfrutar y mirar, que es mucho más que ver, todo lo que nos acompaña constantemente. Incluso los que no están, nos acompañan si se lo permitimos. Todos somos parte de lo mismo, como piezas de un puzle inmenso ; )
ResponderEliminarMil gracias, ha sido un placer leerte!
Un abrazo!
/\
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