miércoles, 19 de agosto de 2020

La letra con sangre entra.








Sólo a través del sufrimiento puede tener lugar la transformación -dijo.
Es una puerta -respondió ella.
Es la única puerta -insistió la amiga.
Dudó por un momento si decir algo más, pero era su amiga y compartían a menudo
y tenían la suficiente confianza.
En tu experiencia -dijo al fin.
En toda experiencia -reiteró la amiga-. Así es como es.

Ella volvió a pensar en el viejo eslogan:
"La letra con sangre entra".
Parece que ya fue destronado en el mundo de la enseñanza y la pedagogía.
Y sin embargo, sigue tan vigente.


Ella ve la Vida como una madre sabia.
No como el juez duro y vengador de algunas religiones.
La Vida como una escuela.
Una maestra paciente y generosa que te da un millón de oportunidades,
sin plazos cerrados para la entrega de trabajos o fechas de examen.
Y si lo parece
y toca repetir curso,
no pasa nada
porque sigues teniendo todo el tiempo del mudo.
Si existiera (el tiempo).

Una madre amorosa que te enseña a veces con dulzura y amabilidad,
a veces con sorpresas inesperadas, y estalla la alegría,
a veces con firmeza.
Según como convenga en cada momento,
el método pedagógico se adapta.
A veces parece que te odia.
A veces no entiendes por qué te deja que te aburras
(y luego descubres que no era tan aburrido
y el aparente vacío resultó ser un estimulante campo creativo).
A veces sientes que te abandona y paladeas la soledad
y la sensación de rechazo,
y de repente te encuentras viviendo una experiencia nueva de libertad,
independencia y autonomía.

Ella ve la Vida así,
como una madre amorosa que a veces te plantea retos difíciles,
crisis que te regalan oportunidades de crecimiento.
Y a veces el puro disfrute de la aventura de aprender.

- Nunca se vio a nadie aprender o crecer en situaciones de bienestar o de alegría -dijo la amiga.
- Cómo que no? Alguna de mis catarsis más profundas surgieron en situaciones de disfrute.
- Imposible. Dime una.







La exploración del Alto Yoga Tantra y la transformación de mi mundo cotidiano, por ejemplo.

Su maestra la introdujo en un retiro del que ella no tenía la menor pista.
La primera vez que asistió a cubrir una conferencia con meditación le pareció que había descubierto "la mejor ciencia de comprensión de la mente".
Tanto buscar en la psicología y la filosofía y resultaba que la causa de tanto padecer era en gran parte la mera "importancia personal". Ese yo separado tan importante.
Quiso quedarse a explorar un poco.
Y una día la maestra le comunicó que tenía una plaza para un retiro, de alguien que no podría asistir, y si la quería era para ella. Se la regalaba.
Lo pensó y decidió que sí.
- ¿Sutra o tantra? -le preguntó la maestra.
Sabía que el sutra se refería a eso que ella había dado en denominar "la comprensión de la mente", pero el tantra?
- Qué es eso del tantra? -preguntó.
- El camino rápido -respondió la monja.
- Ah, entonces apúntame a lo otro. Me gusta disfrutar del camino.
La maestra la miró un momento y escribió en el formulario: Tantra.

El primer día de asistencia ya le pareció que todo aquello era una locura.
Se evocaba un mundo de Budas, héroes y heroínas en un entorno estravagante.
La cogió por sorpresa.
Le parecía un despropósito tal que no podía evitar la risa ante cada imagen esperpéntica o relato disparatado.
Pero era una risa tierna y cómplice a la vez.
Y de repente estalló la gran carcajada.

Fue el gran disparate del mundo imaginado que se abría ante sus pies lo que le permitió reconocer el gran disparate del mundo del que procedía.
Ese mundo que hasta hacía apenas unos días le había parecido tan real, tan normal y familiar,
era igualmente un despropósito, lleno de obsesiones absurdas y objetivos sin sentido, enfados y frustraciones.
Como la asamblea de los tontos en un mundo al revés.
Y en esa comprensión estalló la carcajada.

Por la risa hasta la carcajada final.

Y el mundo al que regresó ya nunca fue el mismo.
Como si hubiera tenido lugar uno de aquellos once yogas:
la purificación de los seres migratorios.
Otra de esas "estravagancias".
Qué real parecía ahora!

El mundo al que regresó ya nunca fue el mismo
y ella misma era otra.

Por la risa hasta la carcajada
también tiene lugar la transformación.






La amiga se quedó pensativa, aunque no convencida del todo.
- ¿Algún otro ejemplo?
- Yo no llegué a la meditación a través del sufrimiento, la crisis o la búsqueda terapéutica. Fue más bien la experiencia deslumbrante de una sutil apertura de la conciencia la que me impulsó a quedarme a explorar un poco más y descubrir nuevos estados de conciencia.

No fue el sufrimiento sino la intensidad gozosa de nuevas experiencias de la conciencia.

Aunque la causa que te conduce a la meditación sea equivocada (ya sea la superación del sufrimiento o la búsqueda de nuevos placeres), el camino en sí es inteligente y se acaba revelando.

Entró en las artes marciales como un mero juego físico, básicamente para divertirse.
Muy pronto, en la práctica, encontró experiencias inesperadas de concentración, intuición, anticipación, reflejos, visión global, acción sin pensamiento, como una apertura de la conciencia que nunca hubiera sospechado tener.
Como una conquista de territorios nuevos, no conceptuales, no mentales ni verbales.
Un disfrute intenso y diferente que quiso explorar más.
Y así fue como encontró el camino del zen y la meditación.

A veces el profundo disfrute también te puede llevar profundas transformaciones.






- Pero una situación plana, anodina, una zona de confort sin riesgo, nunca va a producir ningún movimiento en una persona -insistió la amiga, cada vez con menos contundencia.
- El aburrimiento -resumió ella-. Por qué no?
¿No es en el aburrimiento donde tantas veces se da la creación, las ideas, incluso los descubrimientos?


La línea plana del aburrimiento,
las profundidades de las crisis y el sufrimiento
o los subidones de disfrute profundo.
Cualquier situación puede ser una oportunidad de transformación,
crecimiento, realización
y hasta de comprensión definitiva.

Al final, todas son meras experiencias,
situaciones sin nombre ni calificativos,
que el ego se encarga de etiquetar como "dolor" o "disfrute",
"alegría" o "sufrimiento", "aburrimiento", "crisis" o bien "oportunidad".

Tal como yo lo veo, la Vida no discrimina,
eso es más bien cosa de los apegos y aversiones del yo separado.

¿El sufrimiento te ofrece la oportunidad de cambio y transformación?
Sin duda.
Y la alegría también.
El profundo disfrute también te abre puertas y ventanas.
Y hasta el aburrimiento.

¿La letra con sangre entra?
Puede ser. Si no te haces adicta al sufrimiento.
Desde la adicción al sufrimiento
difícilmente el sufrimiento te permitirá comprender.
Porque en realidad lo que deseas es quedarte ahí,
en esa zona familiar llena de excusas y justificaciones,
para que nada cambie.

Pero también en la curiosidad, la alegría y el disfrute
se pueden producir grandes transformaciones
definitivas.

Sólo es cuestión de darse la oportunidad.







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