La entrega no es una opción.
Ni una decisión.
Y la transcendencia tampoco.
Estás viendo una película en la televisión, pongamos por caso,
o una serie de humor,
y de repente te levantas y desconectas
y Plaf!
Ahí está.
Todo de golpe:
hueles el olor de la tarde;
ves el cielo al otro lado del balcón,
las nubes y las gaviotas planeando en el aire;
escuchas los sonidos del silencio, cuando el mundo parece que se ha parado;
sientes la temperatura de esta primavera, tan atípica.
De golpe: la Vida.
Esa embriaguez.
La transcendencia.
No la buscabas pero ahí está.
Y lo mismo con la entrega.
No es que el yo se diga:
Tanto esfuerzo para tan poco, me rindo,
voy a entregarme y ya.
Eso sería... resignación.
El cansancio de la víctima.
La entrega no tiene nada que ver con ninguna decisión del yo.
Puede ocurrir que el sufrimiento sea muy profundo, o demasiado continuado,
y en un momento dado sueltas,
quizás efecto del desengaño;
ya no opones más resistencia
y te rindes.
Te entregas y, sorpresa,
resulta que al otro lado te esperaba el abrazo de la Vida.
O puede que la confianza sea tal
(da igual si el momento es duro o si es amable)
que te entregas.
Sin mediar pensamiento.
Sucede.
Porque no puede suceder de otra manera.
La entrega no es una decisión del yo separado.
Y cuando es así (una decisión del yo)
es otra cosa,
con otro nombre.
Ni la entrega ni la transcendencia son decisiones del yo.
No aparecen como una opción.
Porque cuando aparecen
son LA única opción posible.
Se adueñan de ti.
No tiene nada que ver con el libre albedrío.
Pero si las reconoces
(la experiencia de transcendencia, o de entrega),
si las identificas,
si te familiarizas con ellas,
entonces cada vez aparecen más fácilmente
(o las reconoces más fácilmente),
con más asiduidad,
y sus estancias son más largas.
Y podría parecer que se instalan, como una segunda piel,
corriendo por tu sangre en las venas
y en el aire en tus pulmones.
La entrega ya es una forma de estar,
de ser.
O la transcendencia.
Y cuando las dos forman parte de ti,
y tú de ellas,
ya no vas a buscar más el nirvana en ninguna otra parte.
Ni en otra vida.
(Texto inspirado en un audio de Alfred Font, de El camino sin camino)
Hola! Hace ocho años me suscribí a tu blog, pero desde entonces no volví a entrar a blogger, ni a mi propio blog. Ahora vuelvo a entrar porque no me acordaba qué era este blog, y me ha encantado este post! ♥ Muy hermoso. Muchas gracias!
ResponderEliminarBienvenida de vuelta, Ámbar.
ResponderEliminarEspero que todo esté bien en tu entorno.
Un abrazo.