jueves, 10 de enero de 2019
El instante eterno.
El sol suave en el rostro, y en el cuerpo.
Ligera brisa de bosque.
El canto de los pájaros.
El sonido de los motores de este mundo, imparable
(el ascensor, trabajos del barrio).
Las gaviotas al aterrizar sobre los tubos de las chimeneas.
El silencio atronador, aquí, ahora.
Algo se inflama dentro, de plenitud, de consciencia,
de presencia.
A veces, piensa que si la intensidad del instante eterno se hiciera estable,
tal vez sería insoportable.
La única posibilidad es, quizás,
que la intensidad se transforme en la serenidad
de la entrega.
La entrega.
De ahí que la única forma de vivir el instante presente
consista en la disolución del yo.
De otra manera, sería insoportable.
La magnitud del instante eterno, aquí y ahora,
es demasiado poderosa para el pequeño yo.
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