Allá donde va encuentra una versión de su terrado, ese templo al aire libre donde hacer ofrendas (el desayuno, quizás la cena, la meditación, la contemplación, el maravilloso cuerpo ilusorio de este planeta).
Aquí es fácil, su cabaña de madera en medio del bosque, en la montaña.
En realidad, dispone de dos cabañas:
una de madera, que acoge la cama, el altar y el cajón de meditación
y otra cabaña de piedra con dos estancias, para la cocina y el aseo.
Apenas dos metros la una de la otra.
La primera noche, cuando se disponía a dormir, abrió los ojos desde la almohada y encontró una poderosa luna llena tras el marco de la ventana, junto a la cama.
Por la mañana, la despertó un resplandor anaranjado que atravesaba la otra ventana a sus pies, anunciando la inminente salida del sol por detrás de la montaña.
¡Cielo santo!, pensó, rompiendo una vez más su retiro de silencio interior,
¡Esto es el paraíso!
Salió al exterior, perfumado de pinos, y efectivamente, ahí estaba la Tierra Pura.
Regresó al interior y se sentó en el cajón de meditación sin siquiera preparar las ofrendas en el altar (agua, velas, incienso), abundante en ofrendas ella misma.
Las compartió, era imposible desprenderse de ellas, ya estaban dentro. Ya formaban parte.
Se entregó a su contemplación del cuerpo ilusorio, el suyo propio (tan pleno, sano, perfecto),
el del Buda mismo ante ella,
el de la Tierra Pura que les acogía.
El cuerpo ilusorio del silencio también,
los pájaros que empezaban a cantar, el canto de los pájaros,
algún grillo despistado todavía.
Se levantó respetuosamente y salió al exterior a seguir contemplando,
el sol brillando en todas las criaturas.
Escuchó algunos pasos por el camino que conduce al refugio, a la hora del desayuno.
Se sintió afortunada también por su retiro de horarios y comidas en grupo.
En su pequeña cocina guarda todo lo que necesita para una semana frugal.
No desea los bufets abundantes que, curiosamente, ofrecen la mayoría de retiros de meditación. No son para ella.
Despojada de horarios y actividades, no tiene que correr ni encontrarse con el ruido de la multitud, ni con la propia avidez reflejada fuera, como en un espejo.
De nuevo, regresó al pensamiento sobre la abundancia de comida en algunos retiros.
Si se supone que todo lo que comes fuera de lo estrictamente necesario para nutrir tu organismo, el resto está intentando calmar emociones (como el miedo, la soledad, ansiedad, frustración, etc.),
¿son quizás todos esos fantasmas, despiertos en la introspección, los que devoran nuestros platos?
De cualquier manera, ésa no es su experiencia en este retiro de silencio aislado.
Soltó el sonido de los pasos camino del comedor.
Regresó aquí y ahora.
Las hojas de los pinos resplandecientes, ofrecidas al sol, omnipresente y poderoso en un cielo claro;
las piñas esparcidas en un suelo de tierra y hojas secas y ramas y zarzas y arbustos verdes.
El silencio vacío y atronador al mismo tiempo.
El vuelo de una mosca, el aire sutil en las hojas de los árboles,
el canto de un pájaro, o dos,
la brisa levantando suavemente una hoja de su cuaderno,
las mariposas blancas.
Quién soy yo? *
Intuye que todo eso.
* Retiro personal
para la práctica
de la indagación "¿Quién soy yo?"
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