domingo, 4 de marzo de 2018

La práctica de vivir como Buda.






En lo que a mí respecta, siempre está presente el ego;
el yo-Buda está dormido.
Y lo mismo en el caso de las demás personas con las que me relaciono.
Cómo despertarlo?
-se preguntaba la amiga.

Ella se ríe. Suena, como mínimo, paradójico, eso de despertar al yo despierto.


La última vez que ella le dijo
"Pero tú eres una auténtica bodisatva, ¿es que no lo ves?",
la amiga se sintió profundamente tímida e incómoda:
No me digas eso, estoy llena de faltas,
y además, si me ves así me siento desbordada y me bloqueo.





Parece que instalarnos en el yo-ego resulta una especie de zona de confort, sin demasiados requerimientos ni exigencias.
"Yo soy así y nunca cambiaré", dice la canción.
O quizás sí podría cambiar (porque mi religión me lo dice;
el budismo, por ejemplo, nos asegura que todos los seres alcanzaremos la iluminación),
pero dame mi tiempo, tengo por delante muchas vidas, muchos eones.
No hay prisa.

El yo-ego nos mantiene en la zona de confort del sufrimiento familiar, ya sabemos más o menos de qué va esto de la existencia humana.
Hasta que el sufrimiento es demasiado intenso y nos catapulta a algún lugar.
Por eso se dice que la iluminación es como una flor de loto, que nace del lodo.
¿Pero es necesario buscar y crear tanto sufrimiento en nuestra vida, hasta que sea insoportable, para salir de este pequeño y castrado yo?





Quizás piensas que no es posible ver el yo-buda en las demás personas.
Ves lo que ves, lo que aparece.
Y parece que lo que aparece no suele ser precisamente la mejor cara de lo que somos.

Pero piensa un momento.
Tal vez te ha pasado alguna vez que te encuentras ante alguien con un comportamiento mezquino. Pero resulta que te has entrenado para ver automáticamente sus causas:
quizás su dolor, puede que esa persona se sienta amenazada o abandonada o rechazada, etc.
Es decir, ves a una persona mezquina pero te has entrenado para ver también la niña o el niño herido que hay en el origen de su mezquindad,
o la soledad, o el miedo, o lo que sea.
Ves a una persona malvada pero ves también a la persona vulnerable y sufriente, a la que desearías abrazar y proteger.
Porque te has entrenado.
Ves a un yo que se manifiesta (el mezquino) pero también ves al otro (el amoroso).

Pero el yo-buda también está ahí.
Y si no lo puedes ver es simplemente porque no te has entrenado para ello, te falta práctica.





Prueba a ver en la otra persona también el yo pleno, libre, sin complejos si expectativas, ni exigencias ni apegos.
Aunque ni ella misma lo sepa, que está ahí.
El yo que ama desde la libertad, el yo sin miedo.
El yo entregado, que fluye en la vida con lo que parece que aparece y desaparece, con el nacimiento y la muerte.
Prueba a reconocerle y, con el tiempo, con la práctica, le verás con la misma facilidad con que ahora ves en el gesto de mezquindad a la persona herida y asustada.
Están ahí. Todos esos yos están ahí.
Y no vale la falsa humildad, la cobardía, de no querer ver a los yos más libres y sin miedo que también somos, el yo-buda.





Querida amiga, la práctica
es una buena práctica para reconocer y dar vida a tu yo-buda.
Y la práctica, como el amor, se proyecta en todas direcciones.
No vale la práctica discriminatoria (te amo a ti pero no a aquella otra persona; puedo ver el buda en ti pero no en mí misma). No funciona así.
Si sientes la experiencia del amor, amas, y nadie se libra de ese amor que proyectas y lo empaña todo.
Si de verdad ves al buda allí fuera, lo ves dentro, porque la experiencia de buda te ha permitido comprender que no hay fuera ni dentro.
No vale decir que veo al buda en ti pero no en mí,
como no vale decir que amo a los demás pero no a mí misma.
Eso no es amor, es otra cosa, que tiene otro nombre.
Y no hemos visto de verdad a buda si aún seguimos separando.
Y seguimos esperando.





Querida amiga, ya que me preguntas, creo que la forma más práctica de vivir y reconocer el yo-buda es practicar el yo-buda.
Si te resulta más fácil, empieza identificándolo fuera.
No tardarás mucho en verlo en todas partes, dentro también.





4 comentarios:

  1. Querida Marié,
    Tus palabras son un bálsamo para mi yo-Buda.
    Mi yo ego que se hizo gigante ante el maltrato, el abuso emocional y sexual, pensó que así protegería a yo Buda de ser dañado.
    Y en ese intento consiguió lo contrario:la separación, la soledad y la depresión.
    Doy las gracias a yo ego por ayudarme a sobrevivir, pero ya no le necesito.Yo Buda quiere vivir esta Vida preciosa sin miedo y con amor.
    En esa práctica estoy.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar