jueves, 1 de marzo de 2018
La palabra amorosa y la escucha profunda.
Cómo protegemos nuestro ego, ese "yo"!
Con cuánto mimo y condescendencia!
Me pregunto cómo sería mi vida si protegiera de la misma manera mi naturaleza de Buda,
mi "yo-Buda".
Alguien se preguntaba una vez en voz alta cómo sería la vida diaria de una persona iluminada,
cómo debía ser la experiencia de vivir
de una persona iluminada.
Una pregunta de difícil respuesta, concluyó.
Ella pensó que quizás no tan difícil.
La diferencia entre una persona iluminada y yo, se respondió a sí misma,
es que la persona despierta designa "yo" en el buda que ya es,
mientras que yo designo "yo" en este pack cuerpo-mente histórico con el que me identifico.
La persona iluminada vive como el océano que es y yo como la ola (grande, pequeña, sucia, limpia, naciente o muriente) que soy.
Sabré que empiezo a despertar
cuando empiece a designar "yo" en el ser despierto que ya soy.
En algunas tradiciones budistas se da mucha importancia a la práctica de la "palabra amorosa".
Y eso a menudo se interpreta como una especie de amabilidad permanente.
A menudo, somos tremendamente amables con el "yo mundano", eso que llamamos ego, este pack cuerpo-mente.
Con las manifestaciones del egocentrismo (el propio y el ajeno), sus rabietas, su dolores, su sufrimiento, sus exigencias.
Sus opiniones y puntos de vista.
Sus decepciones y dolores, si no se siente "acompañado".
Y, sin embargo, desatendemos absolutamente a nuestro yo-buda, nuestro yo despierto.
Le negamos, no tres veces, sino permanentemente, sin parar.
Le rechazamos. Lo enterramos, lo ocultamos en la sombra.
Si alguien se dirige a mí como mi "yo despierto", si lo ve, si lo reconoce,
puede que responda con "humildad", negándolo, arrinconándolo.
Ese maltrato de la invisibilización y la negación.
Pero si confrontan mi ego, el pequeño yo con el que me identifico,
puede que me sienta herida o incluso me enfade y rompa la relación con esa persona o situación.
Y reclame la "palabra amable".
Propongo realizar la práctica de la palabra amorosa durante un tiempo de una forma diferente.
Voy a comunicarme con amabilidad con mi yo despierto, y el de los demás.
Voy a visibilizarlo, reconocerlo, respetarlo, protegerlo, asumirlo.
Voy a identificarme con él y a reconocerlo como quien soy.
Y lo mismo respecto a los demás.
Voy a practicar la palabra y la mirada amorosas con el buda que ya somos.
Voy a vivir como el buda despierto que ya somos y practicaré con él la palabra amorosa y la escucha profunda.
Respecto al pequeño yo egocéntrico que he adoptado y asumido como "yo",
amiga mía,
tienes mi permiso para desvelar sus rabietas y enfados,
su avaricia y sus miedos,
sus mentiras y autoengaños,
sus manipulaciones y justificaciones autoprotectoras.
No me sentiré maltratada o cuestionada cada vez que lo identifiques y me lo muestres.
Nos reiremos juntas:
Otra vez me secuestró
y me colocó sus gafas pequeñas
y su pequeño corazón asustado.
Y yo haré lo mismo contigo.
Y ni a ti ni a mí nos importará si se siente disgustado o incómodo, agredido o intimidado.
Practiquemos la palabra amorosa y la escucha atenta con el yo que realmente somos.
El ego enfermo que sufre tanto
también nos agradecerá un descanso.
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Qué gran verdad ésa de que "necesitamos" desesperadamente, o creemos necesitar, de palabras amables para satisfacer nuestro ego.
ResponderEliminarReleo hoy una entrada de diario de hace más de dos años, donde descubría mi adicción a las argumentaciones, cuanto más complejas, tensas y crispadas, mejor; fue aquella entrada de diario un relumbrón de conciencia, pero dos años y medio después sigo cayendo en las mismas zanjas. El ego me hace tropezar en sus trampas una y otra vez, sabe disfrazarse y camuflarse para que no lo encuentre, y la mayoría de veces sólo me doy cuenta de que me ha vuelto a cazar cuando estoy metida en la red.
Como bien dices, tendríamos que practicar la palabra amorosa con nuestro Buda interior, pero yo aún me hallo lejos de descubrirlo. Por ahora me conformo con la fase de la risa, de encontrar el humor suficiente para reírme de mí misma y mis tropiezos; "a veces, Samsara me hace reír", que decía Shariputra, ésa es mi referencia.
La suscribo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Marié, gracias por tu maravilloso compartir.
ResponderEliminarPuedo pedirte otra entrada profundizando sobre cómo sería de forma 'práctica' o como se hace lo de atender al yo-buda?
Un fuerte abrazo
Por cierto soy Carolina..
ResponderEliminarLo intento, Carolina.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Marié, acabo de llegar por puro azar a tu blog, es maravilloso, muchísimas gracias por compartir, por tu tiempo y el amor en tus palabras. Estoy muy contenta de haberlo encontrado, un lugar al que acudir a reflexionar y a recordar la verdad. Un saludo.
ResponderEliminarY gracias a ti también, Terenga, por hacerme saber que te resulta útil.
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