martes, 29 de marzo de 2016
La Atención Plena no significa atención selectivamente parcial.
La renuncia budista siempre le había resultado relativamente sencilla. Liberadora. Una experiencia gozosa.
Soltar deseos y sufrimiento. Entregarse, amorosamente.
Eso era fácil.
Qué bien se estaba en los retiros, en los vínculos afectuosos con la sangha, en las experiencias de transcendencia en la meditación.
Especialmente en el silencio. En los retiros de silencio era donde se sentía más libre.
Con permiso para no hablar (hablar, esa manera de "cuidar", de estar por la gente).
Silencio. En el silencio era como si se desprendiera de toda responsabilidad.
La experiencia de amar a secas. Nada que demostrar.
A veces, sentía tanto amor que estallaba en carcajadas,
en los retiros de silencio.
La renuncia es relativamente fácil, pensaba.
Lo difícil es quedarse aquí, estar aquí presente, disponible, consciente del sufrimiento del "samsara", del dolor del mundo, y seguir enamorada, de la vida. Seguir amando. Seguir transcendiendo, en un aroma, un sonido, una mirada, un sabor...
En una entrevista a Jose Luis Sampedro, el profesor decía: "Se habla mucho del derecho a la vida pero no se habla tanto del deber de vivir".
Vivir, con mayúsculas. No meramente sobrevivir. Vivir el milagro, la oportunidad de "despertar" en cada instante. Vivir despiert@s.
Estar aquí, en este sueño, implicarse, y seguir amando. Felizmente despierta.
Felizmente viva.
Admiraba a Thich Nhat Hanh porque estaba aquí, presente, con un "budismo comprometido", organizando ayudas en las tragedias de la historia que le había tocado vivir, y al mismo tiempo enamorado, de cada paso sobre la tierra, de cada gota de agua fría que salía del grifo de su pequeño cuarto, con la que se lavaba la cara cada mañana.
Enamórate de la madre tierra, decía; tienes que aprender a vivir enamorad@. Y consciente. Con atención plena.
Las cinco prácticas de la atención plena no eran sólo una forma individual, espiritual, interior, de vivir. No era sólo una experiencia interna sino también una forma externa, manifiesta, de estar en el mundo. Lo uno sin lo otro sería una contradicción, un autoengaño.
Pongamos por caso la primera práctica de la atención plena, que se refiere al voto de no matar.
No matar a una persona, a un animal, evitar comer carne en un entorno urbano en el que la explotación animal es innecesariamente cruel. Pero la propuesta no se queda en la superficie más evidente. "También debemos contemplar las ventas de armas y desafiar las estructuras responsables del asesinato. El matar impregna la vida moderna: guerras, conflictos raciales, cría de animales (en condiciones de terror) para aprovisionar los mercados urbanos, y el uso de insecticidas dañinos" (declaraciones de Sulak Sivaraksa, en el libro "Vivir el budismo", de TNH).
El voto de no matar es una manera de vivir, un compromiso adquirido, al nivel que tú puedas o decidas. No es una una mera emoción bondadosa, una simple oración sin consecuencias (a Dios rogando y con el mazo dando). Es una apertura profunda y sincera, abrirse al mundo que aparece, con atención plena (no una atención deliberadamente, selectivamente parcial) y adoptar compromisos responsables, en la medida de tus capacidades, como tu decidas.
Pongamos otro ejemplo. La tercera práctica de la atención plena consiste en hacer el voto de abstenerse de una conducta sexual irresponsable.
Al igual que las demás prácticas, se trata de realizarla en nuestra vida personal e intentar no explotar ni dañar a los demás. Y eso implica evitar mantener relaciones que puedan dañar a alguien, o a un@ misma, a corto o largo plazo. Y también implica proteger de la violencia sexual a las niñas y niños en cualquier país del mundo, ya sea en tiempos de guerra o de paz. Pero también implica saber ver "las estructuras de dominio masculino y la explotación de las mujeres en todo el mundo. Porque las estructuras de la codicia, el odio y la ilusión patriarcales están interrelacionadas con la violencia en el mundo" (Sulak Sivaraksa).
La violencia de la cultura patriarcal aparece evidente en el maltrato físico y los asesinatos de mujeres, por parte de sus parejas o exparejas, pero también está latente, entre otras formas, en un sinfín de actitudes cotidianas de utilización, explotación e invisibilización femenina.
Por no hablar de la competitividad segregadora y la explotación del planeta mismo.
En la película (muy bien considerada en los entornos espirituales, como lo había sido en los círculos literarios el libro en el que se basaba), el padre, al borde de la muerte, hace llamar al hijo para que venga a su pequeño santuario personal, donde habita, a entrevistarle para escribir un libro biográfico, la historia de su vida. En el proceso, en el que el hijo tiene la oportunidad de ir conociendo un poco más al padre, el protagonista le habla de su no-miedo a la muerte, porque él no es este cuerpo que está a punto de abandonar, que cada vez funciona menos y duele más. Le habla de su experiencia de no-dualidad y fusión con el cosmos, donde todo es una sola cosa y lo mismo.
- Me suena a un discurso hueco -dijo ella en el compartir.
- Por qué? Es profundo -coincidían l@s demás.
- La teoría sí, pero esa ecuanimidad cósmica no suena creíble en su hacer.
No hay ecuanimidad ni unidad en todo lo que comparte con el hijo mientras la esposa se ocupa del avituallamiento diario (la organización de la casa, la comida), o en la escasa atención sobre la hija mayor, que llega en el último momento con las criaturas. Madre e hija contemplan con admiración al hombre que se va mientras él realiza la "transmisión directa" en el hijo, en el que quiere sobrevivir, según sus palabras. Y en los estertores de la muerte son ellas las que reaccionan para hacerse cargo de su cuerpo y cuidarle.
¿No os recuerda un poco al Cristo y sus discípulos, mientras las mujeres se hacen cargo de los cuidados de su cuerpo al bajarlo de la cruz, o a los maestros budistas haciendo la transmisión directa del linaje al monje elegido?
- ¡Pero cómo eres! ¡No te fijes en eso!
- Por qué no? Está ahí.
- Pero eso no es lo importante.
Las prácticas de la atención plena te llevan justamente a eso, a la atención plena, no a la atención deliberadamente parcial. Que tu visión sea cada vez más amplia y profunda, sin censuras ni prejuicios.
Que asumamos el compromiso mínimo de ver lo que hay, por invisible o sutil o latente que permanezca en lo más profundo de tu adn cultural.
Que observemos las cosas sin censura, en la medida que tu atención te permita.
Atención plena (en la medida a la que llegues),
nunca deliberadamente, selectivamente parcial.
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Tus relexiones ponen palabras a ideas que de alguna manera estaban dentro mí, haciendo que cobren sentido y dejando en mí la agradable sensación de ver con claridad. Quizás esté relacionado con lo que comentas en el artículo de las semillas del subconsciente. Puedo, al entender, nutrir semillas que de repente veo con claridad. Gracias y un abrazo.
ResponderEliminarY muchísimas gracias a ti por compartirlo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.