lunes, 15 de diciembre de 2014
Un sólo instante de presencia bastaría.
Lluvia.
Como un retiro.
Como esa vida de clausura que soñaba de pequeña;
ella, que también soñaba bambas y tejanos y mochila ligera a la espalda y el mundo bajo los pies.
Mañana parará de llover y tocará el sueño del mundo bajo los pies.
Hoy toca recogimiento y retiro.
La cortina de agua, la lluvia de nubes, cuando las nubes se disuelven en néctar y ambrosía.
Entre sus montañas de libros apilados apareció Nagaryuna.
"Una gota de ambrosía para todos".
Eso fue ayer. Y hoy llueve nubes de gotas de ambrosía. Bendita lluvia.
Se despierta lentamente, con el sonido de la lluvia.
Hoy no hay que correr camino de la bici, antes de que se acabe el último cruasán de almendras de la cafetería de la playa.
Se levanta lentamente.
Lava sus manos, sus ojos, su boca; se limpia por fuera y por dentro.
Se vacía de los sueños de la noche y del día, de ayer, de antes.
Para ofrecer una presencia limpia y ligera al nuevo día que ya se despliega.
El vaso de agua con limón, despertando los órganos internos, desperezando el hígado,
mientras prepara la mesa sin prisa.
El café, las tostadas tiernas, el aceite de linaza y el azúcar oscuro.
Pan, aceite y azúcar, café y agua. No necesita más.
Aun en los retiros, cuando ella era la encargada de preparar aquellos desayunos copiosos (panes, frutas, cereales, leche de quinoa, de avena, de arroz, de alpiste, tahini, quesos, aceites y tomates, sal del Himalaya y azúcar de caña, mermeladas, mieles variadas, café, té, infusiones de especias...), aun entonces, desplegado el primer ágape del día para la sangha, ella se sentaba con su café y pan, aceite y azúcar. Como en la infancia, como en su vida universitaria, cuando no había más.
Aún ahora le parece suficiente.
Disfruta de lo suficiente, embriagada por el sabor amargo del café solo y las semillas disueltas en su campo de trigo endulzado por la caña de azúcar oscura.
Con la banda sonora de la lluvia y el tictac del reloj.
Esta abundancia.
Hace tiempo, por Sant Jordi, la sangha había preparado en la calle una mesa de libros a la venta, todos del mismo autor y guía espiritual.
Ella miraba el inspirador muestrario de portadas coloridas, como cofres llenos de tesoros.
Pensó en voz alta: Cuántos viajes, en cada ejemplar.
Entonces alguien a su lado dijo:
Sí, pero uno solo bastaría, si lo leyéramos de verdad.
Uno solo bastaría, recuerda ella a menudo.
Siente que un sólo instante bastaría.
Lava los cacharros del desayuno con el agua justa, la temperatura justa.
Extiende el edredón sobre el futón y distribuye los cojines.
Dobla la ropa de anoche, el jersey de lana con olor a "amber musk jamid", que guarda entre la ropa, en el armario.
Cada aroma en sí mismo (un sólo aroma) es como el libro más profundo revelado por el mismísimo Buda.
Un libro basta para despertar, si lo leyera de verdad, con entrega y atención.
No necesita leer todos los libros del mundo.
Mientras se mantiene entretenida con todas las lecturas del mundo pierde la presencia definitiva de un sólo verso.
Un sólo aroma basta para abrir la puerta, los ojos, el corazón.
Un sólo sonido basta para despertar.
Con el clic de una gota sobre el cristal basta para despertar.
Con un sólo sabor plenamente degustado basta.
Uno, en este instante.
Siempre es uno en este instante.
Excepto si lo pierdes.
Con la experiencia de la toalla caliente en las manos, o el agua fría en el rostro.
Con estar presente en un sólo instante bastaría para comprender, para darse cuenta,
para despertar.
En este preciso instante.
No se necesita más.
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Marié, gracias por tan exquisito relato. Como me gustaría llegar a vaciar los sueños de la noche y del día, de ayer, de antes. Que trabajo me está costando. Agradezco tus post y te envío un saludo de Navidad desde Bogotá.
ResponderEliminarSí, cuesta.
ResponderEliminarY es que el ego no se cansa de contarse historias (de ayer, de la infancia, de hoy, de mañana).
Pero también hay alguien aquí que reposa en silencio, contempla sin juicio y simplemente es.
Generalmente prestamos mucha atención al ego parlanchín (incluso nos identificamos con él), pero es cuestión de práctica acostumbrarse a escuchar al otro. A ser lo otro.
No digo que sea fácil -pero sólo por los hábitos adquiridos.
En sí, creo que es más difícil y pesado y agotador tener en "on" todo el tiempo el mono loco y parlanchín (todo el tiempo saltando de rama en rama).
Te deseo unas apacibles fiestas.
Y te envío un fuerte y consciente abrazo.
Hola Marie. me he sentido identificada con lo de la vida de clausura soñada. Cuando era chica sólo dibujaba monjas y decía que quería ser monja de clausura..ja.ja.ja..
ResponderEliminarMe ha encantado leerte, poco a poco voy encontrando el equilibrio perdido aunque la medicación ha mutilado mi lado mas creativo. El lado positivo es que soy mas capaz de organizar y atender mi hogar y mis quehaceres diarios. Es raro, pero por ahora, es lo que hay y sé que debo aceptarlo. Mi autoestima está tocada pero como decía un budista (no recuerdo el nombre) "No siempre así" todo se resume en estas tres palabras.
Hola Sonia.
ResponderEliminarSiento que estés pasando por momentos difíciles.
No dejes de escribir, da igual lo mutilado que creas que está tu lado más creativo.
Y ya sabes que estoy aquí y me encanta leerte (especialmente tus textos más personales).
Un fuertísimo abrazo y espero volver a tener noticias tuyas
y de tus escritos.