lunes, 8 de septiembre de 2014

Levanta la mano.






Últimamente había recuperado sus desayunos domésticos.
A solas en la casa. Los sonidos del silencio.
El tic tac del reloj,
la vida tranquila que ascendía por el patio de luces.
El café y las tostadas, el silencio interior,
la contemplación.
Sin colas ante la caja de la cafetería
de la playa
ni la tensión de si aún quedaría algún cruasán de almendras.
Se sentaba ante el café a contemplar la quietud y el silencio de su hogar
y a la vez presenciaba la quietud y el silencio del océano gris, la arena gris, el aire gris,
la película muda de la Plaza del Mar.
Tod@s poseemos el don de la ubicuidad.

Al final del desayuno, en el epílogo, repasaba mentalmente su agenda.
Meditación frente al mar y baño.
Charla con el jardinero del barrio
(sentado a la puerta de la tienda con su cigarrillo eterno entre los dedos),
sobre la posible causa de las mordidas de las plantas de su amiga, que se había encargado de cuidar en su ausencia.
Comida familiar en un restaurante significativo.
La sesión de artes marciales a la noche.

Levanta la mano cuando conectes con eso que le da sentido al día.
En el instante que toques la eternidad.
Si has dado un espacio en tu día a estas situaciones, por algo será.




El desayuno, como una inmersión en el océano de la vida. ¿Estoy conectando ahora?

Cada instante es una oportunidad
para conectar
con la eternidad.











2 comentarios:

  1. Me dan ganas de decir una palabrota para expresar lo que he sentido al leerte, ja, ja,ja pero me abstengo...demasiado delicado este espacio :) pero lo gritaré desde mi ventana porque es verdad! :)

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  2. Este espacio es delicado y también todo lo contrario.
    No te cortes. :)

    Un placer tener noticias tuyas.

    abrazo fuerte.

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