domingo, 23 de octubre de 2022

El silencio en la escucha atenta.

 


Me preguntas sobre desaprender.
En qué consiste, cómo identificar lo que hay que desaprender, y lo que no.
Cómo llevarlo a cabo.
Y acto seguido la universidad de la vida nos presenta una ilustración:
El conflicto.
Y el consiguiente impulso de ayudar.

Pongamos que vivo un problema y te lo cuento.
O simplemente lo ves, eres testigo.
Con la mejor intención, lo abordamos. 
No lo dejamos pasar como si no existiera. Lo queremos comprender.
Y eso está muy bien.
Con la mejor intención, quieres ayudar.
Ayudar.
Y quizás se nos escapa que en nuestro ánimo de ayudar
y ofrecer soluciones
ya existen juicios, prejuicios incluso (a menudo invisibles)
y un saco lleno de lecciones para regalar.
Con la mejor intención.
O simplemente un hábito aprendido.
(Para sentirnos importantes, para que nos quieran...
cada cual sabrá sus motivaciones ocultas).
Y quizás es una vieja costumbre para soltar,
sostenida en una serie de creencias 
para desaprender.



Si vives un conflicto, un bloqueo en tu vida 
(con alguien o con alguna situación),
estoy aquí para escucharte, amigo mío.
Para acompañarte.
Para comprenderte en la medida que me sea posible.
Y poco más.
No esperes de mí un "no", "estás equivocado".
"Yo te voy a enseñar cómo son las cosas".
"Yo te voy a dar la solución".
No esperes que te diga lo que sientes, como si lo supiera mejor que tú.
No esperes que te dé respuestas,
como si alguien fuera de ti supiera mejor que tú las condiciones visibles
e invisibles
de tu vida,
las físicas y las emocionales,
la trayectoria histórica que te ocupa.

Si siento un dolor y lo comparto contigo,
no me digas que no lo siento, que no es real,
mi culpa en el asunto, mi responsabilidad.
Con la mejor intención, ya lo sé.
No me repitas todas las teorías espirituales
que hemos leído y escuchado.
Porque todo eso probablemente yo ya lo sé.
Si tienes la visión para comprender todos los condicionamientos kármicos
o emocionales
que han emergido en estos momentos de mi vida,
o si no tienes esa capacidad,
no importa.
Basta con que me escuches,
la escucha atenta,
desde el más profundo silencio interior.
Acalla todas tus voces y todas tus lecciones.
Es suficiente con que me acompañes,
me veas navegar este pequeño tsunami
y lo dejemos pasar.
A veces puede que te parezca que me engulle,
que me hundo en las entrañas de un océano de confusión.
No importa, emergeré de nuevo.
O no.
Aun si me fuera la vida en ello,
no importa tanto.
Pero no me des consejos si no te los pido.
No me des lecciones,
ni soluciones.
No resuelvas por mí.
Puedes hacerme preguntas, si las necesitas para comprender mejor
la travesía por la que estoy pasando.
Pero no me des tus respuestas,
porque necesito hacer mi propia exploración
y no me sirve que pongas tus palabras en mi boca.
Déjame buscar las mías propias.
Y no me juzgues, me valides o me rechaces.
Acompañar es suficiente.
Y si además tienes confianza en mí, mejor que mejor.
Estar presente, amigo mío, me basta.
Esa compañía.
No es necesario que te esfuerces más, para dar algo más.
Eso es todo.
Todo lo demás me sobra.



Sobre desaprender, la vida diaria nos presenta a cada momento
hábitos personales, tendencias y creencias que conviene soltar.
También en nuestra llamada a ser útiles y ayudar:
Dar lecciones. Validar. O rechazar.
Juzgar. Imponer soluciones.
Todo eso que te parece tan certero para ti quizás no vale nada para mí,
si no lo descubro por mí misma.
La arrogancia que se disfraza de todos esos servicios que aparentemente surgen de la bondad.
La inseguridad oculta tras esa arrogancia
y esa certidumbre.
El miedo.
Todo eso puedo empezar a verlo.
Y se desaprenderá solo.

Así que ya lo sabes, amigo mío.
Cuando afrontes un conflicto doloroso,
aquí estoy para escucharte,
para acompañarte en la travesía, si es posible,
hasta que las aguas se apacigüen.
Porque confío en ti.
Y nadie más que tú tiene las respuestas que buscas en tu propia aventura humana.
Por eso no escucharás de mí consejos ni soluciones,
ni juicios ni críticas,
ni tampoco validación o decepción o rechazo.
Nadie más que tú saldrá de tu propio agujero
Y nadie mejor que tú sabe cómo hacerlo.
Y lo mismo sobre mis propios agujeros negros.

Confío en ti, eso es todo.
Confía en mí tú también.
No me quieras ayudar demasiado.
Contar contigo es el más grande regalo.
No me quieras dar más.




2 comentarios:

  1. ¡Qué cierto y qué importante! Después de tropezar muchas veces en la misma piedra, me di cuenta que, queriendo ayudar, a menudo no servía de nada mi esfuerzo, y a veces incluso hacía más daño, sin querer. Hay que tener la mente muy clara para saber cómo ayudar, para no hacer daño aún sin quererlo, para descubrir nuestras motivaciones ocultas tras ese deseo de ayudar.

    Pero escuchar nunca hace daño. Siempre es el primer paso para ayudar a alguien. A veces no sabemos dar otro paso, pero ese ya es muy importante. Hablando no se entiende la gente, a la vista está. La gente se entiende escuchando.

    Gràcies Marié.

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  2. A tu també, Vicent, per compartir la teva experiència.
    Abraçada.

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