viernes, 14 de febrero de 2020
El pendrive en el cajón.
Metió la mano en el cajón buscando un pen drive para guardar unas imágenes.
Hace tanto tiempo que se apoya en otras personas para estas gestiones técnicas de la vida
que ni siquiera sabía si encontraría el objeto que necesitaba
y cómo lo haría, lo que deseaba hacer.
Y sí, encontró un pen drive en el cajón y lo instaló en una de las entradas del ordenador
(tuvo que desconectar un cable que no sabía para qué servía, pero no interfirió en el uso momentáneo de la máquina; luego comprendió que lo necesitaría para el escáner, pero ahora no era el caso).
Después de guardar las imágenes en el pequeño dispositivo, encontró en él una serie de textos de difícil acceso,
algunos de ellos ni se abrían, pero los títulos le resultaban familiares.
"Diario de una madre budista (irreverente)",
"Llueve", "La casa de citas (una historia de apego y mucho, mucho amor)",
"Tantra para la vida cotidiana",
"Hoy cumplo 15.000 millones de años",
"Emails que probablemente nunca leíste", "Notas para una adolescente"...
Al final, los textos se hicieron accesibles.
Y fue como una lluvia de bendiciones.
Tantas historias de amor.
Amor y duelos.
Amor y transformación.
Amor y pérdida (en ningún caso desamor).
Amor y entrega.
Amor amor.
Pero todas eran experiencias de amor inmenso desde la experiencia humana
(lo cual implica algún dolor).
Amor de ida y vuelta.
Amor sin vuelta.
Amor amor.
Pensó en hacer una copia, en cada caso, para regalar a la persona implicada,
como una crónica de la vieja película compartida en el pasado.
(Muy apropiado para este día de San Valentín.)
Pero lo dudó.
Porque hay veces que los nuevos "yos" sienten cierta aversión por otros yos que transitaron su vida.
No digamos por los personajes secundarios que pasaron por ella.
En un acceso de confianza, hizo un intento y le habló a una vieja amiga del hallazgo del tesoro,
su propia historia común, compartida, "Cuánto amor!", dijo.
La amiga no le contestó este mensaje.
Al día siguiente recibió una llamada suya
llena de reclamaciones,
exigencias y hostilidad.
Presente en estado puro.
"Estoy mal", dijo la amiga.
Ciertamente, inmersa en este presente. En otro momento.
Demasiado lleno para abrir la puerta a otras películas ya concluidas,
a otras vidas.
Pero ahí estaba todavía.
Sonrió.
Otra persona y la misma, al mismo tiempo.
Y aquí está, todavía.
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No había leido esta entrada y me recuerda a esta canción de Joan Baez
ResponderEliminarhttps://m.youtube.com/watch?v=1ST9TZBb9v8
La escucharé, Juan.
ResponderEliminarVeo que tienes tiempo para leer estos días. :)
Feliz domingo!