lunes, 7 de octubre de 2019
La visión de la impermanencia.
El proceso es lento y por eso la paciencia es fundamental
y una gran riqueza.
¿Te imaginas sentarte a contemplar el crecimiento y transformación de la semilla que acabas de sembrar,
cómo echa raíces en la tierra
y busca la luz y el aire convertida en tallo
y luego hojas y flor
y fruto?
El proceso es tan lento que podrías pensar que no está pasando nada.
Lo mismo con la maduración de las situaciones.
Las ves venir.
A veces sientes acercarse la sombra de algo, indescifrable,
y a veces un dolor precursor en los intestinos,
o las piernas pesadas,
o una torcedura de tobillo que duele como un parto difícil
y largo,
solo que no sabes qué está pariendo la vida para ti, que duele tanto.
O quizás sí lo sabes.
Y acaba por llegar, esa pesadilla que nunca habrías previsto en tu guión.
Y luego pasa.
Y a veces sientes que algo cambia dentro,
como si empezara a disolverse un dolor, un resentimiento,
un odio enquistado.
Y es lenta la maduración de una nueva relación que está a punto de nacer.
Y la ves venir, con toda claridad,
en este presente, aquí y ahora,
la nueva aventura en proceso de maduración.
A veces dolorosa y a veces liberadora, perfumada de aires de plenitud.
"Y eventualmente nos damos cuenta de que el sufrimiento y la felicidad no son dos cosas separadas".
(Thich Nhat Hanh)
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