miércoles, 9 de mayo de 2018

La vida como un espejo.






Le gustan los retiros.
Se siente muy bien en los retiros espirituales, de meditación, de silencio.
Cuando alguien le habla del malestar, de las crisis catárticas
que emergen
en el aislamiento y el silencio,
ella escucha con admiración, esa oportunidad de comprensión.
Pero nunca ha sido su experiencia.
En la quietud y el silencio de los retiros, ella se siente en paz, como en casa.
Y brota una alegría especial.
Naturalmente.

La única diferencia es que antes, de regreso del retiro a la realidad cotidiana,
(eso que llamamos la "realidad" diaria),
a menudo le producía cansancio.
Como volver de las vacaciones a un trabajo que no acabas de disfrutar.

Entonces fue cuando se dio cuenta de que algo no encajaba en su práctica
(eso que llamaba la "práctica espiritual").
Esa separación. Esa dualidad.





Ahora, se siente igualmente bien en los retiros.
De hecho, ha instalado retiros cotidianos en su vida diaria,
esos ratos eternos de no-hacer, no-pensar,
contemplación lo llama, a veces, cuando hay que llamarlo de alguna manera.
Pero luego vuelven a aparecer las apariencias
y las recibe como un regalo de la vida.

Qué haría ella sin toda esa información sobre sí misma,
sin ese espejo exterior?

Después del silencio, nutritivo y reparador,
ese descanso profundo,
después, el retorno de la vida cotidiana
es como uno de aquellos cursos y talleres que llamábamos
el "Programa Fundamental", o el "Programa General", o el "Programa de Maestr@s".
Tantos en los que se involucraba,
para estudiar, analizar, contemplar, profundizar
e integrar
los textos sagrados.

Ahora acoge las apariencias de la vida diaria como el mejor texto del Dharma,
el espejo que le refleja su interior, aquí y ahora.





Tan torpe, que aún necesita esa dualidad para comprender.
Tan separada,
que aún necesita que el mundo exterior, esa proyección,
le explique lo que está pasando dentro.


Así que ¡qué bien se está en los retiros de silencio,
ese descanso de desapego, entrega y plenitud!
Y qué bien en la vida diaria
que aparece como un relato de peregrinación externa
reflejando el instante interno.

Aún en esa dualidad.

Apreciando las apariencias.

Postrándose ante ellas,
desbordada
de gratitud.






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