lunes, 17 de octubre de 2016

El santuario.









A veces se despierta con un nido dentro lleno de miedos y amenazas y frustraciones, etc. Pero ya las reconoce como viejas amigas, sin rechazo, tan familiares que no duelen; al menos, no duelen demasiado.
Y ahí se queda, abrazando, explorando, conociéndolas, sin prisa. Sin tiempo.
Hasta que algo empuja al cuerpo y se levanta, y el cuerpo se pone en acción y empieza a desplegar los preparativos para el ritual del desayuno, y todo cambia.

El aroma del café recién molido y el cardamomo, el limón, el pan caliente; el tacto de las nueces y dátiles; la belleza de los botes de cristal, para las aceitunas aliñadas con especias, para el aceite, de la entrañable cerámica de larga vida.






Antes del desayuno, se sienta a saborear el frescor del limón exprimido, el agua caliente, ese calor fresco despertando el organismo.
Suenan los mensajes.
El Almería llueve, apenas unas gotas, y P y E hacen migas y abren el vino que quedó de su última visita.
Qué añoranza de desierto y calas y aroma de tierra mojada, y migas y Tetas de la Sacristana.
El desierto conocido, y desconocido a la vez, la llama como un imán que quizás acogerá sus últimas vidas y sus cenizas.





Después del desayuno (tictac, la sierra mecánica del carpintero como una respiración lejana, inspiro y espiro), retira los platos pero deja la cafetera caliente y vacía, que aún desprende el aroma cálido y embriagador, y abre la libreta donde, a veces, refleja sus contemplaciones.

En la ventana virtual, su amigo le envía fotos desde Sidney.
Noticias del visado a la India en proceso.

Pero Hestia está bien donde está. Allá donde despliega su templo.
Como reza la taza en su mesa:
El mejor lugar del mundo es aquí mismo.





PD: Tienes razón, querida Sonia, en estos momentos del guión, algo de eso hay.







3 comentarios:

  1. Ahora entiendo porque me atrae tanto leerte. Sin hacerle un feo a la Perséfone que habita en mí, quede dicho...pero ese arraigo de Hestia me inspira mucho, y a estas alturas de mi guión:ya era hora!

    Abrazos cálidos

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  2. Hola Sonia.
    Supongo que siempre tenemos un poco de todas, o de casi todas.
    Quizás Artemisa en la adolescencia, o un poco de Atenea.
    Más adelante algo de la nutridora y protectora Deméter.
    O la independencia de Hestia.
    La naturaleza es sabia y el plan de la vida nos va acercando a un personaje u otro según convenga. Supongo.

    Un abrazo y gracias por haberme llevado a recuperar la lectura de este libro de Shinoda Bolen.

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  3. Interesante modo de verlo. No lo he reflexionado pero tiene sentido. Gracias a ti.

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