domingo, 8 de febrero de 2015
El guión kármico.
Para ella, lo que se presentaba ante sus ojos siempre era una ilustración de lo que se presentaba dentro. A veces el viento, a veces las olas, o el mar calmado. Salió a la calle y encontró un cielo cubierto, oscuro, y al fondo, en el horizonte de mar, una franja luminosa y abierta.
Le gustaba contemplar el guión que se desplegaba en su vida, desentrañar los signos. La vida como un libro que hay que saber leer. (Ese lenguaje kármico que hay que aprender a comprender).
La vida propia y la de los demás.
Miraba a su amigo de la infancia, de visita en su ciudad. Le miraba a él, colega de su hijo mayor, y a su nueva pareja con el niño pequeño, de ella.
Miraba a su amigo jugar con el pequeño, cuidarle, y al niño buscarle. Con la confianza de sentirse amado y cuidado. Miraba a la nueva pareja de su amigo, cuidarle a él, compartir su plato.
Pensó que cuando la pareja de una madre le da unos gramos de amor y cuidados a su hijo (de ella), la madre devuelve kilos de amor, atención y cuidados a su pareja.
Pero esa ley también funciona al revés: cuando su pareja es tacaña de amor y atenciones con el hijo de ella, la madre también podría ser tacaña de atenciones y cuidados con su pareja. Quizás contra su propia voluntad, sin ni siquiera saber por qué.
Pero sólo es un personaje del karma.
Fue al cine. Pantalla grande. En la película, el padre que había sido distante y parco con el hijo pequeño (de dinero, atenciones, cuidados, amor) se enfrentaba ahora a una situación de derroche inevitable con el hijo crecido, adicto al juego. Derroche. Inevitable. Y a ella se le rompía el corazón al ver el personaje kármico que le había tocado interpretar al personaje del hijo en su vida adulta.
Dudaba que en los estudios de guión cinematográfico hubiera alguna asignatura sobre karma personal y colectivo, constelaciones familiares, lazos de amor
o perdón radical.
No somos tan libres como creemos.
Pero alivia el dolor y aligera el drama (y la culpa) cuando comprendemos el personaje que nos toca interpretar y la situación kármica de la que formamos parte.
Por eso a ella le costaba tanto juzgar, sentir preferencias o rechazos personales.
Si al final cada cual interpreta el personaje que toca interpretar para la sanación propia y de los demás.
Una oportunidad tras otra.
Porque, como dijo el poeta, "aquí no se ilumina nadie hasta que no se haya liberado hasta el último mono".
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