lunes, 15 de octubre de 2012

No si no lo intento.














Querida amiga:

Las 12 del mediodía del lunes, soleado después de la luvia del fin de semana. 
El motor vuelve a ponerse en marcha y desde mi ventana veo a las mujeres en los terrados, ordenando, limpiando, tendiendo la ropa. Oigo los sonidos de la escalera, 
del motor que se pone en marcha dentro de las casas, y fuera, en la calle, los motores 
de la puesta en marcha. Motores y más motores, en marcha para que este mundo funcione, esta nave, este sueño.
Tanto esfuerzo para tan poco. O para tanto, quién sabe.
Suena el timbre y me llegan más libros con el mensajero, libros que no he pedido y no necesito para nada.
(Siempre he dicho que ésta es la casa de la abundancia; los pasillos llenos de estanterías llenas de libros, discos, fotos, qué sé yo...)
Puedo ir a ver a A. y llevarle más libros para su tienda.
Y de paso recoger el paquete de correos. Otro libro 
que no necesito para nada.
Como una alegoría de la vida.
Tocar un rato el piano -primeras lecciones otra vez, siempre de vuelta a las primeras lecciones,
como una alegoría de la vida.
O meditar en este sueño.
Este sueño tan largo. Este instante de eternidad, parado en el ecuador, según dicen.
El ecuador, una línea imaginaria.
El ecuador en movimiento y la nave a medias, a medias entera.
Aún están aquí
las apariencias de algunos de los personajes más familiares y cercanos.
El centro, las clases, las meditaciones.
El mar, la playa, la piscina.
Aún existe la bicicleta, ese invento rudimentario y fabuloso como un unicornio de ruedas veloz.
Esta casa aún está aquí. Este mandala que me acoge, a mí y a mis huéspedes.
Este cuerpo aún está aquí.
Con rodillas frágiles, pero aún aquí;
con la vista distorsionada pero vista todavía.
Esta mente atrapada aún está aquí.
Aún falta meditar, intensificar la concentración que lo suelta todo.
¿Aparecerá alguna vez, y llegará para quedarse,
la realización directa que lo suelta todo,
que lo comprende y lo contempla todo?
No si no lo intento.
Si no vuelvo a sentarme, obcecadamente, una y otra vez, a convocarlo una y otra vez, 
a contemplarlo


una vez
y otra.















2 comentarios:

  1. Me paro, me siento, y encuentro la puerta cerrada.
    Si no tengo mis asuntos mundanos en la cabeza, no hay nada. pero no se trata de tener la mente en blanco, ¿no? No sé cómo salir de ahí, cómo avanzar.

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  2. Hay varias formas de salir de ahí:

    - Usar las sadhanas, que ya te dan el pensamiento (la oración), y sólo hay que dejarse llevar en este viaje, con la máxima concentración.
    - Usar un objeto de meditación: la compasión, el amor, estimar a los demás, cambiarse, tomar, dar, tomar y dar, la vacuidad... el que quieras. Y abrazarse a él para que nada te separe mientras que estés en meditación formal. O sea, otra vez: con concentración unipuntualizada.

    Yo sé esas dos, seguramente hay más.

    Aunque hay quien te diría que también te puedes quedar ahí con paciencia, y antes o después pasará algo.

    Todo es impermanente hasta que llegas a donde tienes que llegar. Entonces no hay vuelta atrás.

    Lo cual me hace pensar en otra entrada.

    abrazo.

    y suerte.

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