sábado, 8 de marzo de 2025

Amanecer.





El aire es aún oscuro
y el cielo sobre la montaña del Tibidabo se va pintando de una luz rosada, naranja y violeta, envolvente, y se cuela en la habitación por los balcones.
El anuncio de la llegada del sol, que se aproxima,
como un parto de las entrañas del mar.
Las gaviotas exhiben su coreografía al otro lado de los marcos de las ventanas.
Conforme el cielo pierde sus colores rosados aparece la luz de un cielo claro y azul.
El sol se hace presente al otro lado y comienza su ascenso sobre el horizonte de agua
y ahora empieza a impregnar de naranjas primero y luego de colores dorados
la montaña y las cabezas de los edificios más altos de la ciudad.
Las gaviotas, las tórtolas y las palomas continúan con su celebración al vuelo.
El tiempo parece ralentizarse
mientras el color dorado del escenario se va transformando en plata,
impregnando las zonas más altas de la ciudad y la montaña.
Finalmente los fragmentos plateados se extienden
cubriendo uniformemente el escenario completo con una luz incolora.
El sol ya ha ascendido al otro lado
y la ciudad y las montañas parecen despertar.

A veces todo el proceso es rápido, como si fuera un guion acelerado.
Otras veces es una sucesión de instantes eternos, ralentizados,
mientras el reloj continúa su curso.
Transcurren 15, 20 o 25 minutos y aún se mantiene la magia de las luces y colores
flotando en el aire.
Las gaviotas cantan como si lanzaran sus alabanzas a Dios, el Cosmos,
desde las atalayas de la ciudad: antenas, chimeneas, barandillas y plantas en los terrados.

Hoy, en su ascenso, el sol toca un techo de nubes densas y hace inmersión en el gris
y desaparece.
Y con él, el velo de luz y color que cubría el escenario.
Una sombra gris suave baña ahora la ciudad.
El día por delante.




lunes, 3 de marzo de 2025

La práctica del deleite versus el miedo.

 


En el compartir tras la meditación, C hablaba sobre los miedos, las preocupaciones,
los pensamientos que crean amenazas que en un 90 por ciento de los casos no se cumplen.
Pero el cuerpo, y la mente, ya han vivido sus efectos como si fueran reales,
como si hubieran sucedido.
El pensamiento creando fantasmas amenazadores, preocupaciones, miedos,
ése es mi gran enemigo, el pensamiento -dijo.
Pero no hay nada que pueda hacer.
Hizo un momento de silencio.
O sí, añadió luego.
Quizás si en vez de poner mi atención y mi energía imaginando situaciones ficticias que no deseo,
quizás si en lugar de eso pongo mi atención en situaciones placenteras de mi vida,
momentos de paz, alegrías,
quizás entonces, mientras estoy en esa apreciación, en esa celebración, 
no puedo estar en el miedo.
Porque el pensamiento solo puede estar en un lugar al mismo tiempo.
Si pongo mi atención en los regalos de la vida estoy surcando el terreno del hábito de la apreciación,
la gratitud y la fortuna,
hasta que la experiencia surja naturalmente, como el agua que fluye naturalmente por un cauce profundo.
Contra el miedo, la apreciación, el deleite.
Ya sé, ya sé que aún me mantengo en la mirada dual
(el rechazo a lo que no deseo y la atracción por la paz que me agrada).
Pero es un comienzo.
Para estabilizar el bienestar, la fortaleza, la confianza.
Y desde ahí siempre es más fácil contemplar la vida con una mirada que transciende la dualidad.
Abrazar la vida tal como es, sin rechazo a las luces y a las sombras.
La vida como es.




sábado, 1 de marzo de 2025

El ser del reino del deseo.

 


Dice "me gusta todo".
Y luego rectifica: Quizás no es "todo", una palabra imposible.
Pero sí muchas cosas.
Gustar como sinónimo de deleite, de ofrenda acogida, aceptada, sin desperdiciar.
Le gusta el sonido insistente de la campana que suena, de alguna iglesia,
quizás llamando a la misa del domingo, a la oración. 
Le gustan (qué deleite, qué ofrenda al cuerpo, los cuidados)
las fresas y arándanos y pomelo en el plato, espolvoreado con canela, y miel,
en el des-ayuno, desde ayer, el ágape del mediodía con la amiga,
el compartir, la mesa y las experiencias espirituales recorridas.
Le gusta irse a la cama ligera en la noche, el descanso digestivo,
anticipando el desayuno de la mañana,
una fuente de colores, nutritiva, hidratante.
Le gusta mirar la cama deshecha, las sábanas aireándose, el balcón abierto,
el suelo mojado después de la lluvia.
Las gaviotas al vuelo.

Ayer, en la larga sobremesa de la comida compartida,
evocaba su paso por el Alto Yoga Tantra.
En los inicios, la autogeneración en su yídam no era tan difícil, obra de la imaginación.
Pero, generada en Vajrayoguini, la representación de la experiencia profunda del gran gozo y la vacuidad,
comprendió que no contaba con referentes de disfrute profundo y consciente en su propia experiencia personal
para evocar el gran gozo, ni nada que se le aproximase.
Como si viviera una vida carente de apreciación y disfrute.
De adolescente solía repetir que la felicidad no es lo importante,
lo que importa es la comprensión, el conocimiento, la sabiduría.
La felicidad no es lo importante, lo que importa es aprender.
Así que la atención estaba más dirigida al aprendizaje que al disfrute.
Pero el Alto Yoga Tantra reconoce que el ser humano es un ser del mundo del deseo,
así que hagamos uso del deseo, también, para la iluminación, aprendamos a gestionarlo.
Luchar contra el deseo sería antinatural para el ser del mundo del deseo.
Y acaba concluyendo que no existe iluminación sin gran gozo.
Buda no es un ser aburrido, ni tampoco sufriente.
Buda, el ser despierto, experimenta el deleite de la comprensión definitiva.
Tenía veintipocos años. Bailaba en un concierto de Gato Pérez en el casal de La Floresta
cuando escuchó el estribillo de aquella canción como si fuera la primera vez.
"Si tú no tienes felicidad, de sabio no tienes ná".
Y fue como una realización.

Así que un buen día descubrió que ella misma, autogenerada en Buda Vajrayoguini, no contaba con referentes en su memoria para experimentar, ni de lejos, el gran gozo, ni siquiera uno pequeño.
Y sólo le quedaba empezar a prestar más atención a los regalos de la vida,
para prender, si era posible, al menos una pequeña llama de apreciación, de dicha,
en la que profundizar, y desarrollar.
Iniciar el camino.
Y ésa pasó a ser su práctica, también.
Empezar a echarle leña al fuego del gran gozo y la vacuidad.
Porque no se trataba de generar apego a los objetos de deseo
sino de contemplar la experiencia de disfrute en sí.
Así como la leña acaba siendo devorada por el fuego que produce,
que los objetos de deseo sean consumidos por el fuego del deleite.
El fuego de la comprensión, el despertar.
Utiliza los objetos de deseo para prender el fuego del despertar.
El Gran Gozo de la vacuidad.
La vacuidad del Gran Gozo.