Él dijo: Este mundo es un infierno.
No es que todo el tiempo sea un infierno pero hay muchas personas que viven un infierno tras otro, como una condena.
Invasiones, conquistas, saqueos, genocidios... sólo hay que mirar los libros de historia.
O las noticias en la actualidad.
Parece que el ser humano sea cruel por naturaleza.
Se quedó callado un momento y luego se corrigió:
Quizás debería decir que el hombre es cruel por naturaleza.
El general, las mujeres no se han dedicado a esto a lo largo de la historia, ni en la actualidad.
Más bien se han ocupado de los cuidados, la mayor señal de civilización, según la antropóloga Margaret Meed.
Y si acaso, gracias a eso hemos sobrevivido.
Pero el poder no está de su parte, en este mundo nuestro,
lo que se impone es la fuerza física, la explotación y la crueldad.
La supervivencia de la humanidad tiene los días contados
y esperemos que no se lleve con ella el resto de vida en el planeta y el planeta mismo.
Siguió un silencio pesado en el compartir del grupo.
Alguien llevó las manos juntas al pecho, en señal de compartir.
Miró con complicidad al joven que acababa de hablar y sonrió.
Ya sé que el compartir no es un espacio para el debate, la polémica o la validación,
sino solo para la escucha atenta y la palabra amorosa,
o al menos el habla desde el corazón.
Y desde el corazón quiero decir que veo lo mismo que tú. Hoy. En esta cultura occidental de la que formo parte.
Hoy, en el mundo que conozco, la mente humana es egocéntrica,
crea un ser separado al que cree proteger, con muy mala fortuna, muy malos resultados.
Es egoísta, competitiva y sufriente.
Y así, ante situaciones de enfado, celos, envidia, etc, solemos decir: soy solo un ser humano.
Como si fuera una enfermedad sin remedio. La propia naturaleza humana.
Pero la realidad es que en otras culturas el ser humano no es exactamente igual.
O bien hace siglos, o milenios, la mente humana estaba constituida por otra serie de valores,
otra visión del mundo, de la vida, de la propia identidad.
Y esto es así porque el ser humano no es un ente concreto, rígido, inmutable.
Se habla de la plasticidad de la mente humana. Y del ser humano también.
El ser humano que hoy somos es el resultado de la herencia transmitida
(genética, emocional, cultural, espiritual).
En budismo lo llaman karma colectivo.
Dicho esto, siento que nuestra misión ahora es dar forma al ser humano del futuro.
Si decidimos que el pequeño yo separado y egocéntrico
nunca va a tener acceso a la paz, la plenitud y la felicidad,
quizás está en nuestras manos empezar a vivir como un ser más grande, colectivo,
compasivo, empático y solidario,
generoso, agradecido y feliz.
Está muy bien esforzarse en dejar un mundo mejor, más justo y ecológico,
preservar la vida que aún habita este planeta.
Pero es igual de importante, o más, ver cómo lo hacemos.
La herencia emocional que vamos a transmitir a las nuevas generaciones.
Si desde la ira, la violencia, el ser pequeño, egocéntrico y enfadado,
o desde la reverencia por la vida, la compasión, la empatía, la alegría,
el ser colectivo que somos.
Conscientes de que la plasticidad de la mente humana nos ofrece tantas posibilidades, de presente y de futuro,
hoy siento que el sentido de esta vida quizás no sea tanto alcanzar la iluminación (yo, este pequeño yo de paso, tan provisional)
como contribuir a que esa mente de despertar se manifieste,
da igual si tiene lugar hoy, dentro de cinco siglos
o cinco milenios.
El sentido de la vida es proyectar la energía (siempre que puedas)
del ser que quieres que se manifieste.
Antes o después, da igual, dado que el tiempo lineal solo es un relato.
Cambiar para que todo cambie.
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