martes, 19 de julio de 2022

Sobre la mente y el cuerpo.

 


Ayuda a vivir
conocer cómo funciona la mente, la propia.
Ver venir las preocupaciones, los miedos, las amenazas.
Contemplar cómo construimos fantasmas de poder
y verlos materializarse.
Eso que llaman la ley de la atracción podría ser, en realidad,
la ley de la creación.
Ayuda a vivir verlo aparecer, por una fuerza de inercia kármica,
por familiaridad, como una vieja compañera de viaje.
Observarla llegar, reconocerla como lo que es (pura ilusión)
y verla disolverse.
Y, a veces, verla crecer,
contemplar cómo nos secuestra,
contemplar el sueño como una pesadilla descontrolada.
Hasta que se debilita en sí misma.
Todo lo que tiene un principio tiene un final.


Ayuda a vivir contemplar cómo funciona la propia mente. Y el cuerpo también.
Moléculas de emoción.
La misma energía, más densa o más sutil, pero la misma.
Observar cómo el miedo se agazapa en la garganta, quizás,
en la forma de un nudo tenso.
O en el vientre.
Cómo algunas situaciones que el pequeño yo rechaza
las rechaza el sistema digestivo,
produciendo indigestiones y desequilibrios.
Contemplar cómo la mente se hace cuerpo.
A veces vivimos tan inconscientes de los procesos de la mente (o del alma),
que se materializan en el cuerpo
como un toque de atención más sonoro.
Así comprendes que en realidad el cuerpo es el inconsciente
del pequeño yo, y del grande,
donde aparecen las voces que no quieres oír,
de las que no quieres ser consciente.


Ayuda a vivir comprender cómo funciona la mente. Y el cuerpo.
Observarles con respeto.
Prestarles atención y cuidarles, como a criaturas que son.
Cómplices.
Compañeras en este viaje.





2 comentarios:

  1. Celebrar la presencia plena de todo lo que pasa por la mente es estar bien sin más, sin que estar bien sea consecuencia de una acción determinada. ¿Hay aburrimiento, deseo (de cualquier tipo) por hacer algo, tristeza, pensamientos aleatorios, preocupaciones? Sí, puede haber de todo.

    En la meditación, les permito entrar por completo, abro la muralla y me dejo invadir por su presencia, valientemente derrotado, con las manos en alto y el corazón sin miedo. Sin miedo, no es necesario definir ni ir tras lo que exigen. Me pedirán cosas, recuerdos, acciones, mensajes, planes, expectativas, trabajo… No los escucho, solo siento su presencia.

    Noto entonces que todos tienen en común una misma energía que parece atrapada. Sería bueno liberar esa energía, pero ello no consiste en obedecer las exigencias de las cristalizaciones de esa energía (pensamientos, deseos, preocupaciones, etc.). Sigo meditando, y veo que, en realidad, esas manifestaciones son distorsiones formadas por multitud de condicionamientos (personales y socioculturales) de una misma energía. Reposo ahí, sin juicios ni comentarios, y siento paz.

    Al salir de la meditación, reflexiono: si obedeciera a los "intereses" de esas formas específicas, la supuesta liberación sería en realidad la creación de nuevas distorsiones de la energía, ya que todas ellas se mueven en un plano dual, condicionado, de pares opuestos. Es más sencillo de lo que parece. No estoy bien porque haya cumplido los deseos, o me haya dado una alegría opuesta a una tristeza, o haya realizado una aventura increíble que me sacara del aburrimiento. Estoy bien sin más, en paz, y cualquier cosa que ocurra o que haga ahora (¿hasta la próxima meditación?) se impregna de esa claridad.

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