- La lealtad es muy importante para ti -dijo el amigo-,
por eso tienes esas larguísimas relaciones.
Como un reto a la ley de la impermanencia -bromeó.
- Sí -respondió ella.
- Pero lealtad a quién?
Por qué es tan importante la lealtad a la otra persona?
Y qué hay de la lealtad a uno mismo?
-preguntó él, como una reclamación.
- La lealtad es como el amor, que se proyecta en todas direcciones.
Si amas, la fuerza del amor lo impregna todo,
llega a todas partes, incluida una misma,
no hay excepciones.
Y lo mismo con la lealtad. No hay separación.
Tal y como yo lo veo, la lealtad no va de hacer equipos,
de apoyar a unas personas a costa de traicionar
a otras.
No va de cumplir la voluntad de la otra persona
a costa de recortar la libertad propia.
O viceversa.
Se es leal a la verdad, a la libertad,
al amor.
No permites que los caprichos de nadie recorten tus alas
pero tus propios caprichos
tampoco aspiran a controlar a la otra persona,
ponerle condiciones
o cambiarla.
El amor te protege
y también la protege
de las exigencias del propio ego.
De eso va la lealtad.
Eres leal a la libertad,
al amor y a la verdad.
Y desde esa honestidad valiente
podría ser que las relaciones permanezcan
a lo largo del camino rocoso y los duros retos del trayecto.
Cambiando su forma si es preciso.
Actualizando la relación,
según los yos implicados
y las situaciones
van
cambiando.
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