Sobre la noche oscura,
no puedes hacer otra cosa que atravesarla.
Como si fuera una noche clara.
O un día radiante.
No puedes hacer otra cosa que atravesarla.
En esta travesía, a veces el mar está calmado
y a veces agitado,
y a veces el viento parece a punto de volcarte.
Y podría ser.
Y la travesía continúa en el naufragio.
O en el cuerpo sin vida.
Así que a veces aparece la noche oscura.
Cuando parece que la "Presencia" se ha disuelto.
Y en su lugar queda un vacío.
Como una orfandad.
La desconexión.
Y puedes quejarte
o maldecir
(Padre, por qué me has abandonado?),
o recurrir a los estimulantes
como una puerta abierta al vacío, como una oración.
O puedes orar.
O no hacer nada de eso.
Simplemente, atravesarla, con confianza.
A solas,
cuando parece que la Madre está ocupada en otras faenas,
no te queda otra que madurar,
ensayar un poco la vida adulta.
Una parte de ti (confesémoslo)
como la niña sentada a la puerta, esperando su regreso.
Pero solo una parte, ese pequeño yo.
Identificar el origen de esa tristeza,
esa soledad,
a veces resulta el principio del final de esa noche oscura.
Identificar la ausencia
es como identificar la hipnosis (me atrapó).
Identificar la desconexión es identificar el error
de percepción,
cuando sabes que no hay forma de estar desconectada,
tan parte de Dios,
tan llena
de Dios.
Así que, al final, atraviesas la noche oscura
como atraviesas la noche clara
o el día radiante.
Con la profunda certeza de que la luna es siempre la luna,
completa como es,
aunque a veces aparezca menguante
o creciente
o no aparezca.
La noche oscura es sólo una parte de la travesía.
Y para que nos sirven estos teléfonos inteligentes si no nos sirven para hacer una llamada que ilumine nuestra noche oscura, Marié por Dios a ver si vamos a pasar del "muero porque no muero" al "sufro porque quiero". Abrazote. :))
ResponderEliminar😍😂😅
ResponderEliminarAbrazo, Juan. Te llamo un día de estos.
No es tan grave. Me encanta la noche. Oscura, clara, da igual.
Pero te llamo igual.
Gracias por estar siempre ahí.