miércoles, 29 de abril de 2020

Desde la atalaya.







Silencio.
Guarda silencio.
Las gaviotas se han multiplicado en su cielo,
hacen una parada en su atalaya y mantienen largas conversaciones.
El suelo mojado y limpio, por la lluvia del día.
Aún presentes grandes nubarrones grises y blancos, de luz.
Silencio.
Se hizo la calma en su interior.
Primero pensó si amenazaba tristeza
pero pronto reconoció una intensa serenidad,
la quietud,
la plenitud.
Definitivamente, en medio de la tormenta
puedes encontrar una gran paz.
Una oportunidad como cualquier otra.



No reconoció el amor en su pecho al escuchar su voz
y su relato parecía que la aburría.
Así que por un momento consideró si esa falta de excitación podría ser tristeza,
por el desinterés.
Pero no lo era.
Esa quietud emocional, en realidad, tenía más que ver con el amor profundo
que el sobresalto agotador de otras ocasiones.
Percibió el amor que había por detrás de la escucha, sin prisa,
percibió la presencia.
La Presencia.
No buscó fisuras por donde introducir sus propios intereses
y cuando apareció alguno
no se aferró a él ni lo defendió.
Sólo la presencia.
La entrega.
El amor desnudo.


Miró los nubarrones grises, de viaje, después de la lluvia.
El aire tan limpio y fresco.
Y un cielo de gamas anaranjadas, blancas de luz, grises y violetas.
La lluvia y el cielo oscuro del día nos regaló un crepúsculo mágico
y embriagador.







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