miércoles, 16 de julio de 2014
La montaña sagrada.
Hubo un tiempo en que ella también tenía una religión.
A veces hacía retiros de meditación,
de estudio, como una catequesis.
Entonces, solía tomarse un tiempo para retirarse del retiro (las clases, la meditación formal, el trabajo voluntario, la interacción social)
y caminaba a solas montaña arriba.
En el paseo, descubrió un lugar como una segunda gompa.
Se sentaba a un lado del camino, como un mirador, y contemplaba la montaña abajo,
el valle, y al frente se alzaba la montaña, inmensa, estable.
La montaña sagrada.
Luego, la vida se encargó de cambiar las cartas, y la situación varió, y ya no había religión sino no-religión, la vacuidad de la religión.
Y apareció Rumi y dijo: Cuando sales del camino, el camino aparece.
Y apareció Thai y dijo: La sangha no es sólo tu club espiritual, y no es sólo todos los seres humanos, ni todos los seres sintientes. La sangha son también los árboles y los ríos y las montañas y los océanos y las nubes y la lluvia.
Pasó el tiempo
y un día ella volvió a hacer un retiro de meditación.
Y, en un descanso, se retiró del retiro, montaña arriba, en soledad.
Y el camino le recordó a otro camino, montaña arriba.
Y arriba, en la montaña, se sentó al borde del camino, como un mirador,
a contemplar la montaña abajo, el valle al fondo y, erguida, estable, gigante, la montaña. Otra montaña.
Pero esta vez la majestuosa montaña al frente estaba salpicada de edificios. Llena, cubierta de edificios.
La montaña acogía en su seno, en la ladera, por todas partes, núcleos urbanos de edificios habitados por seres humanos.
La montaña sagrada
esta vez acogía
y abrazaba
a los seres humanos.
Los seres humanos ocupando cada poro de su piel.
La montaña sagrada
humanizada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Impresionante entrada. Me encanta cómo escribes.
ResponderEliminarUn saludo, Antonio
Gracias por hacerme saber que estás ahí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarExcelente. Fantásticos relatos. Saludos desde colombia.
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminarSólo pretendo compartir (lo menos torpemente q me sea posible) lo que aparece ante mí. Literalmente.
Las metáforas ya las pone la vida. :)
Abrazo.
Si la montaña sagrada se llena de pobladores, si el campo sagrado se llena de construcciones. ¿Dónde vamos a encontrar un lugar apartado de todo ruido, de toda gente, de tanto ego? ¿A dónde iremos para revelar la verdad sobre la mente?
ResponderEliminar¿A dónde irias?
Y para qué obsesionarse con buscar un lugar apartado de toda gente, si son las personas las que nos permiten practicar, la práctica más dura y difícil, la más profunda?
ResponderEliminarYo no creo que sean incompatibles ni contradictorias, la practica en soledad y la práctica diaria en la vida cotidiana, cuando aparece la confrontación de intereses y de egos.
Hay quienes se han pasado largas temporadas de retiros de meditación en soledad y luego intentan relacionarse con las personas y se hunden o se alteran, no tienen paciencia ni empatía, etc.
La película "Samsara" es bastante ilustrativa de todo esto.
Yo creo que la vida cotidiana (llena de ruido y de gente y de egos) es la auténtica prueba de fuego.
De momento, yo me quedo con las dos. Aún necesito las dos.
Y da igual cuál nos guste más o dónde nos sintamos más elevado@s espiritualmente -más contentado y cómodo el ego espiritual.
siempre es una alegría y un aprendizaje leerte, gracias
ResponderEliminarSiempre es una alegría tenerte por aquí, Peca.
ResponderEliminarAbrazo fuerte y buen verano. :)