jueves, 1 de diciembre de 2011

Sobre el apego bueno (como el colesterol).

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Qué mala prensa tiene
el apego,
como el colesterol.








Amar suena bien;
el apego suena fatal.
Y sin embargo, quizás, no existe amor sin apego.
El apego de "tú eres especial", que
no siempre es necesariamente un apego egoísta.
Y no causa sufrimiento sino que, por el contrario, realiza su función,
porque a través de algo
o alguien
tenemos que aprender.
De alguna manera tenemos que dejar que surja esta experiencia
(de amor),
y quizás entonces resulta mucho más fácil proyectarla a todos los seres.


1. El amor llena tu vida de fiesta.







Cuando entras en el budismo, no tendrás que esperar mucho tiempo para empezar a oír hablar del "amor que estima a todos los seres",
esa forma de amar en la que desapareces,
esa forma de amar que aniquila tu ego (tu estimación propia) y te hace libre.
Y ves con claridad que sí, que parece que en el amor está la liberación
de todos los tipos de sufrimiento (ausente el "yo primero", el "siempre yo").
Que,
como siempre habías sospechado,
el amor llena tu vida de fiesta;
y que el amor
es la diferencia
entre una vida mediocre (sosa, adormecida, sin sentido)
y una vida de calidad.

Y ahora, qué?
Cómo se aprende a amar?
Cómo se abre un@ a esa experiencia?




Tan ocupado el espacio mental
y existencial
de tanto yo-yo-yo-yo... y mi-mi-mi-mi...
(el lenguaje bocina, ¿te acuerdas?)
cómo hacer espacio para alguien más,
otro,
diferente?









El apego, como el colesterol,
bueno.


Y entonces ocurre el "milagro" y aparece alguien, o algo
en la mirada de alguien,
o en el cabello suelto de alguien
o qué sé yo...
Aparece algo en alguien,
como un campo de práctica,
y empiezas a amar.

Y ahora ya sabes de qué va eso
del amor.
Y una vez que lo tienes ya sabes lo que hay que proyectar
a todos los seres.
Una vez que lo tienes dentro, esa experiencia,
espontánea y naturalmente acabará proyectándose
a todos los seres.




Apareció el apego, como un imán,
y lo convertiste en tu campo de práctica.







Es lo que yo llamo el apego bueno,
como el colesterol
bueno.




2. Segundo enfoque: el ejemplo.

Pongamos un ejemplo.

Pongamos que siempre has amado de la forma al uso, es decir, egoísta,
demandante, exigente,
con un objetivo claro e incuestionable: que te hagan feliz.
Y cuando él o ella no es como desearías,
no hace lo que desearías,
no responde a tus expectativas,
entonces te entristeces, tal vez te enfadas,
sufres
y quizás das por acabada la relación.

Imagina ahora que empiezas a conocer el loyong, la manera budista de amar (más detalles en "Ocho pasos hacia la felicidad",
de Gueshe Kelsang Gyatso, Editorial Tharpa),
tan diferente al amor que conoces:
igualarse, cambiarse, ofrecer la victoria, tomar y dar...
De qué sirven las palabras?
De nada, si no hay un campo de práctica.






Imagina que aparece alguien en tu vida para que puedas poner en práctica, paso a paso, cada uno de los versos
de las ocho estrofas
de la manera budista de amar.
"Alguien" no es cualquiera, es alguien concreto,
es un apego.
Es un imán.
Es alguien especial
(una apariencia que tu mirada convierte en alguien especial)
que surge en tu camino
como un campo de prácticas.
La inspiración que permite que hagas espacio al amor,
que construyas el amor
que te libera,
dentro de ti.
Y una vez que está dentro, ya es tuyo.


3. Tercer enfoque. De "Confidencias epistolares":
Como si pudieras ponerle puertas
al monte...



Querida
amiga:
Qué mala prensa tiene el apego, como el colesterol.
Amar suena bien; el apego suena fatal.
Pero para experimentar la manera budista de amar (esa fiesta de disolución personal) necesitas alguien a quien amar. La apariencia que te inspira y te permite generar dentro el amor que te libera. Y te da alas (como red bool). Te da fuerzas. Y te empuja, te impulsa, te catapulta. Esa apariencia es importante (al menos, en mi experiencia). Ese "apego" es indispensable para que una pueda desarrollar ese amor infinito. Y una vez que lo sientes ya es tuyo. Y puedes aplicarlo a todos los demás. Ya está dentro, ya sabes cómo relacionarte con los demás. Ese amor es el referente para desarrollar ecuanimidad. Sin él, la ecuanimidad parece pobre; está por definir -la ecuanimidad de qué. Imparcialidad de juicio, sí, actitud equilibrada, pero qué actitud? Qué juicio? Cuando tienes el amor ya tienes el juicio, ya tienes la actitud que quieres mantener equilibrada y constante.
Y así es como esa ecuanimidad se hace grande, gigante.
Ese amor, que ya está dentro, es el que te permite meditar con otros (sin que la presencia del otro te moleste o interfiera), reírte con otros, mirar a otros a los ojos y reírte. Antes del amor, de este amor (esta experiencia de expansión de la conciencia), no habrías podido hacerlo. Estabas segregada. Engañosa experiencia, como si pudieras ponerle puertas al monte.
Este amor es el que te ha conectado con todos los demás.
Sin este amor no hay conexión.

Como lamer miel en el filo de una navaja.

Y aun así, dicho esto,
mantente vigilante
siempre,
porque dicen que el apego es
como lamer miel en el filo
de una navaja.


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2 comentarios:

  1. Hola Marié!!
    Como estás?. Lo primero, disculpa por tardar tanto en escribirte. Lo segundo, muchas gracias por los artículos de tu blog. De verdad que son como un oasis/linterna estemos donde estemos. El otro día leimos el de la permanencia apacible... bueniiiisimo, super-práctico de verdad. Aunque el ego se filtró un poquito je,je,je... Lo cual demuestra que estoy todavía en el camino!!! ja,ja, ja...

    ...

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  2. Gracias a vosotros, María y Rafa, por estar ahí, aquí, porque ya sabéis que Khartoom está aquí mismo.

    Disfruto un montón de vuestras crónicas.

    Y de la mejoría de Sole.

    Un abrazo muy fuerte a los tres.

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