martes, 8 de febrero de 2011

La manera budista de amar.







Empezamos nuevo curso y nuevo libro en las clases del Poble Sec: la manera budista de amar.


Cuando yo, más que leer, hacía
las meditaciones de este libro por primera vez,
sentía que todo cambiaba
fuera.
Tanto luchar por la revolución (política, social, feminista, ecologista...)
toda mi vida
y no había descubierto que la auténtica revolución, la que cambia
las cosas desde lo más profundo, es invisible e incruenta, no derrama sangre ni esparce dolor.
Simplemente cambias la óptica de tu mirada
y cambia lo que percibes
y cambia lo que sientes
y cambian tus acciones e interacciones
y las acciones e interacciones de los demás,
que responden cambiando lo que sienten y lo que piensan y lo que perciben.
Y el mundo por el que te desplazas en este sueño de vigilia cambia
radicalmente.


Cuidar a los demás.





















Geshe-la dice: no hay que cambiar el estilo de vida,
lo único que hay que cambiar es el objeto de estima.

No tienes que abandonar nada.
Y por supuesto, no tienes que abandonar tus militancias personales
-sociales, políticas, feministas, ecologistas, en defensa de los animales..., las que sean-,
las actividades externas que consideres convenientes
-especialmente si están dirigidas por una mente de amor.
Solo hay que cambiar una actividad
interna:
el objeto de estima.
Dejar de "protegerme" a mí por encima de todo
para empezar a ver (proteger, cuidar) a los demás.
Bajar de "esta montaña" (yo) para subir a "aquella montaña" (tú, los demás),
y la que ahora parece "aquélla" pasa a ser "esta montaña".
Y cuando empiezo a designar "yo" en ti, en los demás, en tus intereses, en tu bienestar,
en tu felicidad,
todos mis problemas desaparecen.
Porque yo ya no estoy.
El yo previo, apegado y egocentrado
se disolvió, como un espejismo desaparece cuando te acercas
a buscarlo.

En lugar de ese "yo" ahora sólo queda el amor.


Obviamente, cuando en budismo hablamos de amor no nos referimos
al amor "romántico",
el amor exclusivo, de apego (para mí, sin ti no puedo vivir),
el amor controlador,
el amor exigente (que más que dar felicidad se concentra en que me des exactamente lo que yo deseo, que compartas mi proyecto, mi punto de vista, mis ideas, etc.).
El amor budista es otra cosa.


No duele.


















En la manera budista de amar, desapareces (¿te da miedo?),
sientes la ligereza de desprenderte del peso de tu ego, tu imagen pública y personal, tus "necesidades";
te igualas primero y luego te cambias (para ser "aquella montaña");
y disfrutas de la humildad indolora de ser la persona menos importante;
y dejas de considerar a las personas con las que te cruzas como una molestia en tu camino (siempre interfiriendo en tus proyectos y complicándote la vida)
para pasar a ser
un valioso tesoro que te permite la práctica
y, siempre, un guía espiritual
(incluso cuando aparentemente te perjudican).
Cuando amas de esta manera, aceptas el sufrimiento que toque afrontar
con paciencia
y alegría,
sin dejar de cuidar a los demás (que resulta ser el mejor bálsamo para tu dolor).
Ofreces tu ayuda y absorbes el sufrimiento
con la misma actitud de una madre, un padre, hacia su bebé.
En silencio, como un mantra secreto.
Cuando amas de esta manera, finalmente,
casi sin darte cuenta,
acabas liberándote de la prisión de las apariencias y de las concepciones erróneas.

























Dejas de sufrir por meras

alucinaciones.

De repente, un día, te sorprenderás (dice Gueshe-la).
Te preguntarás cómo no lo habías visto antes, cómo no lo habías comprendido antes,
como son
las cosas.
Como si hasta el momento sólo hubieras vivido en un sueño, bajo la hipnosis de alguna droga dura
(la droga del egoísmo, el egocentrismo que distorsiona hasta la alucinación).

Y si te preguntas qué te ha llevado hasta ahí,
hasta despertar,
verás que sólo ha sido el camino del amor.
Estimar a los demás es lo que te ha llevado a salir de tu sueño.

Es así:
A la iluminación te conduce la bodichita,
la mente que, tras contemplar el sufrimiento de los demás seres, desea ayudarles y, como en estas condiciones limitadas no puede, decide cambiar, ser mejor, crecer hasta despertar.
Y a la bodichita (la mente que desea la iluminación para liberar a todos los seres) sólo te conduce la compasión, que es el deseo profundo de ayudar.
Y a la compasión
te conduce el amor,
porque sin amor no surge el deseo de ayudar.

Así que todo empieza en el amor
que estima a los demás.

Y a partir de aquí, déjate llevar,
porque el camino está rodado.




























Texto raíz:

Loyong tsig gyema.
(Adiestramiento de la mente
en ocho estrofas)

De Langri Tangpa.

Con la intención de alcanzar
la meta última y suprema,
que es incluso superior a la gema que colma todos los deseos,
he de estimar siempre a todos los seres.

Cuando me relacione con los demás
he de considerarme la persona menos importante
y con una intención perfecta
estimarles como objetos supremos.

He de examinar mi continuo mental en todas mis acciones
y cuando surja una perturbación mental
que me conduzca a mí o a los demás a actuar de manera inapropiada,
he de oponerme a ella con firmeza y evitarla.

Cuando me encuentre con seres desafortunados,
oprimidos por el mal y los grandes sufrimientos,
he de estimarles como si fueran
un valioso tesoro difícil de encontrar.

Incluso si alguien a quien he beneficiado
y en quien tenía grandes esperanzas
me perjudicara sin razón alguna,
he de considerarle como mi sagrado guía espiritual.

Cuando alguien, por celos,
me cause daño o insulte,
he de aceptar la derrota
y ofrecerle la victoria.

En resumen, que, directa o indirectamente,
ofrezca mi ayuda y felicidad a los maternales seres
y tome en secreto
todas sus desdichas y sufrimientos.

Además, que gracias a estas prácticas del método,
junto con una mente que reconoce que todos los fenómenos son ilusorios
y limpia de las manchas de las concepciones de los ocho extremos,
me libere de la prisión de las apariencias
y concepciones erróneas.

.

5 comentarios:

  1. "Así que todo empieza en el amor
    que estima a los demás."

    El amor que estima a los demás, mas no se estima a sí mismo, está en deuda de amor, por lo que más que dar el amor que no tiene, o tiene en precario, necesitará recibirlo.

    Cuando se comprende en verdad que uno mismo es amor y se ama por ello, cierra el broche estimando a los demás.

    Y es entonces cuando se da cuenta de que dar y recibir es lo mismo.

    Todo no puede empezar así si no se tiene antes empezado lo necesario para empezarlo.

    ResponderEliminar
  2. Yo también creo que es el mismo amor, PazzaP. Como te dije una vez, creo que el amor de verdad se proyecta en todas direcciones, lo impregna todo -incluida una misma.
    El problema del egocentrismo, a mi manera de ver, es que no es amor. Parte de una experiencia interna equivocada de separación, de segregación, que hace que creas que tienes que proteger tus intereses a costa de lo demás.
    Ese amor "propio" que nace de la separación (primero yo y luego los demás) yo no lo denominaría amor. Y puede (y suele) ser un gran obstáculo para conectar y amar a los demás. Para amar, en general.

    Y, sí, creo que a menudo funciona que cuando una se siente infeliz, deprimida, frustrada, con la sensación de que no tiene nada que dar y no puede dar nada, el mero hecho de salir de una misma y observar a los demás y sus necesidades y resolverlas, si puedes, puede hacernos sentir mucho mejor y ("milagrosamente") todos nuestros problemas propios parecen desaparecer. Por qué? Porque la conexión ha hecho posible el amor (en todas direcciones, incluida una misma). O puede que el amor (a los demás) haya hecho posible la conexión, y es entonces cuando una puede sentirse abierta y profundamente bien.

    En mi experiencia personal, Pazzap (y en la experiencia budista, por eso conectamos) no es necesario esperar a "sentirme bien" para empezar a conectar y cuidar a los demás, porque conectar (ver de verdad, empatizar con) los demás suele ser la puerta grande, la autopista rápida para empezar a sentirme bien.
    Estés bien o mal (especialmete cuando te sientes mal), una pone el piloto automático y hace lo que tiene que hacer (como cuando una madre cuida a su criatura enferma aunque ella no se sienta bien) y a ver qué pasa.
    Sólo hay que probarlo.

    (Es una de las experiencias que recuerdo de mi adolescencia, antes de conocer el budismo: esos días que una se levanta y parece que todos los astros se han colocado en su contra y todo lo que hace o toca le sale mal; después de dos o tres estropicios pensaba, "chica, admítelo, hoy estás gafada, así que cambia el rumbo", y dejaba de hacer cosas "para mí", sabiendo de antemano que no iban a salir bien, y pasaba a hacer cosas para los demás -recados para mi madre, favores, etc.- y, curiosamente, parecía que los astros volvían a colocarse a mi favor. La sensación de ser útil, el agradecimiento de los demás y la propia relajación de mis tensiones -al dejar de luchar porque "mis" cosas me salieran bien- hacían que todo volviera sa ser fluido y fácil y agradable).

    Y eso no significa que una no se cuide -descanso, alimentos ligeros y adecuados, ejercicio, pensamiento positivo y amoroso, etc. Es más, yo creo que es una de esas responsabilidades primarias porque nadie más puede hacer por ti.

    Un beso, PazzaP.

    ResponderEliminar
  3. Jo, Marié, qué buenísimo, tanto tu nota como tu comentario... Precisamente leyéndote se me ha encendido la bombilla "el amor es el MOTOR..", y es tal y como lo cuentas en el comentario, cuando uno enfoca su deseo en ser útil, en DAR, entonces todo fluye porque nos hemos conectado al ciclo o circuito del amor, porque el amor es contínuo dar...
    Hay infinidad de maneras de dar que pasamos por alto; si me siento triste o aburrida, o perezosa o desanimada sin ganas de nada, pues ala, a ocuparme en algo provechoso, a ser útil (desde una tarea hogareña, a ir a clase, escribir un email, o una llamada, o leer un libro, o hacer ejercicio, etc) ocuparse, hacer algo útil con la motivación de conectarse con la energía del amor, salir de ese empozoñamiento del ego, que como te descuides te hunde en el fango del victimismo o de la complacencia Salir de ahí, respirar el aire puro del amor, de ser mejor, de crecer, de poder ser de utilidad, de ser buena compañía, de ser "buenos" para los demás... Y cuando uno está metido en esa energía, sientes que recibes más y más de lo que das, porque es un circuito contínuo, sin fin... Qué delicia!!!

    ResponderEliminar
  4. Gracias hadania.
    Por hacerme ver que he transmitido lo que quería transmitir (una nunca sabe si se explica bien).

    "...si me siento triste o aburrida, o perezosa o desanimada sin ganas de nada, pues ala, a ocuparme en algo provechoso, a ser útil ..."

    Por ahí va la cosa, sí.

    Tal y como yo lo veo.

    Un abrazo a l@s dos.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias a tí, Marié...
    Me pones las pilas! jejej
    Un besote

    ResponderEliminar