lunes, 25 de enero de 2010

Cada instante nace una nueva oportunidad.









Quizás puedes preguntarte: por qué debería meter mis narices en el budismo si ya cuento con referentes filosóficos y espirituales en mi propia cultura? Por qué debería buscarlos en otra forma de vida que no es la mía y me queda lejana?

Una respuesta rápida podría ser: porque vivimos en un mundo global y la cara bonita de esta moneda es que podemos abrir nuestra mente y tener acceso a cualquier aportación, de cualquier cultura, que funcione.

Si te consideras con recursos para ser feliz en cualquier situación, no es necesario que busques más, ya has encontrado tu propio camino. Si no es así, no te hará daño mantener los ojos abiertos, y el corazón, para ser capaz de integrar en tu vida todo aquello que funcione, venga de donde venga.

Y por qué tendría que ser el budismo? Qué me garantiza a mí que el budismo me ayudará a vivir mejor?
Quizás te valga como respuesta la observación de un psicólogo norteamericano en uno de los encuentros periódicos que reúne a especialistas occidentales y orientales del mundo de la ciencia, la psicología, la sociología o la espiritualidad, y que se ha venido recogiendo en libros bajo el título de "CienciaMente. Un diálogo entre Oriente y Occidente".

El psicólogo, especialista en tratar a personas que han sufrido torturas y pérdidas personales bajo las dictaduras en Chile, Argentina, Nicaragua y otras situaciones límite, dirigía en Estados Unidos un equipo terapéutico que se centraba en ayudar a las víctimas (en la actualidad con profundos problemas depresivos o cualquier otra forma de psicomatización, pesadillas, etc.) a convivir con su trauma, conscientes de que esta experiencia traumática tiene un impacto en la psique humana definitivo y para siempre. Dando por hecho que estas experiencias límite son imborrables en la mente humana y marcarían a sus víctimas por el resto de sus vidas, su sorpresa había sido encontrar tanto en el Tíbet como en el exilio a una gran cantidad de monjas y monjes budistas que habían sufrido terribles y sofisticadas torturas bajo la ocupación del ejército chino y ahora trabajaban, convivían y disfrutaban de una vida normal, con alegría, compasión y sin arrastrar traumas, odios o problemas psicológicos.
La pregunta era: Cómo es posible esta diferencia tan drástica en la forma de responder ante los acontecimientos limite?

A mí me basta la pregunta para comprender que hay algo en nuestra forma de interaccionar con los acontecimientos que puede ser mejorable y que hay algo en la cultura budista que les da herramientas para ser más libres (de lo que el destino les pueda deparar) y felices.
Que tengo algo que aprender e incorporar en mi forma de entender y relacionarme con la vida.

Como qué?
La respuesta del budismo apunta a varias pistas: la escasa estimación personal, la práctica de la vacuidad y creencias fuertemente arraigadas como la ley de causa y efecto
eliminan cuestionamientos del tipo "por qué me tiene que pasar esto a mí?", sentimientos de victimismo e impotencia, mientras que ayudan a las personas a asumir su responsabilidad en el campo de acción que depende de ellas para seguir adelante con sus vidas.

11 comentarios:

  1. Cuando era joven, se empezó con lo que yo consideraba una "moda" y, con una incomprensión sideral por mi parte, rechazaba el budismo por ser totalmente ajeno a nuestra tradición. Hoy, sin considerarme en absoluto budista, aprecio muchísimo algunas de sus enseñanzas. En especial, he encontrado un gran consuelo y alivio en la aceptación de mi responsabilidad en todo lo que me pasa. Al contrario de lo que podría parecer, eso me sirve de gran ayuda porque elimina la sensación de impotencia que tenía al pensar que, hiciera lo que hiciera, las cosas serían como eran y yo no podría hacer nada para evitarlo.

    Lo que he aprendido gracias a mi acercamiento al budismo es algo que la psicología moderna enseña también. He aprendido que ser feliz es una responsabilidad de cada uno. De nadie ni de nada más depende que de la propia voluntad.

    Me encanta lo bien que lo explicas, Marié. De estudiante nada. Eres ya una maestra. Y si no fuera porque tengo a Deshe, te nombraba ahora mismo mi maestra de cabecera.

    ResponderEliminar
  2. Deshe...
    No te engañes, no hay ni punto de comparación.
    Qué privilegio que sigas en contacto con ella. Creo que se fue de Madrid y anda por Mallorca (?...)


    Eso que has aprendido, da igual de dónde (lo importante es integrarlo y no creo que nadie reclame derechos de autor) es un paso de gigante.
    Que nadie es responsable de mi felicidad ni de mi sufrimiento.

    Comprenderlo de verdad (desde la escuela, desde la cuna) sería el principio del fin de todas las guerras.

    ResponderEliminar
  3. Por qué se me antoja tan difícil y lejano llegar a adquirir esas habilidades...

    ResponderEliminar
  4. Seguramente te resultó muy difícil aprender a caminar, a hablar, sacar los estudios. Cuenta las horas que dedicas a sacar tu trabajo adelante, a comer (la compra, la cocina, la limpieza) o a poner orden en tu casa.
    Si dedicáramos el mismo tiempo a sanar nuestra mente (una inercia equivocada la enferma, sí); a ser conscientes de ella en vez de dejar que nos controle; a identificar los pensamientos y caminos adecuados y los que nos perjudican; a adquirir habilidades para la felicidad sin trampas...
    seguro que ya tendríamos un doctorado y una gran maestría en el tema.

    Empieza por ponerte en marcha, anónimo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Por allí anda Deshe, por Menorca. Y, para mi disgusto, apenas tenemos contacto. Unos emails de vez en cuando. Pero Deshe posee una gracia, un algo que me transmite sin ella proponérselo. No es algo intelectual ya que no me hace pensar. Es una experiencia. Desde el primer día que hablé con ella noté ese qué-se-yo. Le pedí que fuera mi guía y ella, humilde y generosamente aceptó. Me siento muy honrada por ello.

    Tu ayuda par mí va por otro camino. Y te estoy muy, pero que muy agradecida.

    ResponderEliminar
  6. Bueno, Emi, ya sabes que esto es algo mutuo.
    Es curioso cómo alguien que no has visto nunca puede ser una inspiración en tu vida.
    Supongo que es una de las varias cosas buenas que tiene este mundo virtual.
    Aunque, bien pensado, qué mundo no es virtual?

    Un abrazo, hermana.

    ResponderEliminar
  7. Me gustó muchísimo tu blog, sobre todo por la claridad en que explicas tu propia experiencia. Muchos saludos (llenos de alegría) y te seguiré. Ezequiel

    ResponderEliminar
  8. Me haces soreír.
    ¿Estimación propia?
    Espero que no.
    (Surge la sonrisa en los saludos -llenos de alegría)

    Estás en tu casa
    para compartir tu propia experiencia.

    Un fuerte abrazo, Ezequiel
    (sin apego samsárico -??).

    ResponderEliminar
  9. Otra para vos, y qué bella frase la de "sin apego samsárico" (te la robaré para inspirarme!). Saludos. Ezequiel

    ResponderEliminar
  10. Qué bueno Marié ;-)

    (Sobre temas nuevos y objetos de meditación) pues justo me interesaría el tema del "Apego". Ya sea que me recomiendes alguna cosa para leer y entender exactamente que quiere decir, cómo poder trabajarlo.

    Gracias ;-)

    Regina

    ResponderEliminar
  11. Como diría un buen amigo, "barra libre", Ezequiel, sírvete tú mismo.



    Hoy centraremos el tema de clase en el apego, Regina, tal como propones.
    Espero que te sea de utilidad.

    Como lectura, yo te sugeriría "Ocho pasos hacia la felicidad. El modo budista de amar", de Kelsang Gyatso. Ed. Tharpa.

    En los primeros capítulos, puede que te encuentres conceptos que no entiendas o con los que no estés de acuerdo -en ese caso, tómalo sólo como una información sobre el punto de vista budista.
    Pero en cuanto entres en las meditaciones (estimar a los demás, cambiarse, la gran compasión, aceptar la derrota y ofrecer la victoria, tomar y dar...) verás que no tiene desperdicio.
    Definitivamente, el modo budista de amar es una forma de amor revolucionario que cambia radicalmente tu forma de relacionarte con los demás.

    ResponderEliminar