La
felicidad relativa es un sentimiento asociado a la satisfacción de
los deseos y de las necesidades personales. Pero los deseos no tienen
límite; aunque momentáneamente una persona se sienta satisfecha,
tarde o temprano esos deseos se extenderán a algo más.
En
cambio, la felicidad absoluta es un estado en el cual el solo hecho
de vivir es causa de gozo y de dicha, independientemente de las
circunstancias.
Este tipo de felicidad es generada por el propio
sujeto desde su interior; se la llama «absoluta» porque no está
condicionada a los factores externos.
Lograr la budeidad
significa revelar, manifestar y establecer de manera definitiva este estado de felicidad absoluta.
Ya que
vivimos en inmersión en la realidad compleja de este mundo, es
inevitable tener dificultades y problemas. Pero, así como una
persona fuerte y sana puede escalar una montaña con facilidad,
aunque lleve una carga pesada, los individuos que han establecido un
estado de felicidad absoluta pueden aprovechar todos los desafíos
como impulso para fortalecer su vitalidad y superar las dificultades
serenamente.
Para una montañista entrenada, cuanto más
escarpado y difícil es el ascenso, más satisfacción le produce
superar los obstáculos y llegar a la cumbre. Siguiendo esta
analogía, para aquellas personas que, a través de la práctica, han
adquirido vitalidad y sabiduría para superar dificultades, el mundo
real es un escenario donde crear valor, rebosante de plenitud y de
satisfacciones, a pesar de sus muchos aprietos.
Y aún tengo la vida (Miguel Hernández)
(De los principios de la Soka Gakkkai, de Daisaku Ikeda).

