En la sesión de preguntas y respuestas, alguien levantó la mano y tomó la palabra:
Qué hacer cuando se apodera de tu mente la voz del juez estricto e implacable
que mira el pasado y solo ve faltas, acusaciones, culpas, errores, dolor?
Sonó la campana y la maestra respiró varias veces en silencio, como siempre lo hace antes de responder.
Qué puedes hacer ahora? -dijo.
Simplemente, no hacer más daño.
Eso es todo.
Ni siquiera te molestes en rebatir el relato pensado, que obviamente es equivocado
porque no nace del amor y la comprensión,
sino de una mirada parcial contaminada.
La voz del juez que mencionas está equivocada y no refleja la realidad
porque no tiene en cuenta todas las causas y condiciones.
Es una simple inercia kármica sin más sentido que ése, la repetición mental.
Pero da igual.
Es una voz equivocada. Si reconoces eso, ya es mucho.
Y desde ahí, qué puedes hacer ahora?
Cómo afrontar tu vida presente y futura?
Sencillamente, intenta no hacer daño.
Abre tu mirada para que quepa todo tu entorno, incluidos los seres más cercanos.
Y trátalos con cuidado. Y, si es posible, con amor.
Esto te ayudará a comprenderles y verlos más claramente.
Con eso basta.
Otra persona de la mesa de la cuádruple sangha
(una monja, un monje, una mujer laica y un hombre laico)
tomó el micro para añadir algo:
Esto se acaba -dijo.
Imagina que estás en la recta final de esta vida, lo cual siempre es cierto,
ya tengas 100, 80 o 25 años.
No importa lo largo o corto que parezca el camino por delante, se va a acabar.
Y qué es lo que importa ahora?
No dejar más veneno.
Dejar tras de ti una imagen amable, una energía amable.
Una persona fuerte.
Que la culpa o el resentimiento no inflijan un daño que proyecte un personaje débil y sin dignidad.
Respeto, hacia ti mismo y hacia los demás.
Amabilidad, fortaleza y respeto.
El ser que eres, no contaminado por los relatos del pasado.
O del presente, de cualquier tiempo.
Esto se acaba.
Sé la persona que quieres dejar aquí, cuando te vayas.
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