Sólo hay que entregarse
y esperar pacientemente.
Soltar todas las armas,
todos los recursos y aspiraciones del pequeño yo
(tú dices que no existe, pero funciona).
Y esperar.
Pacientemente.
Sin forzar nada,
sin técnicas ni métodos,
ni siquiera de ésos comúnmente llamados "espirituales".
Como cuando aguardas en esa cita importante
y miras por donde tiene que aparecer:
aquí dentro, ahí fuera, lo mismo.
Nada que hacer, ningún sitio a donde ir.
Ningún otro interés.
Ningún refugio
(ni quiera Buda, el dharma y la sangha).
Te quedas a la intemperie, completamente expuesta.
Sin refugio.
Sin techo que te cobije ni suelo que te sostenga.
Como cuando jugabas a aquello de "yo ya me he ido".
Te quitas de en medio
y dejas sitio a lo nuevo.
Simplemente te quitas de en medio.
Haces lo que tienes que hacer en este sueño lúcido,
tus supuestos compromisos kármicos.
Los entretenimientos de este viaje, la aventura.
El sueño.
Lúcido.
No siempre es fácil.
Entregarse.
Quitarse de en medio.
Yo ya me he ido.
La apertura.
La confianza.
No siempre es fácil.
Y a veces lo es.
Simplemente
sucede.
El problema es que hay esperas y esperas, no es lo mismo esperar en un sofá cómodo con aire acondicionado y un bebida refrescante, que esperar en medio dell desierto sediento y sin comida
ResponderEliminarNo es lo mismo, no, son experiencias diferentes.
ResponderEliminarMi experiencia en el desierto fue profundamente inspiradora.
El sofá me cansa y el aire acondicionado me pone de los nervios.
Al final, tienen en común que son experiencias, al margen de las preferencias personales.
Lo importante es si podemos vivirlas de una forma consciente, presentes.
Que la "espera" no nos impida vivir lo que aparece con plena presencia.
O al menos intentarlo.