domingo, 5 de mayo de 2024

Por qué me pasa esto a mí?

 


La amiga dijo:
- Hay largas temporadas de paz, en las que ya crees sentirte a salvo.
Da igual lo que ocurra, no le afecta a tu serenidad,
una sensación de contentamiento que parece definitiva.
Y de repente se esfuma, y te sumes en la miseria.
Y sientes que todo lo que creías haber aprendido no sirve para nada.

- ¿Seguro? ¿No sirve para nada?

- Para nada. El dolor es demasiado profundo.

- En primer lugar, es un toque de humildad, ¿no?

La amiga la miró desconcertada, por un momento.

- Creías estar iluminada y ahora ves que simplemente estabas en una estancia de luz,
pero aún quedan cuartos oscuros.
No estás tan iluminada como creías, ahora estás en un cuarto oscuro.

- Pero duele demasiado.

- Sí. Sé de maestras y maestros que se creían iluminadas. Las personas que les seguían también.
Y de repente, tal como lo explican, "la gracia desaparece".
Duele tanto, después de haberse sentido en el nirvana, que no soportan sentirse en un infierno.
Pero al fin y al cabo, antes y ahora era mera existencia humana.
Sin embargo, después de haber conocido la "gracia",
la vida sin ella resulta demasiado mediocre, insustancial.
Y duele, sí.
Conozco una maestra que se refugió en el alcohol, buscando estimulantes que le permitieran tocar el estado anterior.
Pero fue solo una etapa, también.
Creo que salió de ésa cuando abandonó su obsesión personal, por su bienestar personal,
y empezó a dedicar su energía a acompañar a otras personas a quienes sí podía ser útil.

- ¿Pero cómo vas a ayudar a otras personas cuando tú estás tan mal? ¡No tienes nada para dar!

-Tienes.
Pero ésa es otra historia que podemos retomar en otro momento.

Sigamos con el dolor y la oscuridad, que "duelen demasiado".

Cuando pasas de la luz del sol a un cuarto oscuro al principio parece que no se ve nada,
tan completa la oscuridad,
pero con el tiempo empiezas a percibir formas en medio de la negrura.
Empiezas a ver un poco.

- En ese ejemplo sí, pero con el dolor...

- Es igual. Al principio no entiendes por qué estás en esas tinieblas tan dolorosas, 
si hace nada estabas en la luz de la plenitud.
Ahora sabes que aún hay "cuartos oscuros" en tu mente
y ahora tienes la oportunidad de comprenderlos, de iluminarlos.
Primero, la humildad (no estoy tan iluminada como creía);
luego, la comprensión (aún hay cuartos oscuros en mi experiencia);
y seguidamente ves la oportunidad (ahora puedo navegarlos, comprenderlos, iluminarlos).

- Ya, pero duele demasiado -insistía la amiga- Y te preguntas
por qué me pasa esto a mí?

-Por qué a ti? ¿A ti sola?
Antes que tú, durante siglos y milenios, millones de personas han pasado por ahí
(este dolor que estás sintiendo, del miedo, la soledad, la frustración,
los celos, el abandono, el rechazo, la pérdida, la enfermedad, la muerte, lo que sea).
En el futuro, millones de personas vivirán la misma experiencia
y en el presente millones de personas están sufriendo este mismo dolor
(no hablemos ya de dolores peores, las bombas, las guerras e invasiones,
las profundas sequías, las hambrunas...)
Por qué a ti?
Por qué no a ti, o a mí?
Si también somos seres humanos, compartiendo la misma experiencia humana.

La compresión de que estás compartiendo un mismo sufrimiento
te hermana con la especie humana.
Aflora la compasión.
Miras a las personas con las que te cruzas y las ves con ojos nuevos.
Ellas también han pasado o pasarán por tu situación emocional actual, tan dolorosa.
Y este dolor egocéntrico se transforma en un dolor más dulce
que requiere otro nombre: compasión, amor.

En realidad no es tan terrible lo que me está pasando, piensas. Este dolor de resistencia.
Es una oportunidad para conectar con la comprensión
que rompe las barreras de separación.
Para conectar con el interser. Y con el amor

- Visto así...

- Probemos a verlo así, la próxima vez que ocurra.
Y a ver qué pasa.




jueves, 11 de abril de 2024

La luna creciente.

 



El despliegue del desayuno, uno de sus rituales del día.
Hace tiempo se dio cuenta de que todos los pequeños gestos y situaciones cotidianas
podría convertirlos en rituales de atención, de presencia.
Como oportunidades que son, cómo desaprovecharlas.

Abrir los ojos por la mañana, ese tiempo lento de duermevela, de regreso al mundo,
la bienvenida, la gratitud, la contemplación:
la luz del sol que nace o antes de nacer,
el canto de la tórtola, el vuelo de las gaviotas...
Abandonar el futón, incorporarse, los pies en el suelo:
aún tengo estas piernas para levantarme,
para caminar montaña arriba, el aroma y el cuerpo de los árboles, la tierra, el romero
inundando los pulmones, la sangre y cada una de las células de este cuerpo.
El desayuno, esa ofrenda, del universo a ella:
las fresas en el plato, la tierra, el sol, la lluvia, 
"el trabajo duro y amoroso de muchos seres" (TNH).
Y la ofrenda de ella al universo: la gratitud.

Abandona el cuarto un momento y vuelve a regresar al aroma cálido del café.
Es curioso, piensa, cómo te recibe y te envuelve en aroma del café, por fuera y por dentro,
cuando abres la puerta y regresas a la mesa del desayuno,
pero una vez dentro ya no lo percibes, por inmersión.
Como cuando se pregunta qué es la felicidad, o Dios,
y quizás no es consciente de ello por inmersión.
Como el pez que se pregunta qué es el agua, de la que tanto ha oído hablar,
si realmente existe el agua en algún lugar.



En algunas tradiciones te postras ante la luna nueva.
Cuando alguien accede a una nueva visión, un nuevo punto de vista (pongamos el dharma)
y de repente tiene lugar una realización,
un impulso movilizador que hace que todo cambie.
Y nada volverá a ser igual en lo sucesivo.
La luna nueva.

Ella recuerda a aquella monja católica que le contaba que siempre le había interesado comprender de qué va esto de la vida, por eso había dedicado gran parte de su existencia a investigar en la psicología y la filosofía.
Hasta que, inesperadamente, tuvo una experiencia personal reveladora.
Se sintió inundada de "Dios".
Toda la energía que conformaba su cuerpo
(en forma de músculos, huesos, sangre, espacio...),
todos sus cuerpos, los más etéreos también, la energía que proyectaba,
era puro Amor.
Ella era el Dios mismo que tanto buscaba en todas partes.
Y "todas partes" era también el Dios mismo, 
emanado en los seres humanos con los que se cruzaba, los animales, vegetales y minerales,
el aire que respiraba, el suelo que pisaba, la casa que habitaba,
las montañas, los ríos, el mar...
No era una teoría conceptual que había leído en algún lugar, explicaba, 
era una vivencia personal muy profunda.
Entonces decidió que, en adelante, solo iba a dedicar su vida a profundizar,
a seguir investigando en esa vivencia.

A veces te postras ante la luna nueva.
Y, a veces, te postras ante la luna llena.
La luna llena creciente.




lunes, 1 de abril de 2024

Todo el mundo tiene acceso al despertar.

 



Todo el mundo tiene acceso a experiencias de amor
(amor-Amor, no esas relaciones de control y exigencias que a veces llaman amor).
Todo el mundo tiene acceso a experiencias de deleite profundo,
que a veces surgen de la nada, inesperadamente.
Todo el mundo sabe lo que es eso.
El problema es que muchas personas lo olvidamos, o ni siquiera lo percibimos,
o bien no le damos importancia, quizás porque pensamos que no es productiva,
no sirve para nada. No te paga el alquiler ni la hipoteca.
No te aporta prestigio social ni estabilidad material.
De hecho, no te aporta estabilidad de ningún tipo, tampoco emocional.
Vives la plenitud y luego se va.
Y, en cualquier caso, no sirve para nada, cuando la vives o cuando no.
Así que pasa como agua entre los dedos y ponemos nuestra atención en otra cosa,
generalmente en lo que nos duele, en los problemas por resolver.
En lo que podemos hacer para estar "mejor", incrementando así un karma de insatisfacción.

Karma no significa castigo. El karma se refiere a la ley de causa y efecto.
Es como decir que eres lo que practicas.
En el entrenamiento físico está muy claro que desarrollas los músculos que trabajas,
y los que no trabajas se debilitan o incluso se atrofian, en un grado u otro.
Así que si practicas insatisfacción, es decir,
la mirada que considera que no cuentas con lo necesario para estar bien, 
que necesitas algo que está ahí fuera para ser feliz,
si practicas la insatisfacción no te extrañes de que se convierta en un hábito
que pase a ser una manera de vivir,
una manera de ser.

Si practicas contentamiento, experiencia de plenitud
(tu vida está completa, tú estás completa, no hay nada que te falte
para vivir en profundidad esta experiencia humana),
apreciación, gratitud, disolución, experiencia de unidad
(sin conceptos de separación o discriminación),
si practicas la celebración de la plenitud acabará convirtiéndose en una forma de vida,
una forma de ser.

Y todo el mundo ha tenido acceso alguna vez a experiencias de disfrute,
amor profundo hasta la disolución personal
(cuando quizás aparece la voz del ego, tan "pragmático", para avisarte del peligro).
Experiencias profundas de libertad que están pidiendo a gritos que las dejes respirar,
que las veas, que las cuides, que las mimes al menos tanto como mimas
la adicción al sufrimiento.




lunes, 25 de marzo de 2024

Todo está aquí.

 


El aroma del café al entrar en el cuarto
la devuelve a algunos de sus buenos momentos de compartir, en esta casa virtual.
Evocar es volver a vivir, esta vez desde otro yo, quizás.
Compartir los momentos de inspiración/contemplación los hace aún más intensos,
en cierta forma los salva del olvido.
No se disuelven del todo en la memoria.

Cuando empezó a escribir para sí misma, a los 11 años,
no sabía que iba a convertirse en una gran aliada, una amiga fiel
el resto de su vida, la escritura.
Acababa de morir alguien que amaba mucho, su principal referente por aquel tiempo,
su mundo se resquebrajó, sin suelo bajo sus pies.
El luto riguroso, el silencio, prohibido reír.
Entonces miraba la vida en la calle por detrás de la ventana. Y escribía.
Por qué? Más bien para qué.
Para ordenar sus emociones, para comprender,
para vislumbrar un centro al que asirse,
incluso una compañía.
Una herramienta muy válida entonces
y siempre, en cualquier situación.
Ya se quedó con ella, para su uso diario.




Pasado el tiempo, sientes que cualquier día de éstos te vas, ya no estás aquí,
y dejas una casa para vaciar, llena de basura.
Mira las libretas amontonadas en el armario y piensa: tengo que volver a hacer limpieza.
Y en medio de esa limpieza aparece, sin ocupar espacio en el armario ni en ningún otro hueco material,
aparecen esos textos de Reflexiones, virtuales, como en una nube.
Una colección de momentos de inspiración profunda,
de rituales, preguntas, a veces respuestas, realizaciones,
amor, dolor como un parto, como una muerte,
plenitud y deleite como una muerte, como un parto.

Regresa al cuarto donde permanece la cafetera, una vez recogido el desayuno,
y la recibe el calor aromatizado del café,
y es una evocación, un viaje en el tiempo,
tanto como un instante presente.
El tictac de la luna blanca en la pared, la lluvia en los cristales de la galería y en los balcones,
cabalgar la bicicleta en dirección al mar,
una evocación de instantes ya vividos, de regreso.
Todo está aquí.

Hoy es un día para evocar, como un puente con otro tiempo.
La lluvia sobre el techo de cristal de la galería.
Pedalear sin miedo por el puerto rumbo al baño en el mar.
La inmersión, la disolución.

Revisa los viejos textos de Reflexiones y, una década después,
aquellos días vuelven a aparecer en el día de hoy.
La presencia aún más intensa, como una luna llena creciente.

El tiempo no existe más que como un concepto, como una mirada.
Hay otras.
Otra mirada es que todo está aquí. Todos los fotogramas
presentes aquí, ahora.
Aquella mujer en bicicleta bajo la lluvia suave también está aquí,
este mismo día gris de mar tranquilo y gaviotas en la orilla.
La inmersión en el un mar sereno, la disolución.
Una tórtola canta.
Los mirlos hoy hacen su retiro de silencio.




domingo, 24 de marzo de 2024

A solas.

 


Con quién estás cuando estás a solas?
¿Te gusta tu propia compañía? ¿Es amable, inspiradora?
¿Es la amiga que desearías a tu lado, con quien te sientes segura
y en plena confianza?
¿Confías plenamente en ella, en su amor, en su libertad,
en su independencia y honestidad?
¿Le importa más el amor que lo que pienses de ella?
Quién ese ese yo que te acompaña día y noche, también en el sueño nocturno,
hasta el final de tus días?
Si aún es una niña caprichosa, quizás podrías educarla un poco más,
y aún te toca ser la madre.
Amarla un poco mejor.
Quizás aún te toca ser una madre amorosa, que no sufre cuando no se cumplen sus deseos, 
que no responde a sus chantajes y caprichos (la sobreprotección del miedo)
y sólo desea su libertad, esa felicidad profunda sin dependencias. Porque sí.
Por amor.
Cuando ya ha dejado de ser tu hija para ser simplemente Amor.
¿Es ella la que te acompaña cuando estás a solas?
(¿Es tu amiga el Amor o tu amiga el Miedo?)
¿O aún no?
¿O no siempre?
Presta atención.

En otro momento investigaremos quién te acompaña cuando estás acompañada,
ocupada y en interacción, esa otra compañía.




miércoles, 20 de marzo de 2024

Por qué sufro?




Por qué sufrimos?
Por ignorancia -respondió él.
Sí, ésa es la respuesta sencilla y profunda.
Pero más acá, por qué el ego se aferra a un dolor concreto, cualquiera que sea,
como la preocupación, la culpa, el resentimiento, etc.
En todo caso, es porque encuentra algún beneficio, desde el yo que se aferra al yo.
Por ejemplo, ante un contratiempo, una adversidad, puedes hacer algo por resolverla
o bien, simplemente, preocuparte. Y sufrir.
No haces nada pero te preocupas mucho, y preocupas a tu entorno,
exhibes tu preocupación, lo mucho que sufres.
Lo proyectas para que se haga grande.
Es como un mecanismo compensatorio del ego,
para descargar la culpa y, supuestamente, dignificar la propia imagen.

Sufrir sin resolver o resolver sin sufrir -si es que hubiera algo que resolver.

Y lo mismo con el resentimiento, los traumas de la infancia,
la niña o el niño herido que se resiste a sanar.
Siempre hay algún beneficio que cree encontrar el yo, ese personaje,
en aferrarse a su sufrimiento.

Personalmente, cuando encuentro un tipo de sufrimiento que se alarga
y parece estabilizarse y cronificarse, me gusta indagar si hay algún "beneficio" oculto
que me mantiene instalada en ese supuesto mal menor.
Porque en esa búsqueda podría ser que encuentre otro dolor, inconfesable,
y ciertos beneficios al seguir instalada en la zona de confort del sufrimiento conocido.
Una construcción mental o la otra, al final resultan tan agotadoras,
tan disparatadas (el disparate se ve con más claridad cuando la mirada es fresca y nueva),
que al final ocurre como un milagro el soltar
y contemplar
cómo los fantasmas de la mente se disuelven
por sí solos.





sábado, 2 de marzo de 2024

La aspiración correcta.

 


Sol y algo de aire, como un abanico verde
en las copas de los árboles de la montaña urbana.
Hoy las gaviotas la han acompañado en el desayuno.
Ellas sobre las cabezas de las chimeneas, en el terrado.
Ella junto a la baranda, respirando el mismo aire.
Las tres en silencio y contemplación.
Absortas en el concierto de aves y otros sonidos del silencio.
Las golondrinas de visita, los mirlos.
Últimamente el canto del mirlo es el que pone banda sonora a su despertar,
al amanecer, aún en duermevela.
Junto a la perseverante tórtola.
La primavera asoma su rostro, aún jugando al escondite.

Ayer, de camino por la montaña, entró en esa iglesia, ya tan familiar, tan disponible.
Se sumergió en el silencio,
sin comprender tanto, ahora, el despliegue de imágenes
que la inspiraban en otro tiempo.
Pero daba igual, el silencio se le regalaba igual,
sin importar si era de aquí o de allá, 
si era "una de los nuestros" o no.

Entonces apareció aquella palabra: Aspiración.
Se preguntó cuál era su aspiración,
como ser en tránsito por esta vida humana.
La plenitud, se respondió.
El no-miedo, la entrega,
la contemplación ecuánime,
el amor, la alegría hasta las lágrimas.
La experiencia estable de plenitud.
Comprender de una vez por todas de qué va esto, y no olvidarlo.
Dejar de ser una presa fácil de la hipnosis del karma.
Algunas tradiciones lo llaman el despertar.
Cuando ya no usas más la palabra "comprender",
que tanto aparece ahora en su continuo mental.
Así que su aspiración es el estado definitivo de la plenitud.

Sintió que el resto del viaje que le quedaba por transitar
era una aventura apasionante.
Se acercaba a puerto. Estaba en sus manos elegir
cómo vivir el último tramo del viaje.
La bandera de su aspiración última le daba confianza y fortaleza
y valentía, cuando las necesitaba.
A veces ya no necesitaba nada de eso
(ni confianza ni fortaleza ni valentía, cuando todo era claro,
espontáneo y natural),
en sus momentos más apacibles y serenos,
de entrega y disolución.

El resto del viaje aún estaba por cartografiar
pero le parecía que era una celebración en sí mismo.