domingo, 3 de noviembre de 2024

El nirmanakaya.

 


Dijo: Ya no me cuentes más cuentos, ni siquiera "sagrados", 
de budas airadas de cuerpos rojos y azules, colmillos y avalorios de calaveras humanas.
No hace falta inventar otros mundos sagrados, de héroes y heroínas,
gotas y aires y canales,
si no soy capaz de ver este mundo sagrado que ya aparece.
Los fenómenos airados ya están aquí,
no necesito imaginar espadas de la sabiduría que cortan cráneos (el mío),
carne y huesos (los míos) para hacer ofrendas de néctar sagrado.
De qué me sirve imaginar un millón de veces mi cuerpo vivo descuartizado en ofrendas, en un plano,
si en este plano me hablas de la inconveniencia de la donación de órganos y tejidos,
de un cuerpo ya sin vida.
Déjame hace mi propia ofrenda, allí, pero también aquí. Si hubiera diferencia.
Que traiga la sadhana a este plano.
Su amigo le dijo una vez: Sal ya de ese refugio tan cozy.
Y ahora sí.
Ya tiene bastante de la zona de confort del mundo sagrado imaginado.
Ni la valentía ni la fe son tales cuando todas las amenazas están libres de efectos,
en un cuento de ficción.

Abre los ojos después de la meditación de la mano de esa sadhana, ese viaje,
y aquí está, este mundo sagrado de espadas de la sabiduría en forma de lluvias e inundaciones.
De amigos, enemigos y desconocidos,
que sin sensación de pérdida quisiera ofrecer.
Todos los mundos y todos los reinos están aquí, en este mundo que aparece.
Tú lo llamas samsara, y perturbaciones mentales,
a lo que yo llamo el nirmanakaya, el cuerpo de Dios manifestado,
a veces en formas que te gustan y a veces menos.
Budas airados y budas amables, pero budas al fin.
No hay nada que no sea el cuerpo de Dios.

No me cuentes más cuentos sagrados si me alejan de este cuento sagrado que ya aparece sin esfuerzo.
Transformar las apariencias equívocas no significa cambiar de disfraz o inventar disfraces nuevos,
significa que en cada disfraz, en cada forma que aparece espontáneamente,
yo sepa ver la cara de Dios.

Que sepa ver la cara de Dios en cada apariencia.
Que las anteojeras de mi egocentrismo no me engañen,
que yo pueda ver a Dios.
En esto se resumen los once yogas. Y todos los demás.




lunes, 28 de octubre de 2024

Buda no se pelearía por los derechos de autor.




El dalái lama decía en el documental que una de las misiones de su vida había sido, y es, establecer vínculos entre las diferentes religiones, centrarse en los lugares comunes (básicamente, el amor que diluye el ego separado). Vínculos de hermandad con las tradiciones religiosas y también con las que no lo son; si eres una persona que no te sientes parte de una religión, o incluso si te declaras atea, da igual.
El sentido común te lleva al mismo sitio.
El sentido común que reconoce que el egoísmo es una visión equivocada, que deforma la realidad con su angular egocentrado.
Que el egoísmo nunca tiene suficiente y te condena al sufrimiento.
Que la única salida es el amor que te diluye y te libera.
Este reconocimiento no es patrimonio de ninguna religión, y probablemente está en casi todas.
Y fuera de las religiones también (si sientes alguna resistencia a estas instituciones), el denominado "sentido común" funciona igualmente.
La filosofía. El arte. La investigación personal. Laica o religiosa, da igual.
Así lo venía a decir Tenzin Gyatso en el documental (The Great XIVth).

En otro momento del documental decía:
Si tu fe te genera conflicto y lucha con otras fes, 
abandona la fe y sigue el sentido común.

El maestro zen vietnamita Thich Nhat Hanh también está en esta línea de escaso o nulo proselitismo.
En cierta ocasión un asistente le preguntó al maestro si debería abandonar su religión para hacerse budista, dadas las atrocidades que su propia religión había cometido en el mundo y el peso negativo que él personalmente había arrastrado en su infancia y en su vida en general.
Thay le sugirió que iniciara un proceso de reconciliación con sus propios ancestros espirituales.
No tienes que buscar en otra religión lo que ya tienes en la tuya, le vino a decir,
sobre todo si no has sanado la relación con tu propia tradición.
Ve al corazón de tu tradición espiritual, verás que no es tan atroz.
Más tarde, si desde la paz mental decides cambiar de práctica espiritual, puedes hacerlo.
Pero primero arregla las cosas con tus ancestros, resuelve tus odios y resentimientos.

El primero de los 14 entrenamientos de la plena conciencia trata sobre la apertura de mente y la importancia de evitar el dogmatismo:
"Conscientes del sufrimiento generado por el fanatismo y la intolerancia, tomamos la firme determinación de no ser idólatras ni aferrarnos a ninguna doctrina, teoría o ideología, incluidas las budistas. Las enseñanzas budistas son medios que nos guían para ayudarnos a observar profundamente y a desarrollar nuestra comprensión y compasión. No son doctrinas por las que debamos luchar, matar o morir. Entendemos que el fanatismo, en sus diversas manifestaciones, es el resultado de una percepción discriminatoria y dualista de la realidad."

Por otro lado, hay algunas tradiciones budistas que se encierran en sí mismas,
con conceptos fundamentales como "el protector del dharma", "los enemigos del dharma", "robar el dharma" y expresiones por el estilo.
Pero Buda no se pelearía por los derechos de autor ni consideraría un robo que hagas tuyos sus reconocimientos, si pasan a ser tuyos también.
No existe ningún enemigo del dharma porque el dharma (las propuestas para la comprensión y la compasión) está dirigido abiertamente a todo el mundo.
No hay nada que proteger de ningún enemigo, porque todos los seres deseamos lo mismo.

Buda no es un inventor, no ha creado algo nuevo, de la nada.
No espera royalties para ninguna de las instituciones que dicen aparecer en su nombre.
Buda buscaba comprender cómo funciona la mente humana, y la vida en general, para dejar de sufrir.
Como tantas otras personas en el mundo.
Y cuando lo comprendió le llamaron "el despierto" (Buda)
porque había despertado del sueño de la ignorancia.
Simplemente comprendió cómo funciona la mente que te lleva al sufrimiento
y cómo generar mentes que te liberan.

Pero la mente y la vida funcionan como funcionan, al margen de que alguien lo comprenda o no.
Lo supo ver Buda y muchas otras personas también, budistas, cristianas, musulmanas, 
religiosas o laicas, artistas, navegantes, pastoras, agricultoras...
El funcionamiento de la vida y de la mente humana no es propiedad de nadie.
El reconocimiento de las cosas tal como son no es una visión privada o patrimonio de una tradición.
Y si te encuentras con alguna tradición (ya sea budista, cristiana, hebrea o la que sea)
que asegura que tiene el patrimonio exclusivo de la verdad, el único linaje verdadero,
y se aleja de las demás, con un sentido de superioridad y arrogancia,
no es una buena señal de coherencia con el culto que profesa.
No lo es.




viernes, 25 de octubre de 2024

Las ambiciones que mueven nuestra vida.

 


La amiga dijo:
Lo que me preocupa de la meditación en "un mundo de bendiciones"
es que me lleve a la falta de ambiciones, a apalancarme.
El contentamiento está bien
pero a veces la insatisfacción y el deseo son impulsos hacia delante.
Para avanzar y evolucionar.

Desde este punto de vista (a dónde me lleva esta meditación), en su propia experiencia,
a ella la contemplación de "la Vida que provee" la conducía al no-miedo. A la confianza.
Al desapego, también de los resultados. A la libertad.
En cualquier circunstancia, incluso en sus metas y objetivos, cuando aparecían.
La contemplación de "un mundo de bendiciones"
no significa que no hagas movimientos en tu vida.
De hecho, los movimientos se van a dar, al margen de tu voluntad,
dada la ley de la impermanencia.
Las formas y situaciones se manifiestan en base a las causas y condiciones adecuadas, que también están cambiando,
y en ese proceso las manifestaciones resultantes cambian también.
Así que no me voy a preocupar por si mi vida se detiene debido a esta "falta de ambición".

Por otra parte, no está de más revisar de vez en cuando nuestro mapa de objetivos/ambiciones,
esa supuesta evolución personal que perseguimos.
A dónde nos lleva y qué nos cuesta.




miércoles, 16 de octubre de 2024

La no dualidad.



Su amiga le contaba que su pareja estaba sufriendo mucho con un dolor de muelas,
que había pasado la noche sin dormir apenas y esperaba pasar el día descansando en lo posible y recuperándose con algunas horas de sueño.
Ella había decidido quitarse de en medio y había quedado para comer con un amigo.
Quería celebrar el no-dolor de muelas, dijo.
El no-dolor de rodillas o de lumbares.
El no-dolor.
Quería celebrar la abundancia,
las amistades, el amor, la red de apoyo en este naufragio.
"En este naufragio", eso dijo.
Ella recordó aquellas palabras, dicen que de Platón:
"Sé amable con quien quiera que te cruces
porque está librando una gran batalla".

La batalla, el naufragio.
Así lo vemos cuando el yo está contraído, temeroso. El yo-miedo.

Tomó un sorbo de su pequeña taza de café, fuerte, recién molido, profundamente aromático.
Inspiró.
Cogió un trozo de papaya del cuenco de cerámica.
Dulce y madura. La degustó.
El cielo cubierto de nubes la protegía del sol.
La temperatura cálida, el aire y el suelo limpios después de la lluvia de la noche.
Los árboles quietos, descansando las hojas en las ramas, húmedas y verdes.

Si es un naufragio, a menudo las aguas están calmadas y la balsa resulta fuerte y segura.
Si es una batalla, los tiempos de tregua son un deleite y abundantes.
Más abundantes que los tiempos de guerra.
Y sin embargo definimos la experiencia (la vida, la historia) por los tiempos de guerra,
no tanto por los tiempos de paz.
Y mantenemos la visión dualista, de guerra y paz.
Cosas de yo-miedo.

El yo-miedo necesita construirse una zona de confort, aparentemente segura.
Pero el mayor confort, la mayor seguridad, la encuentras cuando sales de esta dualidad
que alimenta el miedo.
Abrir los brazos, la entrega, a veces resultan liberadoras.
La rendición puede ser la mayor victoria.




domingo, 6 de octubre de 2024

La gratitud.



El gesto de meter la llave en la cerradura tiene un sentido más allá de lo aparente.
Abrió la puerta del terrado con cuidado, en una mano en equilibrio la bandeja del desayuno,
y la deslumbró el escenario serenamente luminoso.
Las baldosas del suelo relucientes después de la lluvia.
El aire de un gris resplandeciente.
Los árboles de las montañas de Collserola (al frente) y el Montjuic (al lado)
explícitos en los detalles de una gama de verdes.
La temperatura y el aire apacibles, sin viento,
luminoso el paisaje sin sol deslumbrante.

En el retiro interior que mantiene (21 días para la compasión y la sabiduría)
hoy toca otro día de gratitud.
El retiro se abrió, días atrás, con la meditación en "un mundo de bendiciones".
A ella no le costó mucho esfuerzo esta contemplación
dada su experiencia, tan sólida, de los regalos de la vida,
las manifestaciones imparables del rostro de Dios
(aparentemente amables o molestas, según convenga).
Pero entonces surgió una de esas "dificultades" de la práctica: "No me lo merezco".
Aquí estás, receptora de tantos regalos de la vida, "Dios provee",
en un mundo de bendiciones.
Pero qué das tú a cambio?
No es una voz con la que se identifique plenamente
pero de alguna manera responde también a una parte de ella, 
cuando el egocentrismo se impone y sus propios intereses personales (de este "yo fantasma")
cobran relevancia.
Así que sólo me queda vivir con ello, pensó,
reconocerlo cuando aparece, ese "yo primero".

Hoy es el día de la gratitud, algo muy parecido al primero, inevitable consecuencia
de la contemplación de un mundo de bendiciones.
La gratitud/amor que disuelve límites y fronteras y separaciones.
Primero experimentas el impulso irrefrenable de corresponder
y luego comprendes que no hay diques que separen las aguas, de dar y recibir,
porque no hay nadie que dé
ni tampoco nadie que reciba.
Cuando se trata de un solo y único
fluir.




sábado, 7 de septiembre de 2024

El cuerpo.

 


A veces escucha esa voz:
"El cuerpo ya no es esa fuente de placeres de antaño,
Tantas puertas abiertas para llegar a Dios, la luna de miel.
Ya no lo es".
Otra voz a la que no creer, otro pensamiento-trampa.

El cuerpo no puede dejar de ser lo que es, ese puente.
El aire en la piel, la brisa como una caricia,
solo la sientes porque aún tienes un cuerpo.
La piel, ese puente.
La gaviota en contemplación a su lado durante el desayuno,
la ve porque aún tiene unos ojos.
Su canto a ratos. Aún puede oírlo.
La presencia de la luna, de noche,
o de día, mientras este cuerpo se desplaza en el agua.
Nadar, ese abrazo total,
la caricia en el vientre, los brazos, el rostro en la inmersión.
El cuerpo sigue siendo el cuerpo, un puente a la liberación,
también del cuerpo.
Mientras dure.
Incluido el último momento, la última respiración.

Le llegó ese texto de Jane Goodall:

"Mi próxima gran aventura, a los 90 años, va a ser morir.
O no hay nada, o hay algo.
Si no hay nada no hay nada, ya está.
Si hay algo, no se me ocurre mayor aventura que descubrir qué es.
Y sucede que presiento que hay algo, 
debido a las experiencias que he tenido personalmente
y a las experiencias que me han contado otras personas.
Algunas de ellas muy poderosas.
Todo ello hace que sienta una gran excitación por mi próximo viaje,
esa gran aventura".




miércoles, 4 de septiembre de 2024

La visita.

 


A veces aparece.
Repentinamente, como una certeza.
Como una presencia.
A veces en un momento de quietud, contemplativa.
Y a veces en el movimiento.
Al apagar la televisión, como un desconectar de la hipnosis, un súbito darse cuenta
(esa certeza, esa presencia).
Al cerrar un libro.
O caminando por el pasillo, de la cocina al estudio,
un olor, un cambio de temperatura en la piel, como un soplo.
O pedaleando sobre la bicicleta.
Aparece esa presencia invisible, el instante de liberación, el total desapego,
la victoria final sobre el miedo. Sin contienda alguna.
La comprensión, que se descubre en toda su desnudez, para quedarse.

A veces tiene lugar esa certeza, esa presencia, invisible,
como un anuncio, como un preludio.
Como la luna nueva, antes de mostrar su primera línea creciente.
Está ahí, al alcance de la mano.
La comprensión, la liberación.
El no-miedo.
El amor como una lluvia que lo impregna todo, la entrega, la disolución.
Ahí está eso que la desintegra como un rayo,
como un soplo de viento desmonta un castillo de naipes.