Previamente a la sesión de meditación, la maestra explicaba el motivo de las periódicas propuestas de retiro, que podías llevar a cabo también por tu cuenta, organizándolas en base a tus circunstancias personales.
Decía:
¿Comprendes la necesidad del retiro en soledad?
Necesitas la soledad, la meditación y la lectura o cualquier otro nutriente inspirador
para generar la bodichita, o la renuncia, la compasión, la liberación,
lo que sientes en un momento dado como tu tabla de salvación, el refugio.
Nutrirlo en soledad.
Integrarlo, estabilizarlo, darle fuerza
hasta que circule por la sangre en tus venas o el oxígeno en tu cuerpo.
Por eso el retiro.
A solas o bien con el apoyo de la sangha, las condiciones que comparten tu visión
y la favorecen.
Y tan importante como el retiro es, luego, la interacción,
el terreno de práctica (esa otra práctica), la prueba del algodón.
Pero has de estar presente en cualquier situación:
en el retiro (sin distracciones, conscientemente presente)
y en la interacción,
testigo sin juicio del dolor que mueve tus actos,
y también cuando no es así,
cuando duele menos
o menos tiempo.
Y cuando ya no duele.