domingo, 3 de abril de 2011

La experiencia, ¿suma frustraciones o las resta?











Hace unos días alguien me comentaba que, con el paso del tiempo, conforme nos hacemos mayores, las personas vamos acumulando frustraciones y eso, venía a decir, nos hace más desconfiadas y conocedoras de la naturaleza humana.
Es una manera de verlo, una manera de “crecer” en “conocimiento”.

Sin embargo, yo creo que, con el paso del tiempo, con la experiencia, una persona puede ir adquiriendo sabiduría y, desde mi punto de vista, la sabiduría acaba siendo prácticamente incompatible con las frustraciones.

Porque la sabiduría que nace de la experiencia comprende que las demás personas tienen derecho a tomar sus propias opciones, que las expectativas personales no siempre tienen que ser cumplidas por los demás. Y deja de esperar que así sea. La sabiduría que da la experiencia te enseña que todo el mundo tiene sus limitaciones, sus propias perturbaciones mentales, tú también. Yo también.
Yo creo que la experiencia te puede enseñar a amar a las personas tal como son, con sus limitaciones y heridas, sin esperar que cumplan siempre todos tus planes. La experiencia puede enseñarte que el resto del mundo no son satélites a tu alrededor.
Y sin expectativas imposibles, se reducen las frustraciones.


La sabiduría te permite regresar a la confianza.

¿Acumular frustraciones, con el paso del tiempo? ¿Y por qué no todo lo contrario?
Yo creo que la experiencia te puede enseñar a dejar de experimentar frustraciones o, como mínimo, que cada vez sean menos, menos intensas y menos duraderas.
Y también te enseña a curar las frustraciones del pasado. A comprenderlas, sanarlas, eliminarlas.
Creo que el paso del tiempo no ha de sumar necesariamente frustraciones, sino que puede restarlas.
Es más, estoy convencida de que la sabiduría auténtica te permite regresar a la confianza más absoluta.
Porque se basa en el amor, en la aceptación, en la conexión,
porque te libera del espejismo de ser aislado,
porque te permite regresar al estado de Unidad
y, desde esa experiencia,
no hay espacio para los miedos
ni la decepción
ni la frustración
ni la
desconfianza.







10 comentarios:

  1. Bastante de acuerdo. Eso es a lo que Samuel Becket llamaba "fracasar mejor".

    No te llamé, pero pasé una mañana preciosa. Ya te contaré.

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  2. que tal? muy lindo tu articulo sobre la cuestion de las frustraciones (pavada de tema!!!).
    Creo que muchos puntos que mentionas son sumamente estimulantes para la reflexion.
    Quizas lo que creo yo que nos afecta a casi todas las personas es que con el paso del tiempo perdemos la frescura (mental) que reemplazamos por un cierto agotamiento que limita nuestra capacidad de reaccion y de asimilar nuevas frustraciones sin que de conecten con otras del pasado.
    muchos saludos
    Guido

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  3. Gracias Guido.
    Como antídoto contra la perdida de frescura, desde el budismo se propone la "mente del principiante". O, como dicen que decía Buda: me postro ante la luna nueva.
    Se trata de contemplar las cosas como aparecen en el presente, dejando a un lado los juicios del pasado, la sensación de "déjà vu" -ya visto, ya vivido, ya conocido, ya sabido.
    De esta manera, en vez de agotamiento aparece la fascinación que genera energía.
    Por otra parte, muchas veces recuerdo esa escena de El Principito en la que conoce a un rey, en un planeta, que asegura que todo el universo le obedece, todos son sus súbditos. El Principito le reta a que se lo demuestre y en medio del día le pide que le ordene al sol que se ponga y desaparezca tras el horizonte. Entonces el rey le responde algo así como que sus súbditos le obedecen porque él nunca ordena cosas imposibles.
    Yo creo que es imposible esperar que las cosas salgan siempre al cien por cien como una desea o que el resto de la gente haga siempre lo que esperamos de ellas. La vida no es así.
    Es más realista aceptar que a veces sucederán las cosas de acuerdo a nuestros deseos y otras veces no.
    Y que cada persona tiene derecho a hacer sus elecciones, al margen de nuestras preferencias.

    Sin exigencias (y autoexigencias), las frustraciones se reducen mucho.
    Creo.

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  4. Espero tus noticias, Emy. Por teléfono o email.
    Disfruta de la semana.

    Un beso.

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  5. Depende de la premisa desde la que se interprete esa experiencia.

    La mía, en tanto me consideraba víctima, empezó sumando, pero en cuanto me di cuenta de que no lo soy (y eso no es labor de un día, doy fe) cambió diametralmente.

    Ahora, ni resta ni suma, tan sólo se integra.

    Trato de imaginar el mundo para alguien que viera cumplidos absolutamente todos sus deseos, aún en contra de los deseos del otro, y no sé por qué me parece que, además de aburrido, rallaría el absurdo.

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  6. mira que uno lee blogs. pero el tuyo realmente vale la pena.
    Saludos desde el Norte.

    Guido

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  7. Si lo crees así es porque te "resuena" lo que lees.

    Siéntete libre de compartir tus propias reflexiones y experiencias.

    Un abrazo.


    Marié.

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  8. Integrar, eso suena muy bien PazzaP.

    Gracias por seguir aquí compartiendo.

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  9. Gracias!!!
    Es como en el artículo anterior, que hablaba de la familia como ámbito para practicar... en la práctica uno adquiere sabiduría, pero como dice PazzaP, depende desde qué "personaje" uno practica, si me identifico con el papel de víctima, pues la sabiduría sí que me generará ese "déjà vu", frustraciones y amargura...
    Pues según uno tenga enfocado su percepción, su mente, así uno tendrá una "visión", experiencia y sabiduría, positiva ó negativa...
    Me ha gustado recordar esa parte del cuento del Principito, de no pedir ni esperar cosas imposibles... Y es que, cuando realmente sientes la paciencia, o grados de ella, sientes verdadera aceptación, te das cuenta que no se puede pedir peras al olmo, y hasta te ríes de lo absurdo que pueden llegar a ser ciertas expectativas, y te ríes... y aceptas... y ahí surge una paz, una alegría, un fluir tan bonito...
    También lo define muy bien Byron Katie con su "Amar lo que es" y su "Mil nombres para el gozo"...
    Gracias!!!

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