sábado, 30 de marzo de 2019

El encuentro.






Las 12 de la noche y aún cantan las gaviotas.
Mañana será otro día feliz porque se verán.
Esta noche es una noche feliz porque ya anticipa el encuentro.
Y en la anticipación, ya está con la amada.

Mañana será una mañana feliz en la degustación de la ofrenda.
Será feliz la preparación para el encuentro, los preliminares,
el cuidado y limpieza de la casa, el cuarto de meditación.
Será feliz el camino, entre árboles y valles y montañas,
y sol y cielo claro
y aire perfumado de romero.
Como una peregrinación hacia el encuentro.
Feliz el viaje y la anticipación.

Será feliz el abrazo.
Feliz el paseo sin prisa, el compartir,
la intimidad,
la entrega,
la exploración,
la mesa y el vino.

Será feliz el instante que parece que le dice adiós.
Y aún mucho más feliz, la estela.
Proseguir su camino inundada por la estela.
Tanto amor.
Tanto amor.





"Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores
ni temeré las fieras.
Y pasaré los fuertes y fronteras."

Cántico espiritual. San Juan de la Cruz.



martes, 26 de marzo de 2019

A solas con la amada.






A solas con la amada.

Escuchó esa canción,
de cuerdas y percusiones.
La voz de la intérprete hablaba de perseguir la soledad,
donde poder encontrarse en intimidad con el amado.
Le recordó a la hermana Estrella,
cuando le contó que se había hecho monja de clausura porque es muy parlanchina
y quería tener tiempo y espacio para hablar con Dios
todo el día, todos los días.

El poema de Ramon Llull cantaba el profundo gozo de la intimidad con el amado,
tan difícil de experimentar entre la gente.
Pero el amado, la Vida
amada,
también está entre la gente.
No hay ni un solo instante, ni una sola situación,
en la que la amada no esté presente.

Silencio.
La amada en el silencio.
En la danza de las hojas y sus delgadas ramas,
impulsadas por el viento.
En la partida del hombre que se reconocía eterno.
Como una marioneta sin hilos que la sostengan,
su cuerpo mustio.
También ahí la amada.
En el amor que sustenta a quienes le amaban
y aún le aman.
En este dolor en el vientre inflamado,
el abrazo de la amada.

No hay ni un solo milímetro cúbico del espacio donde no resida la amada.

Cómo no verla!
Cómo no entregarse al gozo del encuentro!





Desirà l' amic soliditat,
e anà estar tot sol
per ço que hagués companyia de son amat,
ab lo qual està tot sol enfre les gents.

(Del Llibre d' Amic e Amat.
Ramon Llull)



domingo, 3 de marzo de 2019

Más difícil todavía.









A veces parece que la vida se empeña en quitarnos las patas sólidas sobre las que nos sostenemos,
que le dan estabilidad a nuestra existencia,
equilibrio a nuestra salud mental y física.
¡Plaf!
Te arranca una pata.
Una pareja, una madre, un amigo
que ni siquiera sabíamos que era tan crucial para nuestra estabilidad.
Un trabajo, el grupo social que nos recibía cada día como una familia,
con sus duras y maduras.
La familia espiritual, esa sangha.
Las creencias espirituales.
la autoimagen
de la madre perfecta, o el padre perfecto.
¡Plaf! Manotazo y fuera.

La vida te la arrebata,
una pata que le daba tanta estabilidad a nuestra existencia.
Y ni la cuestionábamos.
Como si la estabilidad fuera algo propio y personal.
Como si fuera yo misma.
¡Plaf! Manotazo y fuera.
¡Y qué vértigo!
Parece que todo se tambalea.

Cómo seguir viviendo con esa enorme carencia?
De repente, es otro mundo.





A veces, parece que la vida te lo pone más difícil,
cuando te arrebata una pata de tu estabilidad.

Y a veces te las quita casi todas.

Y puede ser tan doloroso.
Y también tan
tan
liberador.
Y es lo mismo.
Aunque al principio no lo parece,
de tanto dolor,
de tanto vértigo.

Como nacer.
Como despertar.

Duele
y comprendes que puedes seguir adelante
cuando las circunstancias cambian.
Sin patas que te sostengan.
O con menos patas.
Haciendo equilibrios.





No hay falta de amor en el desapego,
en la liberación.
Es un amor diferente,
más profundo
e integrador.


Esta vida, como una madre sabia,
que parece que no da respiro.
Que cuando te crees que estás en plenitud
te lo pone más difícil todavía.
Y a ver qué pasa.






sábado, 2 de marzo de 2019

Nacer y morir.







Llegó la primavera, como una visita inesperada.
Se instaló en casa y sabíamos que tendríamos algunas aventuras por compartir.
Salidas, sabores, aromas, situaciones.
Y luego se iría.
Y llegarían otras visitas.
El verano, el otoño, el invierno;
quizás un viaje, una nueva amistad, un trabajo;
una sorpresa agradable, otra no tanto;
una alegría, una victoria, una pérdida;
una enfermedad, la salud,
el equilibrio, la confusión...

Llegaban las visitas a casa, compartían experiencias
y se marchaban.
Así era siempre.
Nunca se le ocurría pensar que alguna de ellas se quedaría para siempre.
Ni su cuerpo.
Su cuerpo era otra visita temporal.
Como su mente.
Sus estados emocionales iban y venían también.

Las visitas llegaban y se iban
pero ella permanecía.
Y le gustaba sentirse en casa en cualquier situación.
Con las visitas o sin ellas.
Antes y después,
Y, a ser posible, durante.





Parece que pasan cosas sin parar.
Como si estuviéramos bajo el efecto de una hipnosis profunda.
Y emergen sueños,
uno detrás de otro.
Y le ponemos nombre a cada parte del proceso:
nacimiento (cuando aparecen)
y muerte (cuando se acaban).
Pero quizás la experiencia de nacimiento y de muerte no es más que otra ilusión,
forma parte de la ilusión,
de la hipnosis.





Entonces, por qué y para qué surgen?
Ella sospecha que en cada sueño
(en cada visita, cada instante de la estancia
y también en la partida),
en cada fotograma del sueño
está latente la oportunidad
de comprender
y despertar.

Cada instante brinda la oportunidad de despertar.
Y si no ha funcionado en esta visita
(en la explosión de la llegada,
o en la pérdida,
o en cada instante del desenlace de la aventura),
la vida te brinda otras.
Otras visitas,
otros nacimientos,
otras estancias,
otras partidas.

A veces no explosiona el despertar pero sí pequeñas comprensiones
quizás necesarias en el proceso.
Y aún seguimos en la ilusión
pero no importa
porque la muerte de una situación
abre la puerta a la llegada de otra.

Nacimiento y muerte,
o cada instante de la estancia de cualquier situación,
son igualmente importantes.
Y todos tienen la misma función
última.




Desde esta mirada,
la muerte no resulta tan dura
porque en ultima instancia
no es más que otra oportunidad.