lunes, 30 de diciembre de 2019

Feliz año nuevo.







El calor del sol la ayuda,
la acoge, la reconforta,
en la recta final de este capítulo.
El calor del sol, la brisa suave
del abanico de las montañas,
el canto de las golondrinas,
la red social que la ayudará a limar sus asperezas
y dar vida al amor que constituirá los ladrillos de su nuevo mundo.
Nadie dice que será fácil.

El canto de la tórtola la acompaña, tenaz.
Amanece un nuevo día, el primero del resto de su vida.
Ligera de equipaje, con las manos vacías,
se pone a construir el nuevo mundo donde quiere habitar el resto de sus días,
de este sueño lúcido.
Ya no quiere ser más una víctima pasiva.
Y se pone manos a la obra.






Como ante Sidharta, sentado bajo el árbol Bodhi, aparecen los maras:
el taladro de las obras de la casa vecina;
"Yo es que soy más pesimista";
"Este sistema es el único que ha demostrado que funciona".
Los maras de su propia mente reteniéndola en el dolor "inevitable",
en el infierno inevitable.
No te vayas del mundo conocido.

Pero ella nunca se creyó los diagnósticos de enfermedades crónicas
con las que la han ido condenando a lo largo de su vida.
A cada diagnóstico-condena respondía con un salto de autocuración.
Ahora lo mismo.






Una bandada de gaviotas cruza su cielo
y el coro le pone banda sonora al instante,
sentada sin prisa en una piedra del camino.
Sobre una de las chimeneas del terrado, una gaviota irrumpe con un solo
en medio del coro que planea bajo el cielo cubierto.

En dirección contraria, una bandada de nubes
se desplaza mientras el sol juega al escondite.
Juega al escondite,
a veces cuesta identificar su luz
pero ahí está.
Siempre está ahí.

Las gaviotas cantan.








miércoles, 25 de diciembre de 2019

Navidad.







A veces, lo peor de las navidades no son las navidades mismas
(trabajo, comprar, cocinar, preparar la mesa,
ser testigo de las viejas pautas, las tensiones,
recoger las montañas de platos, fregar,
organizar la comida sobrante
y aborrecer la sobreabundancia y el despilfarro).
Lo peor viene después.
Los resentimientos activados, los complejos e inseguridades,
la competitividad, el desprecio, las acusaciones, los insultos.

Parece ser que hay familias bien estructuradas que disfrutan de la celebración y el encuentro.
Pero para otras es como una bomba de relojería.
Caminar por un campo plagado de minas antipersona.
Sobre un cementerio de cadáveres, o de zombis.

El maestro dijo: "Ponte tu armadura de amor".
Te la pones.
"Si surgen ideologías, tú sonríes y ya.
Da igual lo que aparezca, tú sonríes
y ya."
Y lo pones en práctica
y el amor abraza a cada personaje con su mochila llena de relatos,
cicatrices y heridas aún abiertas.
Y cuando todo ha pasado piensas que la navegación esta vez ha encontrado un mar en calma.

Pero no es tan fácil librarse de los viejos fantasmas.
Y el abrazo de la despedida de anoche
por la mañana se convierte en una retahíla de acusaciones,
una lluvia de flechas envenenadas.
Porque no intervienes y no pones a cada cual en su lugar.

El karma es insistente y tenaz.






Hubo un tiempo en que le pareció ver el hilo conductor que la conectaba con sus ancestros,
el vínculo herido que se transmitía inexorablemente a las generaciones en vías de manifestarse.
Que todo acabe aquí, rezó.
Abrió su pecho como si cupiera en él todo el dolor del mundo,
empezando por sus propios vínculos familiares.
Sentía que lo absorbía todo, tomar y dar.
Tomaba todo el sufrimiento de sus ancestros,
el cansancio de las batallas libradas,
el dolor de no haber sabido amar, ni amarse (es lo mismo),
las heridas infligidas a los seres queridos, la culpa.
Se imaginó que lo tomaba todo
y las ramas del árbol familiar, frágiles y podridas,
se nutrían con su amor y sus lágrimas,
y era como una lluvia sanadora, por fuera y por dentro, la savia vigorizada,
y las veía fortalecerse y reverdecer
y dar hojas y flores y frutos.
Las viejas ramas y las nuevas
y las que aún estaban por nacer.







Que aquí se pare todo,
que aquí se sane todo, rezó,
y abrió el pecho para tomar todo el dolor.
Para liberar a las generaciones futuras del dolor por llegar
y a las generaciones pasadas
del dolor de las heridas no cicatrizadas.

Y entonces oyó esa voz:
Así no funciona.

¿Así no funciona?

Optó por entregarse.
Se entregó a los designios de la Vida.
Qué sabía ella de lo que cada cual tenía que experimentar?

Ofreció su disponibilidad
y su amor impermeable.

Tenía todo el tiempo del mundo.

Y supo que se podía ser feliz incluso en el dolor.

La confianza (hay quien la llama la fe)
ayuda mucho.







sábado, 14 de diciembre de 2019

El relato.









La amiga le contaba que su madre se quejaba mucho,
y se alargaba en la narrativa, descontenta, molesta, por tantas cosas que su madre hacía mal.
Cambio de tema
y un rato más tarde escuchaba sobre las quejas de la cuidadora de su madre,
su forma de ser, no le gustaba nada.
Luego le tocó el turno a la hija de su amiga, que se quejaba mucho de la madre.
Y luego al tío, que cada vez se parecía más a su hermana (la madre de la amiga), y se quejaba por todo.
Esta vez sí, la interrumpió:
Y por qué lo haces tú, si te molesta tanto que las personas se quejen?
La amiga se calló un instante. Y luego le dio la vuelta a la pregunta.
Me molesta porque yo lo hago. Me molesta mucho hacerlo tanto.

No hay nada como escucharse a una misma.






El amigo le contaba que aquellos fuertes dolores de ciática que se habían instalado en las últimas semanas en realidad eran una molestia refleja de su problema abdominal y su dificultad para vaciar los intestinos. Ahora estaba entrando en contacto con el origen emocional y con el recuerdo de que su madre se enfadaba cuando él se ensuciaba, donde ha ubicado el origen de su estreñimiento.
Estaba entusiasmado y muy esperanzado en el proceso de sanación que estaba atravesando.
Y un día quizás se cambiará el relato y el círculo se cerrará -comentó ella, como si pensara en voz alta.
El amigo se enfadó mucho, sintiendo cuestionada la realidad de su vida, y ella entendió que había sido inoportuna.







Lucía siempre había presumido de ser una mujer independiente que se había hecho a sí misma.
Cuando murió su padre ella aún no tenía los 10 años.
Abrumada por las pérdidas sucesivas y la dureza de la vida, la madre entró en una depresión.
Ella siempre había sentido que en aquel momento se quedó huérfana de padre y madre y tuvo que remontar el vuelo sola.
Hasta aquel día, varias décadas después, que encontró la imagen de su madre, viejita y débil, llorando, cansada, a la puerta de una tienda donde se había quedado esperando mientras su familia había entrado a comprar algo.
Vio a su madre cansada y abandonada
y el relato de su propia vida cambió automática y radicalmente.
De repente vio la carga de sufrimiento de la madre, la dureza, la tristeza, el abandono, que había arrastrado desde hacía tanto tiempo.
En realidad, la madre siempre había estado a su lado, aun sin compartir las rompedoras decisiones de la hija en la adolescencia, la juventud y la vida adulta.
Ella sí que había sido abandonada.
Y la historia de su vida cambió.
Todo su pasado cambió.






El presente y el futuro se pueden transformar, eso poca gente lo pone en duda.
¿Pero el pasado?
El pasado también.
Sólo hace falta abrir el gran angular.
Salir de la visión egocéntrica.
Ver un poco más.
Y el pasado se transforma.

Escuchar nuestra propia voz,
que nos da tantas pistas de quiénes somos y dónde estamos (no tanto sobre los demás).
Y ver a los demás seres en profundidad.

Y mientras tanto, hasta que podamos hacerlo sin esfuerzo, desde el corazón,
"Sé amable con quien quiera que te cruces
porque está librando una gran batalla".
(Platón)






miércoles, 11 de diciembre de 2019

Su primer retiro.








La mujer contaba que su primer retiro había sido uno de Alto Yoga Tantra.
Muy poco habitual.

Con escaso interés en ese tipo de "vacaciones significativas", hace algo más de 20 años,
aquello le había llegado por sorpresa y casi regalado.
La maestra la había llamado para ofrecerle unos billetes de avión y estancia en el monasterio,
de alguien que al final no podría asistir.
Ella lo habló con la familia, hizo algunos cambios en la agenda de actividades veraniegas y dijo que sí.
Le daba algo de miedo, la "encerrona" que podría ser el retiro, en el peor de los casos.
Pero peor sería quedarse con la duda de la experiencia perdida.

Al hacer la inscripción, la maestra le preguntó: ¿Sutra o Tantra?
Ella sabía que el Sutra se refería al budismo que estaba empezando a conocer en las enseñanzas (la mejor ciencia de comprensión de la mente que había conocido nunca), pero el Tantra...
Qué es eso del Tantra?, preguntó.
El camino rápido, dijo la monja.
Ah, no, pues entonces lo otro -respondió ella-. Me gusta disfrutar del camino.
La monja la miró un momento y escribió: Tantra.

Ella no lo cuestionó.
No estaba persiguiendo nada, ni sabía nada de todo esto,
así que dejaba a la Vida hacer.






Un salto en la narrativa y cuenta que a la sorpresa del principio del retiro (ante las narraciones disparatadas de budas, yoguis y yoguinis en una extravagante Tierra Pura) se desencadenó ya en los primeros días un estado de estupefacción y risa casi permanente.
Visualizaciones extrañas y estrambóticas de una Tierra Pura, deidades de rostros y cuerpos ciertamente singulares; sadhanas sorprendentes en las que cortabas tu cuerpo a cachitos (como quemar los barcos para no regresar) para ofrecerlo a los seres de los seis mundos, transformado en un néctar sagrado; autogeneración como un nuevo ser de cuerpo rojo y largos colmillos, adornado con collares de calaveras...
Era un despropósito tal que no podía parar de reír con ternura ante la imaginación desbordante y el juego de misteriosos nuevos mundos en construcción.







Y entonces fue cuando se dio cuenta de que el mundo del que venía, ése que había dejado en otro lugar, quizás también era un despropósito que la costumbre y la familiaridad habían normalizado.
Quizás no era tan real y "normal" como siempre le había parecido.
Quizás era otra construcción de la mente.
Si analizabas ese mundo y sus reglas, desde los ojos de un ser exterior, también resultaría un tanto extraño, absurdo, poco funcional.
Tanto esfuerzo para tan poco.
La vida corriendo detrás de una zanahoria tras otra
y el hambre insatisfecha,
como espíritus hambrientos.
El miedo
que vendía la vida tan barata.
El absurdo de las prioridades,
que amenazaban constantemente la paz, el bienestar y el vivir mismo.


"¿Qué es lo que nos impulsa a vender nuestro tiempo,
energía, sudor y hasta nuestra propia vida
a cambio de un poco de dinero,
algunas posesiones
y una buena reputación de por sí efímera?
Esclavizados bajo la hipnosis".

(Una vida con significado, una muerte gozosa".
Gueshe Kelssang Gyatso)






Después de la contemplación de un mundo tan disparatado (en el AYT)
ya no podía dejar de ver el disparate de su propio mundo.

Y ya nunca volvió a ser lo mismo, de vuelta a él.
Ya nunca más se lo creyó.







Había muchos mundos en este mundo y ella tenía que elegir el suyo propio.
Uno que funcionara y le sentara bien.
Con las prioridades acomodadas a su medida.

Y así anda, por los mundos que aparezcan a su paso
(la Vida manifestando lo que precisa en cada momento),
pero sin abandonar el suyo propio,
un oasis perfecto,
instalado en el centro de su corazón.