lunes, 30 de mayo de 2016

La compasión hacia un@ mism@.





Llegó un whatsapp al grupo de estudio:
"Quisiera meditar sobre la compasión hacia una misma. Me gustaría compartir vuestra experiencia. Qué es lo primero que os viene a la mente cuando oís estas palabras?"




Ella pensó en su propia experiencia, cuando se encuentra a sí misma sufriendo, no importa el motivo. Y bajo la fuerza del amor y la compasión (por sí misma), automáticamente surge la pregunta:
"¿Todavía no te has cansado de sufrir?"
Y en esa simple pregunta, observa cómo se suelta mucho lastre; mucho ego, necesidades, importancia personal, mucho sufrimiento.
Y es sólo el principio.

En la meditación de la tarde, quería proponer la indagación del yo.
Cuando hablamos de compasión hacia una misma, ¿de quién hablamos?
¿De este "pack cuerpo/mente"?
¿De esta construcción mental en la que hemos designado "yo" toda nuestra vida?
Este yo separado que hemos mimado desde el principio, cuyos intereses hemos cuidado y luchado, este yo con deseos y rechazos a cuyo servicio estamos día y noche.
¿Ha funcionado?
¿Le hacemos feliz? ¿Está satisfecho, apacible y sereno?
Si no es así, quizás nos estamos equivocando de "amo" al que servir.




Cuando hablamos de "compasión hacia una misma" (o hacia los demás), tendríamos que tener claro de qué "yo" hablamos. (A quién amamos y por quién sentimos compasión).
Porque podría ser que estemos a las órdenes de un yo equivocado.
Incluso podría ser que estemos alimentando al enemigo.





Entonces leyó un texto de Thich Nhat Hanh sobre la vacuidad y el interser.
Y propuso meditar en silencio sobre la indagación del yo.



domingo, 22 de mayo de 2016

Fin de semana.





Sol suave bajo un cielo de nubes ligeras. Silencio de fin de semana. Tictac.
Ritual del desayuno y tiene por delante 24 horas para ser feliz y hacer felices a los demás (según reza el mantra). O lo que se pueda.
Contempla la mesa del desayuno.
La cafetera vacía y el aroma a café recién molido, cardamomo y limón, y pan caliente, y naranja. Aceitunas picantes de especias exóticas, en un plato de cerámica pintado a mano por las monjas de Sigena. Tahín casero de sésamo y linaza y nueces en un sugerente bote de cristal ovalado. Crema de castañas (marrón glacé en la etiqueta), miel de montaña. Silencio, quietud. Tictac.


Se ve rodeada de cosas bellas, como ofrendas.
No son "superbellas", lujosas, inaccesibles, del nivel de las diosas, sino simples cosas bellas cotidianas al nivel de un ser humano medio.
Siempre se sintió cómoda en la clase media baja, como una zona de confort. Lo necesario y basta, sin más entretenimientos ni responsabilidades mundanas de las que ocuparse. Lo justo es suficiente, y en lo suficiente encuentra la auténtica abundancia. Y el gusto de la libertad.
Quizás tendría que revisar algo de eso ("qué mensaje te estás enviando?", le dice Pascual Girons).
O quizás no, y ya está bien así.
Ella sospecha que el disfrute es el disfrute, la misma experiencia, da igual el objeto que la active.




Le gusta poner orden en la casa (su gompa) y los aromas que la reciben al paso.
El jabón de aceite de coco para la ducha, en el estante de los utensilios para la mochila deportiva.
Las macetas de albahaca, tomillo y romero en el balcón.
Los libros en las estanterías, en el tatami junto al futón donde duerme, en la mesa de trabajo, en cualquier rincón.
El Viaje a la India de Alexandra David-Neel, como antesala de su propio viaje.
En cada título, un cofre lleno de tesoros.




Crac-crac! Un pequeño ruido indescifrable. Se levanta de la mesa del desayuno y explora paso a paso, sin prisa, el pasillo, las habitaciones. En el cuarto de baño la cortina vuela por el aire que entra por la ventana y ha golpeado el pequeño bote del difusor de perfume a lavanda. El bote de cristal y las varitas en el suelo, junto a pequeños charcos de color azul. Lo observa un momento. Seca el líquido azul con un paño limpio y lo deja como aromatizador en un rincón del cuarto. Suficiente. Ya no necesita difusor de perfume en el baño, ahora el aroma se desprende invisible del paño blanco, la tapa de la papelera y las baldosas en el suelo, los difusores de perfume ocasionales. Coge el bote y lo lleva a otra habitación a seguir realizando su cometido.
Nada muere, todo se transforma.

Aprecia esa actitud imperturbable con que navega los acontecimientos o hace inmersión. Cuando se adapta a los elementos y se funde con ellos.





El olor de la menta al abrir la nevera, como un jarrón de hojas verdes en el interior. La evocación del árbol de la higuera en el pasillo. Una película europea en la televisión. La persiana verde cruje al empuje del viento. Chocolate con almendras.
La vida es mágica.
Los pequeños detalles son los grandes detalles. Lo minúsculo es la puerta a la transcendencia.
No hay que buscar en otro sitio.

En cada pequeña llamada, en cada toque de atención de la vida, se abandona, se entrega, se disuelve.
Como agua vertida en agua.




Hace tiempo vivía en un lugar desde donde se veía el mar por las ventanas, y sus habitantes cotidianos. Caminantes junto al perro en el paseo, navegantes en el mar, bañistas en la arena. Corredores al amanecer o al llegar la tarde. La clase de kárate en la orilla de la playa, los viernes al atardecer. Toctoc, la pelota en el frontón del club deportivo, a sus pies.

Cada mañana, cuando sube las persianas, ve también su antiguo paisaje como un saludo de buenos días.
Todo está aquí. Pasado, presente y futuro, manifiesto o virtual.
Todo está aquí y ahora.




martes, 10 de mayo de 2016

Te has ganado un descanso.





Tras el retiro, de vuelta a casa, la vida tiende a devolverla a sus hábitos y a su ritmo personal.
Postdesayuno.
"Y le gustaba todo de su vida mortal. Hasta el olor de los espárragos en su orina." 
El tiempo se detiene.
Suena el tictac del reloj pero es sólo la banda sonora.
El aire claro bajo un cielo nublado.
El tahín es un néctar de semillas y frutos secos y aceite de oliva.
El bote de cristal donde lo guarda es ovalado, cuánta belleza!
La miel de montaña es oscura y densa y discretamente dulce.
La tostadora aún desprende calor, a su lado, junto a la libreta.
Y la cafetera italiana, sobre una tabla de mimbre.
El agua, el café recién molido y en el recipiente superior una pizca de cardamomo y un trocito de cáscara de limón. Delicioso café alcalinizado y aromatizado.
La habitación se inunda de olor a café y cardamomo y limón y pan caliente.
Y ella, a veces, amaba todo de su vida mortal, incluida la muerte de cada instante.
Incluida la muerte.




A veces, sentía: Qué vida tan larga!
No podía decir "ya lo he hecho todo", pero, en cualquier caso, había hecho tanto que bien se había ganado un descanso.
El camino había sido tan largo que bien se había ganado un respiro.
Sentarse al margen del camino, o tumbarse, a contemplar la película, el motor en funcionamiento, su propio sueño imparable.
A simplemente ser.
Nada que demostrar.
Ninguna etiqueta con la que presentarse a los demás, o con la que autoidentificarse.
Aplaudía y se regocijaba con los logros de los demás pero ella no iba detrás de ningún logro. No lo necesitaba.





Asimismo, sentía que toda su vida había sido "un ser libre e independiente", inmersa en su propia búsqueda personal y dando espacio para que los demás exploraran su propio camino personal (y parece ser que eso había producido mucho dolor, a veces), así que ahora podía permitirse parar, accesible, disponible, afrontar sus compromisos kármicos más cercanos.
(Aun sintiendo que siempre lo había hecho, a su manera).




Una vez más, iba al revés de lo aprendido, de lo esperado de ella.
Pero ya no tenía que demostrar nada.
"Lo primero que una mujer tiene que hacer para ser libre es perder la reputación", había escuchado cuando era adolescente.
Lo primero que un ser humano puede hacer para ser libre es asumir que no va a cumplir las expectativas de los demás.

"No te los creas", dijo el monje.
No te creas las películas de los demás.
No te creas sus juicios, críticas o alabanzas, porque corres el peligro de convertirte en la imagen que han creado de ti.
Si te lo crees, dejas de ser libre y feliz.
Y no se puede ayudar a nadie si no eres libre y feliz.






¿Sufres? A veces más sufrimiento es necesario.
No quiere decir que tengas que crear más sufrimiento, deliberadamente, pero si el dolor aparece (en ti o en los demás) y no tienes forma de transformarlo, quizás es que más sufrimiento es necesario.



A veces, a ella le parecía que ya no iba detrás del sufrimiento ni de la felicidad.
Que ya no iba detrás de nada.
Se había ganado un descanso.






lunes, 9 de mayo de 2016

Qué puedo hacer para estabilizar el amor que me protege?







Durante la sesión de preguntas y respuestas, casi al final del retiro de silencio y meditación, ella observaba que las personas que preguntaban exponían una situación de sufrimiento y conflicto, y las respuestas de las monjas y monjes presentes partían desde el amor y una visión clara de las cosas. Preciosas respuestas, profundas y eficaces, si yo (la persona en conflicto) estuviera también en esa experiencia de amor y visión clara. Y a veces lo estoy, y todo es fluido y fácil de comprender
e interactuar. Pero a veces mi fuente de amor está más bien seca, y tu respuesta no me vale. 
Quiero decir que no la puedo poner en práctica. 
Quizás aparentemente sí, en la forma, pero no desde el corazón. 
Y así no funciona.

Ella escuchaba las preguntas, que brotaban desde el sufrimiento y situaciones difíciles, y las respuestas, que surgían del amor y la lucidez.
Y observaba cómo las personas a veces se levantaban con la expresión de no haber sido ayudadas.
Con la sensación de que no habían respondido a su problema concreto con instrucciones concretas.
Aunque en realidad sí. Cada respuesta iba dirigida a la causa más profunda de tu dolor. Pero a ti eso no te valía porque sentías que tu dolor, tu historia, tu problema era otro. Y la monja o el monje no se habían ocupado de él, sino de otros asuntos demasiado abstractos que no tenían nada que ver contigo y con tu situación concreta.

Así que ella observaba cómo las preguntas surgían del sufrimiento y las respuestas brotaban desde el amor y la visión clara.
Y la respuesta no siempre servía.




Ella estaba firmemente convencida de que el amor nos protege de todo el sufrimiento.
Y cuando estamos en esa experiencia de amor todo es fluido y cualquier experiencia, por muy difícil que resulte, incluso de dolor o sufrimiento, resultan gozosas.
Porque el amor me protege.
Pero no siempre estoy en ese estado y a veces la fuente de amor la encontramos más bien seca.
Y le hubiera gustado preguntar a cada una de las monjas y monjes presentes qué hacen para estabilizar esa experiencia de amor, para mantenerla y hacerla crecer, cada vez con raíces más profundas.

Pero seguían apareciendo preguntas que surgían de la desesperanza y el sufrimiento, y prefería dejar el espacio libre y escuchar.




Y, en realidad, estaba segura de que en cada pregunta y en cada respuesta ella podía hallar muchas respuestas a su propia pregunta.
Y así fue.




Seguidamente tuvo lugar la última sesión del retiro, sobre las enseñanzas de la comprensión de la mente. Y allí encontró una vez más la respuesta a la pregunta que no llegó a realizar, definitiva, clara y precisa.




Qué puedo hacer para estabilizar el amor que me protege?

Si tenemos en nuestra conciencia almacén (inconsciente) todas las semillas de emociones y experiencias (de sufrimiento, enfado, miedo, alegría, amor, plena conciencia, mente no dual...), y de vez en cuando, dadas las condiciones (por ejemplo, estímulos sensoriales), aparecen en nuestra experiencia cotidiana (la conciencia mental), quizás podríamos alimentar las semillas del amor cuando aparecen en nuestra experiencia; envolverlas con la semilla de la plena conciencia y nutrirlas bien, para mantenerlas cuanto más tiempo posible en la conciencia mental (la experiencia consciente) y que no vuelvan a refugiarse, dormidas, en la conciencia almacén (el inconsciente).
Eso cuando aparecen.
¿Y mientras no aparece, la semilla, la experiencia del amor en mi vida consciente?
Por ejemplo, inspirarme en el amor de l@s demás. Regar las semillas del amor y nutrirlas igualmente. Y eso a veces en más fácil a solas (en meditación) que en compañía.
A solas me preparo, en compañía me entreno.
Pero tengo que estar bien preparada y tener la experiencia dentro bien desarrollada (a solas) para que la práctica en situación salga bien.

Prepárate a solas (para hacer emerger la semilla del amor que duerme en tu inconsciente, en tu conciencia almacén) y practica en compañía.
La compañía (los seres en su conjunto, los que amamos y los que no y los que nos resultan indiferentes) son la prueba del algodón.
La práctica que estabiliza a prueba de bombas la experiencia de amor imaginada, una especie de amor platónico; por muy profundo que parezca, simple y pura imaginación.

Hay que ser hábil para saber gestionar en la dosis correcta la soledad y la compañía, el sufrimiento (que genera la compasión) y la alegría (que nutre el amor), la compasión y el disfrute.

Hay que ser hábiles.
Y la práctica de la atención plena ayuda.