sábado, 26 de julio de 2014

El sentido de la vida.




Ella dijo:
Buenas tardes, querida sangha.
Me gustaría que compartiéramos hoy una meditación que a mí me resulta muy poderosa, especialmente cuando la hago en grupo. Porque me ayuda a centrarme,
a discernir lo que es importante de lo urgente o poco significativo.
Reorganiza mi agenda, desdramatiza mi vida y le aporta ligereza. Y significado.
Se trata de una investigación sobre lo que el budismo denomina "la preciosa existencia humana".





Miramos hacia dentro
(y hacia fuera) sincera y valientemente y vemos si de verdad consideramos esta vida humana como algo valioso y por qué;
o quizás no, y en realidad no sea más que una sucesión de trámites por los que hemos de pasar. Quizás te parezca un simple mota de polvo en el universo sin ninguna transcendencia; o puede que incluso a una mota de polvo le veas una función y un sentido.
En cualquier caso, para empezar,
me gustaría que cada persona compartiera cuál es el sentido de su vida, desde su propia experiencia.
Puedes ayudarte pensando que estás a punto de morir. Cómo te gustaría morir? Con qué experiencia? Qué vida te gustaría haber vivido? A las puertas de la muerte, cuál sientes que ha sido el sentido de tu vida?
O quizás te dicen que tienes una enfermedad terminal y te quedan tres meses de vida. Cómo te gustaría vivir ese tiempo? Cuál es el sentido de tu vida?





Aguien habló de la aceptación; G consideraba vivir el presente, sin la influencia del pasado ni la preocupación del futuro; E dijo que la clave estaba en ser feliz aun cuando no le encuentras sentido; C recordó una frase que había leído en algún lugar: Si no es ahora, cuándo? Una chica nueva habló de aprender y otra de que la experiencia del amor gobierne su vida. No paraban de aparecer joyas inspiradoras.
Lo bueno de compartir en grupo el sentido de tu vida no es sólo que a la persona que habla la conduce a investigar (sobre su propia vida y valores) sino que suele ser una sucesión de fuentes de inspiración para la persona que escucha.

Finalmente le tocó el turno de cerrar la sección a la facilitadora.





Si lo que todo el mundo persigue (incluidos los animales y todos los seres vivos), en el fondo de cualquier acción o decisión, es estar bien (ser feliz) y evitar el malestar (el sufrimiento), ése podría ser el sentido de la vida: vivir en paz y de una forma gozosa y feliz.
La cuestión es que aunque eso sea lo que perseguimos, todo el mundo y en todo momento, algo debemos hacer mal porque la mayoría de las personas sufrimos mucho y muchas veces, a lo largo de nuestra vida. De hecho, se puede decir que es una experiencia constante.
Cuándo sufrimos y cuándo parece que no sufrimos?
Dependiendo de lo que nos ocurre.
De si se cumplen mis deseos o no. Y a menudo, aun cumpliéndose mis deseos, sufro. Y a veces más, y me doy cuenta de que no sé lo que realmente me conviene.
Así que si mi deseo último es ser feliz y no lo consigo porque dependo de lo que ocurre en mi vida, puede que el sentido de mi vida sea aprender a ser feliz sin dependencias, en cualquier circunstancia. Libre de dependencias. Y eso es lo que en budismo se conoce como "la liberación del sufrimiento".




Así que quizás el sentido de mi vida sea aprender a ser feliz en cualquier circunstancia, no importa lo que aparezca en mi vida. Aprender a soltar apegos y deseos y rechazos y aversiones.
El sentido de mi vida es la liberación del sufrimiento.
Y no tiene sentido que la dedique a cualquier otra cosa que no aporte algo en esa dirección, que no profundice y estabilice esta experiencia.




Y esto no significa ignorar o evitar el sufrimiento sino todo lo contrario, porque hacer esto supondría desaprovechar la experiencia para indagar en las causas del sufrimiento.
Así que, en el proceso de liberación del sufrimiento, cuando aparece el sufrimiento lo único que puedo hacer es contemplarlo, aceptarlo, abrazarlo y comprenderlo. Porque en la aceptación voy a encontrar la experiencia de la empatía y la compasión, y en la comprensión, el camino de la liberación última.
Aceptarlo, abrazarlo y comprenderlo pero (para) no quedarme en él.

Y al final de toda esta investigación personal sobre el sentido de mi vida, resulta que es como descubrir otra vez la sopa de ajo -que ya habían descubierto y degustado millones de personas antes que yo.
Porque al final no se trata más que de las 4 Nobles Verdades de Sidharta Gautama.




Una amiga fue a visitar al hospital a una amiga suya, monja budista, que estaba muy grave, y ésta le dijo: Qué difícil resulta morirse. En su última visita, vio que sufría mucho, apenas podía hablar pero tuvo fuerzas para decirle: Cómo me arrepiento de no haber aprovechado mi vida para realizar la vacuidad.



El sentido de mi vida es poder
no decir esto en
el momento de
mi muerte.











Yo creo que el sentido de mi vida es aprender a liberarme de todo tipo de sufrimiento (de la dependencia de mis deseos, liberarme de todos los deseos y aversiones) y esto no será posible si no integro profundamente la experiencia de la vacuidad, el interser y el no-ego.
Así me lo explicaron Thai y Gueshe-la y muchos otros.
Y también Freud (el significado de los sueños) y Calderón de la Barca (el soliloquio de Segismundo de La vida es sueño).
Y así lo he entendido yo.


















miércoles, 16 de julio de 2014

La montaña sagrada.







Hubo un tiempo en que ella también tenía una religión.
A veces hacía retiros de meditación,
de estudio, como una catequesis.
Entonces, solía tomarse un tiempo para retirarse del retiro (las clases, la meditación formal, el trabajo voluntario, la interacción social)
y caminaba a solas montaña arriba.
En el paseo, descubrió un lugar como una segunda gompa.
Se sentaba a un lado del camino, como un mirador, y contemplaba la montaña abajo,
el valle, y al frente se alzaba la montaña, inmensa, estable.
La montaña sagrada.

Luego, la vida se encargó de cambiar las cartas, y la situación varió, y ya no había religión sino no-religión, la vacuidad de la religión.
Y apareció Rumi y dijo: Cuando sales del camino, el camino aparece.
Y apareció Thai y dijo: La sangha no es sólo tu club espiritual, y no es sólo todos los seres humanos, ni todos los seres sintientes. La sangha son también los árboles y los ríos y las montañas y los océanos y las nubes y la lluvia.





Pasó el tiempo
y un día ella volvió a hacer un retiro de meditación.
Y, en un descanso, se retiró del retiro, montaña arriba, en soledad.
Y el camino le recordó a otro camino, montaña arriba.
Y arriba, en la montaña, se sentó al borde del camino, como un mirador,
a contemplar la montaña abajo, el valle al fondo y, erguida, estable, gigante, la montaña. Otra montaña.
Pero esta vez la majestuosa montaña al frente estaba salpicada de edificios. Llena, cubierta de edificios.
La montaña acogía en su seno, en la ladera, por todas partes, núcleos urbanos de edificios habitados por seres humanos.
La montaña sagrada
esta vez acogía
y abrazaba
a los seres humanos.
Los seres humanos ocupando cada poro de su piel.
La montaña sagrada
humanizada.





martes, 15 de julio de 2014

Educar en la atención plena.




En su turno de compartir, ella sonrió y dijo:
Me postro ante la luna nueva.

Había sido invitada a la jornada de clausura de un curso de dos semanas sobre atención plena aplicada a la educación.
Maestr@s y educador@s sociales habían expresado antes que ella su ilusión por el nuevo mundo que habían empezado a vislumbrar.
Algunas de ellas ya utilizaban la meditación en sus clases de preescolar, primaria o secundaria y las técnicas de atención plena para optimizar el estudio y en la resolución de conflictos.
Otras no habían oído hablar de ello nunca antes, y mucho menos pensaban que el mindfulness tuviera algo que aportar a la pedagogía.
Pero, en general, la mayoría decían haber descubierto que la meditación y la atención plena van mucho más allá de lo que habían podido imaginar previamente.
"Es una forma de vida", comentó alguien. "Es otra manera de vivir".
"Me siento como una niña que acaba de descubrir un mundo nuevo, fascinante, excitante. Prometedor. Definitivamente, las cosas pueden ser de otra manera".




"Va a sonar feo lo que voy a decir pero hace tiempo que había perdido la confianza en la humanidad, tantas guerras, tanta crueldad, tanto sufrimiento. Pero estos días he recuperado la esperanza, no sólo porque he encontrado aquí a gente de muy buen corazón dispuesta a dar lo mejor de sí, sino porque he descubierto que hay mucha gente ya en el mundo cambiando el mundo, y en especial en el mundo de la educación. Pero lo más importante es que he dejado de juzgar, porque he comprendido que todo el mundo hace lo que sabe y lo que puede, y que en el fondo todos somos iguales y deseamos lo mismo".




Algunas personas expresaban su preocupación por "lo que va a pasar mañana". "¿Voy a saber mantener este estado mental y vital? Cómo voy a llevarlo a mi escuela?".
Para ello, habían previsto organizar encuentros periódicos de meditación y estudio.
Cada persona tenía una fuente de riqueza que aportar (ilusión, confianza, energía, vitalidad, gratitud, amor, entrega), en la recta final, el espacio para compartir.
Pero ella sólo pudo decir: Me postro ante la luna nueva.





Por su parte, personalmente, para ella también había sido una jornada interesante y muy ilustrativa.
En la primera parte, antes de la meditación guiada, el maestro había compartido algunas experiencias de su etapa (casi una década) de monje en Plum Village. Finalmente había decidido dejar los hábitos, abandonar el monasterio y llevar el dharma a otras partes del mundo, vestido de laico.
No siempre fue fácil.
"En el monasterio eres alguien, eres un monje con unas funciones en la comunidad, y estás en un camino. Tampoco es siempre fácil allí, pero tienes la confianza de que estás a salvo en un buen refugio".




Cuando sales al camino, el camino aparece, dice Rumi.
Pero no siempre lo vemos.
Salir al mundo sin una función clara, sin hogar alguno, sin dinero, a veces es como un salto al vacío.
Pero el vacío siempre acaba en alguna parte.
El monje que ahora era designado "laico" acabó realizando otras funciones "mundanas".
Cuando daba clases de inglés a sus alumn@s les enseñaba atención plena, concentración, cooperación y resolución de conflictos, de una manera natural.
Durante la época en que ejercía funciones administrativas en una conocida cadena de supermercados francesa, en cierta ocasión alguien le preguntó cómo lo hacía para estar siempre de humor, amable y apacible, en medio de todos los conflictos que aparecían constantemente. Él dijo que practicaba la meditación, y l@s trabajador@s le propusieron: ¿Quieres enseñarnos?
Y así fue como comenzó el programa de atención plena en la cadena de supermercados X.
En vista de los buenos resultados, l@s emplead@s decidieron que este aprendizaje no era sólo apto para las bases sino que los directivos y gerentes también tenían mucho que aprender sobre cómo vivir mejor.
Y así fue como emplead@s y directiv@s empezaron a frecuentar como iguales el programa de meditación y atención plena.




El dharma no puede quedarse encerrado en las iglesias, los monasterios, las gompas, los locales y centros de retiros y meditación autodenominados "sagrados". Otra mirada (llámala "espiritual" o como quieras) tiene que llegar a todos los rincones del mundo, a las escuelas, a las familias, a los centros de trabajo, a los mercados, a los barrios. Y cada cual es libre de adoptarla o no. De dejarse impregnar o no, y en la medida que considere oportuno. Porque cada cual tiene su tiempo. Y su ritmo.




Pero, en cualquier caso, si Mahoma decidió ponerse en marcha y acercarse a la montaña, por qué vamos a quedarnos nosotros cómodamente instalados en nuestra jaula de cristal, por mucho que queramos llamarla "Tierra pura"?





Así habló
el monje que dejó los hábitos.



lunes, 7 de julio de 2014

El budismo no necesita mártires.

 

(Textos para compartir.
De "Estás aquí",
de Thich Nhat Hanh)
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            
Después de haber utilizado las llaves de la impermanencia y del no-ego para abrir la puerta de la realidad, ya no las necesitas.
Si has utilizado inteligentemente la llave de la impermanencia para abrir la puerta de la realidad, ya no la necesitarás más.
La llave no es un objetivo ni un ídolo al que debas adorar.


El Dharma te proporciona herramientas, pero no debes aferrarte a ellas.
Libérate del Dharma!
No debes cargar con la barca después de haberla utilizado para atravesar el río.
Es necesario utilizar la barca con mucha inteligencia para llegar hasta la otra orilla pero, una vez allí, ya no la necesitas y no debes seguir cargando con ella.




Las enseñanzas de la impermanencia y del no-ego son herramientas que debes utilizar pero no debes quedarte atrapado en ellas.
Si lo haces, la impermanencia acabará convirtiéndose en otro concepto y lo mismo ocurrirá con el no-ego.
De este tipo de conceptos dijo precisamente el Buda que debemos desembarazarnos.
El nirvana, según dijo, consiste en la extinción completa de los conceptos, incluidos los conceptos de la impermanencia y del no-ego.

Para encender un fuego utilizas una cerilla, que se consume una vez cumplida su misión.
Como esa cerilla son las enseñanzas sobre la impermanencia y el no-ego. Si practicas de un modo inteligente y tienes éxito, la cerilla acabará consumiéndose y serás completamente libre.

No tienes que defender el budismo.
No tienes que morir por el budismo,
ni movilizarte, ni hacer guerras santas.
El budismo no necesita mártires.




El Dharma no es un objeto que debas adorar sino una herramienta.
El trabajo de todo meditador consiste en cortar las raíces del mal, el odio, la confusión y la discriminación.
Para ello sirve el Dharma.
¿Colocas acaso la hoz que te han prestado para cortar la hierba en un altar
y la veneras?




También debemos ir más allá del concepto del nirvana.
La palabra nirvana es como la palabra Dios, que puede convertirse en un concepto en el que quedes atrapado.



No deberíamos entender a Dios como un concepto sino como la realidad última.
Y lo mismo habría que decir respecto al nirvana.
Deberíamos conectar con él como la realidad última en el aquí y el ahora.
Quienes consideran el nirvana como un concepto acaban convirtiéndose en prisioneros.
No lo dudes, si descubres que han acabado convirtiéndose en conceptos,
quema el nirvana, la impermanencia y el no-ego.
Y también a Dios.
Y al Buda.


Quema todos los conceptos para poder residir
en la realidad última.


martes, 1 de julio de 2014

Yo no soy este cuerpo y mente.




(Del libro 
"Estás aquí",
de Thich Nhat Hanh).



Sudatta era un rico hombre de negocios y discípulo de Buda. Solía emplear gran parte de su riqueza para ayudar a las personas pobres, desamparadas y huérfanas, por lo que se le conocía por el nombre de Anathapindika,
que quiere decir "sostén de los huérfanos y desamparados".
Cuando estaba a punto de morir, Buda envió a Shariputra y Ananda a que pasaran a verle para ayudarle en el trance.

"Escucha, amigo mío, ahora vamos a practicar juntos -le dijo Shariputra:

Inspiro y sé que este cuerpo no soy yo.
Exhalo y sé que no soy prisionero de este cuerpo.
Yo no soy estos ojos ni soy prisionero de estos ojos.
Yo no soy estas orejas ni soy prisionero de estas orejas.
Yo no soy esta nariz ni soy prisionero de esta nariz.
Yo no soy esta lengua ni soy prisionero de esta lengua.
Yo no soy este cuerpo ni soy prisionero de este cuerpo.
Yo no soy esta mente ni soy prisionero de esta mente."




Estamos muy acostumbrados a identificarnos con nuestro cuerpo. La idea de que somos nuestro cuerpo se halla muy profundamente arraigada en nosotros. Pero nosotros no somos este cuerpo, sino que somos mucho más que él. Debemos desembarazarnos de la idea de que "yo soy este cuerpo" y de que "este cuerpo soy yo". Si no lo hacemos, sufriremos mucho.




También debemos desembarazarnos
de la idea de
que "yo soy estas formaciones mentales, sensaciones, percepciones o conciencia".
Por ello, cuando alguien está agonizando
debemos ayudarle,
por encima de todo,
a desidentificarse de su cuerpo y de su mente.
Nosotros no somos prisioneros de nuestros sentidos ni de nuestro cuerpo ni de nuestra mente. Y cuando nos desembarazamos de esas ideas somos más grandes y más libres que todos esos conceptos.



"Amigo mío -siguió diciendo Shariputra a Anathapindika-, las cosas aparecen y desaparecen según causas y condiciones. La verdadera naturaleza de las cosas es no-nacer y no-morir. Nacimiento y muerte no son sino conceptos, en los que creemos y experimentamos como reales. Pero nuestra verdadera naturaleza es la naturaleza del no-nacimiento y de la no-muerte y, para ser libres, debemos establecer contacto con nuestra verdadera naturaleza.

Cuando el cuerpo o la mente se manifiestan decimos que existen, pero eso no es cierto. Y cuando una cosa no se ha manifestado decimos que no existe, pero eso tampoco es cierto. Debemos desembarazarnos de las nociones erróneas de ser y de no ser. Porque sólo existe el interser: las manifestaciones relacionadas según causas y condiciones.



Esta es una práctica indispensable para la liberación.
No debemos identificarnos con
el cuerpo y la mente,
ni con las formaciones mentales, ni con los órganos sensoriales ni con los objetos sensoriales ni con las seis conciencias sensoriales.
Estas conciencias
se manifiestan cuando
se dan las condiciones adecuadas
y se desvanecen cuando estas condiciones dejan de presentarse.

La verdadera naturaleza de la realidad es interser, la vacuidad y el no-ego."

En ese momento de la meditación, Anathapindika empezó a llorar. Era la primera vez que escuchaba la enseñanza profunda de la vacuidad, el no ego y el interser. Necesitaba esta enseñanza sobre la naturaleza del no-nacimiento y la no-muerte para no sufrir, pero nunca había tenido la oportunidad de estudiarla ni practicarla.

Lloro porque he servido al Buda y a la Sangha durante muchos años y jamás había escuchado una enseñanza tan profunda como ésta -explicó-. Es maravilloso. Soy libre.

Amigo mío -dijo Ananda-, éste es el tipo de enseñanzas que a diario reciben los monjes y monjas.

Venerable -replicó entonces Anathapindika-, dile, por favor, al Buda que, aunque muchos laicos estén demasiado ocupados para aprender esta enseñanza y practicarla, hay también muchas personas capaces de recibirlas y aplicarlas a su vida. Te ruego, pues, que transmitas al Buda mi petición de que la enseñe también a las personas laicas.

Poco después, Anathapindika moría tranquilamente y en paz, feliz.

Esta historia se cuenta en el texto "Enseñanzas para los moribundos", que debería estudiar todo aquél que desee ayudar a las personas en el proceso de la muerte.




Para ayudar a una persona cuya manifestación está a punto de concluir, no debes tener miedo en tu interior. Debes ser capaz de establecer contacto con el no-nacimiento y la no-muerte que hay en tu interior. Con la vacuidad, el no-ego y el interser.

Si quieres ayudar a los moribundos (y a ti mismo), debes practicar. La práctica puede ayudarte a desarrollar la estabilidad, la valentía y las técnicas que te permitan ayudar a los demás a morir en paz. Y a ti mismo, a vivir y a morir en paz.
No olvides jamás que la muerte es tan importante como la vida.


(Thich Nhat Hanh)