lunes, 19 de febrero de 2018

De viaje.








Como en una película de Woody Allen, A. se sienta a mi lado a mirar toda la gente convocada.
Admirado, se ríe, y hace un comentario jocoso que no oigo bien.
Luego dice que tiene ganas de irse, no le gusta ser protagonista. Menos mal que no le ven.
Tiene ganas de que se acabe esto y volver a casa.
Y por qué has venido, le pregunto.
Por lo visto, la energía concentrada le retiene aquí (tanta gente que ha venido por él).
Cuando se disuelva (cuando se dispersen), él recuperará la ligereza y algo de libertad.
Yo pensaba que el "espíritu", liberado del cuerpo, es muy ligero y libre.
Dice no creas, no tanto.
Pero no sabe explicar por qué.
Todavía soy nuevo en esto, dice, estoy recién llegado.
Con cuerpo o sin cuerpo, A. no pierde su sonrisa y su sentido del humor.
Lo que más me gusta es ser invisible, dice, y se ríe. Sin nada que demostrar. Eso sí que aligera.

Le explico que yo estaba preocupada por él, por cómo se encontraría en este viaje, si estaría experimentando a ratos miedo o ansiedad. O bien alegría y confianza.
Dice que en realidad ni lo uno ni lo otro.
A ver si va a tener razón mi amigo F y me preocupo demasiado, sin motivo.
Como si me leyera el pensamiento, dice: La que sí va a necesitar ayuda es C.

De un golpe ha tumbado mi orden de prioridades.
A mí me preocupaba sobre todo el viaje en tierra desconocida; aquí, ya se sabe, este guión tan familiar, ya iremos superando los problemillas de una manera u otra.

No necesitas preocuparte por mí, repite, la que va a necesitar ayuda es C.

Entonces llega C, que me ha visto sola, y nos vamos a hablar a un sitio más privado.

Y me cuenta que alguien le ha contado que vio a A.




sábado, 17 de febrero de 2018

La adivina.






Al entrar en el cuarto, la acoge el aroma del café y el pan caliente y la fruta fresca,
como un abrazo.
Como un refugio.
El día es gris y hace frío fuera.

La evocación surge como un viaje inmediato.

Y siente el frío de la montaña en el rostro y por debajo de la bufanda y los guantes y el anorak.
El frío del invierno, derrotado por la energía interior generada al caminar, subidas y bajadas.
Olor a pino, tomillo y romero nutriendo los pulmones y la sangre que riega este cuerpo.
Nutriendo la mente y algo más profundo, si lo hubiera,
esa profunda inspiración.
Abre la puerta de un restaurante de montaña, madera y luz gris, que atraviesa las cristaleras y baña el espacio.
Sopa de cebolla caliente y vino tinto.
Salud!
El brindis siempre le suena como la mejor oración de gratitud en la mesa, antes de empezar a comer.
Salud! Se miran a los ojos como los girasoles en días sin sol. (*)
Nunca puede empezar a comer si no ha brindado primero.
Salud!
El brindis es su mejor oración.
Recupera la sonrisa y desde ese centro puede empezar a comer,
puede seguir viviendo.
Desde el centro.


(*) Dicen que los girasoles, cuando no brilla el sol y no pueden mirarle para absorber energía, se miran los unos a los otros.
No miran al suelo o a la lejanía. No se quedan mustios o apocados, esperando el próximo día soleado.
A falta de sol, se miran los unos a los otros para transmitirse energía.




El resultado de la biopsia fue que se trataba de un cáncer.
La zona es delicada, dada a muchas complicaciones si decidimos operar, especialmente por la edad avanzada. Lo mejor es dejarle vivir en paz.
Cuánto tiempo?, preguntó la hija.
Un año.

Es extraño, decía ella. Me siento como si una adivina me hubiera revelado cómo va a ser el próximo año.
Las complicaciones, las visitas médicas, la degradación, el final,
y quienes nos quedamos para seguir adelante.
Sus cosas ya sin alma; su casa, su ropa.
Soltar también sus cosas, esa parte de él.




Pero en realidad la "adivina" nos lo está diciendo siempre.
No necesitamos una adivina con bata blanca o bola de cristal.
No hay que ir al oráculo de Delfos para saber lo que va a acontecer el próximo "año",
aunque cambien los detalles.
Esa comprensión fue la que llevó al príncipe Sidharta a abandonar el castillo ("ese refugio tan cozy").
Después de todo, era cuestión de tiempo, perderlo.
Lo soltó todo, su zona de confort (después de todo, era cuestión de tiempo acabar soltándolo todo)
y se entregó a la búsqueda, a investigar cómo liberarse de ese dolor
tan absurdo (sufrir por la pérdida de algo que sabemos que no poseemos)
y tan profundo.

Así que nos abrimos al mensaje de la adivina y comprendemos lo que nos depara el próximo año.
Y, como Sidharta, decidimos aprender a vivirlo.
Y así es como descubrimos que el sueño no guarda tantas sorpresas.

Y que "todo saldrá bien".





jueves, 8 de febrero de 2018

Atardece.






Atardece.
El sol cae frío sobre un paisaje limpio, dorado, que empieza a adormecerse.
Perdida la vitalidad, aparentemente; entregado, rendido. Qué otra cosa podría hacer?
Rendido a la noche. Qué otra cosa podría hacer?

El amigo le da las gracias por compartir con él su "noche oscura". Y acoge la caída en sus brazos.

Ella toma prestado un poco de su regalo, de su luz, para iluminar sus rituales cotidianos.
Los sonidos del silencio del desayuno, el desayuno,
el baño (casi catártico) en el mar,
la vuelta a casa pedaleando las luces del puerto al llegar la noche.
Los ilumina con su linterna mágina
y a veces funciona.
A veces el instante es sagrado, impregnado del gran gozo del despertar.
Y a veces el mismo instante es árido y mundano.
Pero no por ello menos sagrado, piensa.
Lo interpreta como despojado de la plenitud,
pero quizás cuando le parece pleno también es sólo una parte.
Como dos caras de la misma luna.
Pero la luna es siempre la luna, a veces oscura y a veces luminosa. En nuestra percepción.
La luna, tan ajena a mi percepción.
A mi relato personal.




Ella respira y descansa.
Y luego volverá a sus rituales cotidianos.
(Respirar y descansar también forman parte de sus ritos cotidianos).
Quizás aparecerá la plenitud explosiva en su pecho y en su vientre,
o quizás la dureza y el cansancio.
Y se dará cuenta de que en realidad no hay tanta diferencia.
Como apuntes anecdóticos, poco relevantes ni significativos.
Contemplará las emociones (de plenitud o indiferencia) y las verá pasar,
como los barcos y los árboles, las personas, los bancos del paseo y las nubes del paisaje,
mientras parece que ella se desplaza en el camino.

A dónde crees que vas?