martes, 29 de septiembre de 2020

El retiro.

 


Llegó con el equipaje demasiado lleno de amor ("demasiado" ya da una pista).
La excitación del amor que se queda al otro lado, en el mundo que deja atrás,
y la excitación de la anticipación, del encuentro, aquí mismo.
Como una bomba de relojería dentro del pecho.

Mantuvo el movimiento lento para compensar,
mientras colocaba la ropa en el armario y los alimentos en la nevera,
y empezaba a hacer suyo el nuevo espacio.

Aun después de oscurecer, caminó por la montaña sin caminos,
de hierba y pequeñas flores amarillas, blancas y lilas.
Luego se acostó en la cama con vistas al cielo.
Dios en todas partes, ya no esperaba.
Y al mismo tiempo, esperaba.

Sólo deseaba mirar el rostro de Dios y escuchar su voz.
Y si se entregaba a Dios no se entregaba al sueño.
Demasiada excitación.

Cogió ese libro sobre el Metta Sutta (el cultivo del amor incondicional).



Cuando traspasó la verja y el lama salió a recibirla, le preguntó cuál iba a ser su práctica estos días de retiro.
Ella le dijo que continuaba con la autoindagación (quién soy yo)
y la vacuidad.
Él respondió con una expresión de aprobación 
y no le dio indicaciones.
Le deseó buen viaje y se despidió.

Pero la realidad es que aún se mantiene flotando en el territorio de Metta.
Gran parte de la noche despierta, absorbida por metta, esa clase de amor.

La primera noche fue como una noche de bodas.
El amor desbordante, la alegría, la excitación.
Sin reposo.
Tras el encuentro, tan agitado,
inicia su primer día con la serenidad de la amante/amada.

Serenamente habitando el cuerpo de Dios.



domingo, 13 de septiembre de 2020

Un retiro es como ir a morir

 


Un retiro suele ser un poco como ir a morir.
Por eso le gusta tomárselo con tiempo y disfrutar de los preparativos.
Y ver antes a las amigas y amigos significativos, como una despedida.
Pero también como llenar la mochila kármica de lo mejor de tu vida,
las experiencias que te acompañarán en el viaje de transición.
Despedirse. Y llevarte conmigo.



Llegar a un refugio pequeño y austero
(pongamos, una casita de madera),
vacío de objetos superfluos
con los que distraerse y tropezar.
Vacío también de palabras superfluas, todas.
Retiro de silencio.
El espacio abierto y vacío.
Necesitas tan poco.
Reducidos los objetos, reducidas las palabras,
también de pensamiento.
Silencio.
Escucha atenta.

Colocar la escasa ropa en el armario,
las frutas y verduras en los estantes de la cocina.
La cafetera en un sitio de honor, el café y el cardamomo recién molidos en la nevera.
Y diez días por delante (pongamos)
entregada al silencio (al menos de voz)
y la soledad (de seres humanos).

Saludas al universo, 
a la cara de Dios en cada objeto, dentro y fuera de tu cuerpo de madera.
Los árboles generosos, el canto de los pájaros,
el cielo envolvente.
Saludas a Dios.
Y te entregas en cuerpo y alma a esta cita privada,
tan íntima.
Esta luna de miel.



miércoles, 9 de septiembre de 2020

Paladear la tristeza.




Gris de otoño.
El cielo cubierto y claro a la vez,
tanta luz al otro lado, radiante.
El sonido del viento hace temblar algún toldo
y crujir las ventanas.
A veces se aquieta
y se acalla.
La lluvia suave también se da un respiro.
Y la tristeza es una bella emoción,
cuando te pilla con las armas abandonadas.

Ayer mismo quizás sentías la abundancia,
la ofrenda de la entrega 
de los demás.
Tan protegida.
La Vida acunándote en sus brazos,
el amor tan presente.
Y hoy, de repente, el olvido,
el rechazo,
el abandono.
Como si la Madre se hubiera olvidado de ti.
Como si no fueras nadie
para nadie.
Otra cara de la libertad.
¿Duele?
No necesariamente.
Bajas los brazos en actitud de rendición
y entrega.
Paladeas la presión en el pecho
y el nudo en la garganta
Una mera experiencia más.
Y puede ser profunda, intensamente
amorosa.





Descubre una vez más 
que es el miedo y la negación lo que produce el dolor,
no la tristeza en sí misma
(otra cara del deleite,
el mismo sabor),
ni el rechazo, el olvido, el abandono
o la soledad.
Todas ellas son puertas de conexión
y plenitud,
si las paladeas,
si las degustas sin juicios ni resistencia.
Otros sabores en la aventura gastronómica
de este viaje.
Tan complaciente el amargo como el dulce,
el toque agrio o el salado,
en esta mesa abundante de sabores 
y colores.
En apariencia.

Paladea la tristeza, se entrega a sus brazos
y agradece la serenidad que le regala.
Apareció esta mañana y lo detuvo todo,
los vientos y tempestades emocionales,
incluida la alegría,
la adrenalina de los fuegos artificiales.
Se disolvieron los dibujos de colores en el cielo,
se debilitó la exaltación
y se impuso la calma,
la quietud, la serenidad,
el abandono, la rendición
de la tristeza.

Ese reposo.







jueves, 3 de septiembre de 2020

Sobre el amor y el miedo.








Era una época de calma y de buenas cosechas
y el pueblo se reunía para orar y recordaba, una y otra vez,
que lo contrario del amor no es el odio sino el miedo.
Lo opuesto al amor es el miedo.
Donde hay amor no hay miedo
y donde hay miedo no hay amor.
Presta atención porque lo que sientes en este momento
te da la pista.
Nadie llevaba la contraria a este mantra, que se repetía hasta la saciedad.
Eran palabras del maestro que nadie cuestionaba.
Como si realmente fueran el corazón de nuestra fe,
el faro de nuestras vidas.

Entonces llegó la tempestad.
Y emergió el miedo.
Toneladas de miedo.
No solo por la tormenta que estaba atravesando nuestra zona de confort
sino por la Gran Tormenta que supuestamente podría llegar,
ese infierno imaginado.

El miedo cubría el pueblo como una capa pesada que hacía difícil respirar.
Y si alguna persona sacaba la cabeza o se tomaba un respiro en los aledaños,
entre las copas de los árboles o a la orilla del mar,
en soledad respetuosa,
la llamaban irresponsable, insolidaria, egoísta
y otros atributos similares.
El miedo se había convertido en el motor
y lo contrario era considerado el no-amor.
En la práctica.
En la vida cotidiana.
Lo contrario del miedo ya no era el amor (mera teoría)
sino el no-amor.
Y el miedo había pasado a estar avalado por el amor.
Como si miedo y amor fueran una misma cosa.
Y no ser presa del miedo era un gesto claro de no-amor.

Así eran las cosas en la vida cotidiana
y ya nadie recordaba las viejas enseñanzas sobre el amor
y el miedo.

De hecho, las bodisatvas más compasivas,
de talante triste y profundo sufrimiento por el dolor de todos los seres,
ahora se habían convertido en la policía más estricta y controladora,
de juicio severo y exigencias inflexibles.
La responsabilidad
que nace del miedo
que nace del amor.

Algo en la fórmula le chirriaba.






Así que retomó la vieja lección, la de tiempos de paz.
¿Sigues pensando que lo contrario del Amor es el Miedo?
Que donde hay amor no hay sitio para el miedo.
Y donde hay miedo no hay lugar para el amor.
Y que esto es válido también para sus proporciones:
Que donde hay mucho amor hay poco miedo
y donde hay mucho miedo hay poco lugar para el amor.

¿Siguen siendo válidas las palabras del maestro,
que hacíamos tan nuestras, con tanta convicción,
por las que habríamos puesto las manos en el fuego tiempo atrás?
¿Lo sientes así en tu experiencia?

Ella pensó que sí,
que su ausencia de miedo procedía de la confianza
y la entrega
y el amor.
Y cuando aparecía el miedo
le seguía la pista
y encontraba a un ser separado, amenazado, escondido,
para el que todas las precauciones eran pocas.

El amor le daba alas y la hacía libre,
ahora como antes, como siempre.
Siempre había sido así.
Y el miedo hacía grandes los monstruos,
le robaba la energía
y creaba barrotes invisibles
en una prisión claustrofóbica.
Ahora como antes.
Siempre había sido así.
Y así seguía siendo.
El miedo no era un buen aliado del amor.

A más dharma/amor, menos drama.






¿Hablas de la mascarilla? -le preguntó la amiga.
No hablo de las decisiones, cualesquiera que sean.
Hablo de la motivación que me mueve.
El motor que me moviliza.
Prestar atención a lo que mueve mis opciones personales, sean las que sean.
Si es el amor, ¿encuentro el miedo?
Y si es el miedo, dónde está el amor?

Ser consciente de que aún me sirve el viejo mantra de antaño
(Lo opuesto al amor es el miedo).
Y si no es así, si son palabras huecas en mi vida diaria, soltarlo.
Que mi teoría sea un poco coherente con mi práctica
y la experiencia personal.

Miró la camiseta de la amiga,
las palabras escritas en letras grandes a su espalda.
Sonrió.
Qué reza tu camiseta?
"More Dharma, Less Drama".
Pues eso.