jueves, 3 de septiembre de 2020

Sobre el amor y el miedo.








Era una época de calma y de buenas cosechas
y el pueblo se reunía para orar y recordaba, una y otra vez,
que lo contrario del amor no es el odio sino el miedo.
Lo opuesto al amor es el miedo.
Donde hay amor no hay miedo
y donde hay miedo no hay amor.
Presta atención porque lo que sientes en este momento
te da la pista.
Nadie llevaba la contraria a este mantra, que se repetía hasta la saciedad.
Eran palabras del maestro que nadie cuestionaba.
Como si realmente fueran el corazón de nuestra fe,
el faro de nuestras vidas.

Entonces llegó la tempestad.
Y emergió el miedo.
Toneladas de miedo.
No solo por la tormenta que estaba atravesando nuestra zona de confort
sino por la Gran Tormenta que supuestamente podría llegar,
ese infierno imaginado.

El miedo cubría el pueblo como una capa pesada que hacía difícil respirar.
Y si alguna persona sacaba la cabeza o se tomaba un respiro en los aledaños,
entre las copas de los árboles o a la orilla del mar,
en soledad respetuosa,
la llamaban irresponsable, insolidaria, egoísta
y otros atributos similares.
El miedo se había convertido en el motor
y lo contrario era considerado el no-amor.
En la práctica.
En la vida cotidiana.
Lo contrario del miedo ya no era el amor (mera teoría)
sino el no-amor.
Y el miedo había pasado a estar avalado por el amor.
Como si miedo y amor fueran una misma cosa.
Y no ser presa del miedo era un gesto claro de no-amor.

Así eran las cosas en la vida cotidiana
y ya nadie recordaba las viejas enseñanzas sobre el amor
y el miedo.

De hecho, las bodisatvas más compasivas,
de talante triste y profundo sufrimiento por el dolor de todos los seres,
ahora se habían convertido en la policía más estricta y controladora,
de juicio severo y exigencias inflexibles.
La responsabilidad
que nace del miedo
que nace del amor.

Algo en la fórmula le chirriaba.






Así que retomó la vieja lección, la de tiempos de paz.
¿Sigues pensando que lo contrario del Amor es el Miedo?
Que donde hay amor no hay sitio para el miedo.
Y donde hay miedo no hay lugar para el amor.
Y que esto es válido también para sus proporciones:
Que donde hay mucho amor hay poco miedo
y donde hay mucho miedo hay poco lugar para el amor.

¿Siguen siendo válidas las palabras del maestro,
que hacíamos tan nuestras, con tanta convicción,
por las que habríamos puesto las manos en el fuego tiempo atrás?
¿Lo sientes así en tu experiencia?

Ella pensó que sí,
que su ausencia de miedo procedía de la confianza
y la entrega
y el amor.
Y cuando aparecía el miedo
le seguía la pista
y encontraba a un ser separado, amenazado, escondido,
para el que todas las precauciones eran pocas.

El amor le daba alas y la hacía libre,
ahora como antes, como siempre.
Siempre había sido así.
Y el miedo hacía grandes los monstruos,
le robaba la energía
y creaba barrotes invisibles
en una prisión claustrofóbica.
Ahora como antes.
Siempre había sido así.
Y así seguía siendo.
El miedo no era un buen aliado del amor.

A más dharma/amor, menos drama.






¿Hablas de la mascarilla? -le preguntó la amiga.
No hablo de las decisiones, cualesquiera que sean.
Hablo de la motivación que me mueve.
El motor que me moviliza.
Prestar atención a lo que mueve mis opciones personales, sean las que sean.
Si es el amor, ¿encuentro el miedo?
Y si es el miedo, dónde está el amor?

Ser consciente de que aún me sirve el viejo mantra de antaño
(Lo opuesto al amor es el miedo).
Y si no es así, si son palabras huecas en mi vida diaria, soltarlo.
Que mi teoría sea un poco coherente con mi práctica
y la experiencia personal.

Miró la camiseta de la amiga,
las palabras escritas en letras grandes a su espalda.
Sonrió.
Qué reza tu camiseta?
"More Dharma, Less Drama".
Pues eso.






2 comentarios:

  1. Maestra,¿cómo se enfrenta con amor la explotación, el abuso y el daño? ¿Cómo saber que se está con la mirada de la aceptación y no con la pasividad o la sumisión? Gracias por compartir tanta sabiduría

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  2. Hola, Diego.
    Personalmente, no siento que tengo que aceptar la explotación, el abuso y el daño, y mucho menos con sumisión y pasividad. Como el agua de un río siente la fuerza de la corriente hacia abajo, hacia el mar, y no en otra dirección, puedes sentir la llamada de la desobediencia, de la defensa de ciertos derechos, etc. No veo contradicción.
    Un fuerte abrazo!

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